La búsqueda de una vida feliz.

Desde los tiempos más antiguos las personas tratamos de comprender qué es la felicidad y cómo alcanzarla.
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Buscando la felicidad


Durante mucho tiempo, se creía que la felicidad estaba ligada a la riqueza y al éxito material. Las personas pensaban que acumulando posesiones y logros, podrían encontrar la felicidad que anhelaban. Sin embargo, con el tiempo, se ha demostrado que esto no es necesariamente cierto. Muchas personas que tienen todo lo material que pueden desear siguen sintiéndose vacías y descontentas. En la antigua Grecia, filósofos como Sócrates y Aristóteles comenzaron a cuestionarse qué es realmente la felicidad y cómo se puede obtener. Sócrates creía que la felicidad radicaba en el conocimiento y en vivir de acuerdo con la virtud. Aristóteles, por su parte, argumentaba que la felicidad consistía en vivir una vida equilibrada y en la búsqueda de la excelencia. Con el tiempo, se desarrollaron diferentes enfoques sobre la felicidad. Algunas teorías se basaban en el hedonismo, que defendía que la felicidad se encuentra en buscar el placer y evitar el dolor. Otros pensadores, como el filósofo epicúreo Epicuro, también abogaban por la búsqueda del placer como camino hacia la felicidad. En tiempos más recientes, la psicología también ha investigado sobre la felicidad y cómo se puede fomentar, así como de forma práctica muchas personas acuden a terapia de acompañamiento con un psicólogo para "trabajar su felicidad". Se ha descubierto que factores como la gratitud, la conexión social, el cultivo de fortalezas personales y la práctica de la atención plena pueden contribuir a aumentar los niveles de felicidad. En definitiva, a lo largo de la historia, la humanidad ha buscado activamente la felicidad y ha desarrollado diferentes conceptos y teorías sobre cómo alcanzarla. Aunque no existe una única respuesta, la sabiduría antigua y los hallazgos científicos sugieren que la felicidad puede encontrarse en vivir de acuerdo con los valores personales, cultivar relaciones significativas y encontrar un propósito en la vida.

Desde el concepto de eudaimonia hasta el índice de felicidad nacional bruta.

La búsqueda de la felicidad ha sido siempre una de las principales motivaciones en la vida humana. En este artículo se narra la increíble historia del concepto de felicidad a lo largo de la historia, abarcando desde la filosofía de Aristóteles y su Eudaimonia hasta la medición de la Felicidad Nacional Bruta en Bután.

¿Acaso no es la felicidad el deseo común de todos los seres humanos que habitan la Tierra? Desde tiempos remotos, los seres humanos han luchado incansablemente por alcanzar la felicidad. No obstante, la 'felicidad' es una de las emociones más cambiantes que la humanidad conoce, dado que su significado y la manera de lograrla difieren de una persona a otra. Sin embargo, a lo largo de todas las épocas, los filósofos han tratado de definir qué es la felicidad y cómo se puede alcanzar. A lo largo del tiempo, la concepción filosófica de la "felicidad" ha experimentado cambios. En la antigüedad, Aristóteles sostenía que las virtudes eran el medio para lograr la felicidad. Durante el inicio de la Edad Media, pensadores como Al Ghazali y Tomás de Aquino reconocieron que el único camino hacia la felicidad era a través del amor a Dios. A finales del siglo XVIII, Jeremy Bentham presentó la perspectiva hedonista de la felicidad. En el mundo actual, la promoción de la felicidad como objetivo político ha dado lugar a una nueva perspectiva de este concepto.

La felicidad se alcanza a través de la práctica de las virtudes.

En su obra "Ética a Nicómaco", Aristóteles definió la felicidad como el bien humano supremo durante la antigüedad. La forma en que usted entiende la felicidad difiere del significado comúnmente asociado a esta palabra. Fue él quien introdujo la noción de felicidad, que se conoce como 'Eudaimonia'. Eudaimonia no se preocupa por el placer momentáneo causado por un evento en particular. En realidad, implica que la persona es digna de admiración y aprovecha al máximo su vida. Aristóteles defendía la idea de que virtudes como el coraje, la templanza, la justicia, entre otras, eran fundamentales. Las guías fueron fundamentales para lograr una vida bien vivida. El autor afirmó que un hombre feliz es aquel que utiliza plenamente sus habilidades, teniendo además todas sus necesidades materiales cubiertas, no solo durante un corto período de tiempo, sino a lo largo de su vida. Y que seguirá viviendo de esa manera y morirá de la misma forma. 

Eudaimonia no se centra en la felicidad efímera provocada por un evento específico. Significa que la persona es admirada y aprovecha al máximo su vida. ¡Ay, Dios mío!

Adicionalmente, Aristóteles expuso la idea de que todas las virtudes éticas se encuentran en un estado intermedio entre los dos extremos de esa virtud. Ambos extremos se caracterizan por un exceso o una falta de una virtud específica. Un ejemplo de virtud es el "coraje", el cual se encuentra equilibrado entre dos extremos: la "cobardía" y la "temeridad".


¿Cuál es la clave para vivir una vida al estilo de Aristóteles?


Al igual que Aristóteles, Platón también defendió una perspectiva eudemonista de la felicidad que se fundamentaba en la virtud. En su obra La República, Platón aborda dos interrogantes fundamentales: "¿qué es la esencia de la justicia?" y "¿qué vínculo existe entre la justicia y la felicidad?". En este diálogo, Sócrates establece la justicia como una de las cuatro virtudes principales. Platón también sostuvo que la justicia es una virtud y una forma de sabiduría, mientras que la injusticia es un vicio y una forma de ignorancia. En respuesta a la segunda pregunta, Sócrates defendió la idea de que aquellos que son justos están en una posición más favorable que aquellos que son injustos. De acuerdo con la República, existe una relación entre justicia y felicidad que se explica de la siguiente manera:

¡Claro que sí! Así, quien actúe con justicia encontrará la felicidad mientras que aquel que sea injusto llevará una vida miserable. 

En su obra "La República", Platón sostiene que es probable que una persona justa sea más feliz que una persona injusta.

De la religión a las virtudes En lugar de hablar sobre las virtudes que cada religión promueve, este enfoque se centra en cómo la religión puede influir en el desarrollo de las virtudes en las personas. La religión ha sido históricamente una fuente de valores morales y éticos, y ha jugado un papel importante en la promoción de las virtudes en las comunidades y sociedades. La religión proporciona un marco de creencias y prácticas que buscan guiar a las personas hacia el bien y fomentar el comportamiento virtuoso. En muchas religiones, se enfatiza la importancia de virtudes como la compasión, la honestidad, la generosidad y la humildad. El cultivo de las virtudes a través de prácticas religiosas puede ayudar a las personas a desarrollar un sentido de propósito y significado en la vida. La religión ofrece una orientación moral clara y establece normas y principios que ayudan a las personas a tomar decisiones éticas. Sin embargo, también es importante reconocer que la relación entre la religión y las virtudes no es absoluta. No todas las personas religiosas son necesariamente virtuosas, y muchas personas no religiosas pueden cultivar y vivir virtuosamente. Las virtudes no son exclusivas de la religión, pero la religión puede ser un vehículo poderoso para promover su desarrollo. En última instancia, la religión puede ofrecer un camino para la transformación personal y la adopción de virtudes. Al seguir los principios y enseñanzas religiosas, las personas pueden cultivar una mejor relación con ellas mismas y con los demás, y buscar una vida de virtud y bienestar. Es importante etiquetar que cada individuo es libre de adoptar sus propias creencias y valores y que la religión no es la única fuente de virtud.

Desde la época antigua hasta la Edad Media, se produjo un importante cambio en la comprensión filosófica de la felicidad. Durante la época medieval, el amor hacia Dios se convirtió en el concepto fundamental de la plenitud y satisfacción. Se pueden observar aspectos comunes en las descripciones de la felicidad, como la purificación del alma y el conocimiento de uno mismo y de Dios.

El monoteísmo del cristianismo era visto como una ofensa hacia el politeísmo del Imperio Romano. Durante el Imperio Romano, los cristianos fueron objeto de persecuciones recurrentes. A pesar de ello, la mayoría de los seguidores del cristianismo lograron eludir el castigo y el imperio no pudo detener el crecimiento de esta religión. En el año 324, el emperador Constantino, quien se había convertido al cristianismo, asumió el poder y el cristianismo se estableció como la religión oficial del estado. El Emperador romano era considerado como un Dios por el pueblo. El cristianismo, en cambio, creía en un Dios distinto al emperador. Como consecuencia, se produjo una disminución en el poder y la confianza depositada en el emperador. Cuando el Imperio Bizantino se levantó a partir de los restos del Imperio Romano, el cristianismo ortodoxo se convirtió en la religión principal a medida que pasaba el tiempo. El cambio religioso en la percepción de la felicidad en ese momento podría haber sido influenciado por la creciente popularidad del cristianismo. Adicionalmente, el cristianismo tiene como principal fundamento las Escrituras. Vale la pena mencionar que se pueden establecer comparaciones entre los conceptos de felicidad de San Agustín y Tomás de Aquino y los versículos de la Biblia de manera sencilla.

A pesar de haber nacido en el año 354 d.C., la obra de San Agustín mantuvo su importancia durante la Edad Media. Expresó su creencia de que la felicidad es el propósito supremo de la existencia humana y afirmó que Dios es la única fuente verdadera de dicha felicidad, en contraste con otras fuentes menos significativas. Sostuvo que si apartamos nuestra atención del amor de Dios y la enfocamos en el amor de los cuerpos, estamos destinados a ser desdichados y malvados. Pensaba que la felicidad ya reside en nuestro interior, y la fe en Dios nos ayuda a descubrirla. Agustín afirmó en su obra De beata vita que aquel que tiene a Dios es feliz. Se puede encontrar una idea similar en la Biblia, específicamente en Juan 14:20, donde se menciona: "En ese día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y ustedes en mí, y yo en ustedes". El versículo sugiere que en algún momento los creyentes se percatarán de la presencia constante del Hijo en el Padre, lo que les llevará a valorar aún más su conexión con Dios.

Había una vez una historia de amor tan breve como intensa. Dos almas se encontraron en el momento y lugar menos esperados. Fue un encuentro fugaz, pero lleno de emociones y sentimientos profundos. Era un día soleado de primavera cuando sus miradas se cruzaron por primera vez. En el instante en que se vieron, el tiempo pareció detenerse y el mundo se redujo a solo dos personas. Un inexplicable magnetismo los unió en un lazo invisible, atrayéndolos el uno al otro. Pasaron las horas conversando, riendo y compartiendo anhelos y sueños. Se reconocieron en cada palabra y gesto, como si hubieran estado destinados a encontrarse. El amor floreció rápidamente, abrasando sus corazones con una pasión ardiente. Pero el destino tenía otros planes para ellos. A pesar de su conexión profunda, las circunstancias les obligaron a separarse. La vida los llevó por caminos divergentes, alejándolos cada vez más el uno del otro. A pesar del dolor y la tristeza que la distancia les causaba, nunca dejaron de llevar en sus corazones aquel amor fugaz. Añoraban los encuentros y momentos compartidos, pero también aceptaban que su historia tenía un final diferente al que esperaban. El tiempo pasó y la vida siguió su curso. Ambos encontraron el amor en otros brazos y construyeron nuevas historias. Aunque sus vidas tomaron diferentes direcciones, siempre guardaron un lugar especial en su corazón para aquel amor que solo fue un suspiro en el tiempo. Y así, una breve historia de amor quedó grabada en sus memorias como un tesoro que nunca perderían. Aunque no estaban destinados a estar juntos, llevaron consigo la lección de que el amor no siempre es eterno, pero puede ser igual de significativo en su efímera existencia.


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La historia del amor es tan antigua como la humanidad misma. Desde el principio de los tiempos, el amor ha sido un sentimiento universalmente buscado y valorado. A través de los siglos, ha sido tema de innumerables obras de arte, literatura y música. El amor ha inspirado a personas de todas las culturas y ha trascendido barreras lingüísticas y geográficas. A lo largo de la historia, ha habido numerosas historias de amor épicas y trágicas, que han dejado una huella perdurable en la memoria colectiva. Desde Romeo y Julieta hasta Cleopatra y Marco Antonio, estas historias han capturado la imaginación de generaciones enteras. El amor es una fuerza poderosa que puede mover montañas y superar obstáculos insuperables. A veces, el amor puede llevar a la felicidad suprema, mientras que otras veces puede causar el más profundo sufrimiento. El amor es un viaje emocional que puede traer alegría y tristeza, éxtasis y desesperación. Sin embargo, a pesar de los altibajos, el amor sigue siendo uno de los aspectos más significativos y gratificantes de la experiencia humana. A medida que evoluciona la sociedad, también lo hace nuestra comprensión y apreciación del amor. En la actualidad, el amor puede expresarse y experimentarse de diferentes formas, y el concepto de amor romántico ha evolucionado para incluir una diversidad de relaciones y orientaciones. El amor sigue siendo un misterio que despierta pasiones en el corazón humano y que une a las personas en un nivel profundo. Independientemente de los cambios en la sociedad y la cultura, el amor perdurará como una fuerza eterna e inquebrantable.

En esta serie de publicaciones, exploramos la evolución del concepto de amor desde los filósofos Platón y Aristóteles hasta los Padres del Desierto en el mundo cristiano.

En la Edad Media, Tomás de Aquino, otro filósofo, rechazó la idea de que sea posible alcanzar una felicidad perfecta en este mundo. Aunque, afirmó que la felicidad imperfecta es posible, a la cual denominó Felicitas. De acuerdo con su percepción, cuando un espíritu purificado logra comprender verdaderamente a Dios, ese espíritu experimentará una felicidad absoluta y eterna que satisfará todos los anhelos humanos y eliminará cualquier tristeza o preocupación. En su obra Summa Theologiae, él afirmó que la verdadera felicidad radica en la visión mística y beatífica de Dios, la cual solo puede ser alcanzada en el más allá. Un posible paralelo a este concepto se encuentra en la Biblia, específicamente en el "Sermón del Monte".


Dichosos aquellos que son humildes en espíritu, ya que el reino de los cielos les pertenece.

Serán consolados aquellos que lloran, ellos son bendecidos.

Felices son los humildes, ya que ellos recibirán en herencia la tierra.

Dichosos son aquellos que anhelan justicia y buscan saciar su hambre y sed, ya que serán recompensados.

Felices son aquellos que son compasivos, ya que ellos recibirán compasión.

Felices aquellos que tienen un corazón puro, ya que podrán ver a Dios.

Felices son aquellos que promueven la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios.

Dichosos aquellos que son perseguidos por hacer lo justo, ya que el reino de los cielos les pertenece.


A las oraciones previas se les denomina 'bienaventuranzas', término que deriva de la palabra latina beatus, la cual representa ser bienaventurado o feliz. Están en búsqueda de garantizar que los que son mansos, misericordiosos, puros de corazón y pacificadores serán recompensados con misericordia y la oportunidad de ver a Dios en el reino celestial. Adicionalmente, en el reino celestial, aquellos que sufren serán consolados, los que tienen hambre recibirán alimento y serán reconocidos como hijos de Dios.

Al Ghazali sostenía en su obra "La Alquimia de la Felicidad" que el reconocimiento personal es esencial para comprender a Dios, y que a su vez, el entendimiento de Dios es fundamental para encontrar la felicidad. ¡Pío!

El ascenso del cristianismo no fue la única característica destacada de la Edad Media. Durante este periodo, también se dio lugar al florecimiento del misticismo islámico, ampliamente conocido como sufismo. Al Ghazali, un destacado filósofo islámico de la Edad Media, se identificó como seguidor y colaborador de la tradición sufí. Dedicó muchas palabras a abordar el tema de la felicidad. Según los místicos sufíes, el proceso hacia la iluminación se completa con el maʿrifah (conocimiento interior) y la maḥabbah (amor). Significaba la unión entre amante y amada. Los temas centrales de la filosofía de Al Ghazali son el conocimiento de uno mismo o interior y el amor.

En su libro "La Alquimia de la Felicidad", Al Ghazali afirmaba que conocerse a uno mismo era fundamental para poder conocer a Dios, y que el conocimiento de Dios era esencial para alcanzar la felicidad. De acuerdo con Al Ghazali, el conocimiento de uno mismo implica responder a las siguientes interrogantes: "¿Cuál es tu naturaleza propia y de dónde provienes? ¿Hacia dónde te diriges y con qué finalidad has venido a este mundo por un tiempo? ¿En qué consiste tu verdadera felicidad y miseria?" Al Ghazali consideraba que el amor era la semilla de la felicidad y, por lo tanto, creía que era necesario tener "amor a Dios" para alcanzar la felicidad. Defendió la idea de que el amor a Dios se promueve a través de la adoración y la constante remembranza de Dios.


Del paso de la religión al hedonismo


En la Edad Media, la noción de felicidad estaba arraigada en una orientación religiosa, sin embargo, en el siglo XVIII se produjo un cambio hacia el hedonismo. El origen del término hedonismo se deriva de la palabra griega hēdonē, que se traduce como placer. El hedonismo sostiene que el placer y el dolor son los aspectos fundamentales de la existencia humana y que la conducta humana debería orientarse de manera que se aumente el placer y se reduzca el dolor.

Durante el siglo XVIII, Europa experimentó la revolución industrial, la cual estuvo caracterizada por el surgimiento del materialismo. Este cambio de mentalidad se refleja en el concepto de hedonismo, el cual se puede observar en ese periodo histórico. Jeremy Bentham fue el precursor del hedonismo, una corriente filosófica que considera la búsqueda del placer como principal objetivo humano. En su enfoque, la riqueza se convierte en uno de los elementos utilizados para medir la felicidad. Según Bentham, la persona que posee más riqueza es la que experimenta una mayor felicidad en comparación con alguien que tiene una fortuna menor. 4 No obstante, tenía conocimiento de las restricciones de este método. La persona creyó que cada vez que se sumaran más riquezas a una persona rica, los placeres resultantes no serían añadidos en la misma cantidad. A medida que se añade más placer o felicidad, cada adición adicional disminuirá, lo que significa que una persona pobre se beneficiará más que una persona rica al recibir una cierta cantidad de dinero.

Bentham propuso el concepto del "cálculo hedónico" con el objetivo de evaluar la cantidad de placer que una acción particular podría generar. La determinación se fundamentaba en la intensidad, duración, certidumbre o incertidumbre, proximidad o lejanía, fecundidad, pureza y alcance de una acción.

Además de ser un reformador político, Bentham también destacó en esta área. Entonces, su concepción de felicidad estaba fundamentada en la existencia de un gobierno eficiente, leyes justas y beneficio para la sociedad. Bentham sugirió que el gobierno debería utilizar la calculación hedónica al tomar decisiones, con el objetivo de maximizar el bienestar (felicidad o placer) para la mayoría y minimizar el dolor para un pequeño número de personas. En sus escritos siguientes, estableció una conexión entre la felicidad y aspectos como la seguridad personal, mejor infraestructura sanitaria, disminución de la delincuencia, educación y el control de enfermedades derivadas de la contaminación de las aguas residuales.

La Revolución Francesa tuvo lugar en el año 1789 durante el siglo XVIII. El propósito de la revolución era derrocar el sistema monárquico y establecer un gobierno republicano con el fin de alcanzar la igualdad para todos los ciudadanos. Bentham coincidió con los objetivos de la Revolución Francesa y consideró que la noción de igualdad era fundamental en su idea de felicidad. El autor afirmó que cuando se busca maximizar el bien, se está considerando de manera imparcial el bien. El bien de los demás es más importante que mi propio bien. Además, tengo la misma razón que cualquier otra persona para promover el bien general. No es algo que sólo me suceda a mí. 

En otra perspectiva hedonista, John Stuart Mill afirmó que la felicidad consiste en experimentar placer y la ausencia de dolor, mientras que la infelicidad se define como el dolor y la falta de placer. Estuve de acuerdo con la mayoría de las ideas de Bentham sobre la felicidad. No obstante, agregó una diferenciación de calidad entre los distintos tipos de placeres, una faceta que el hedonismo de Bentham carecía. Creía que los placeres cerebrales como el "aprendizaje" tenían un estatus superior a los placeres físicos como comer y beber. Pensaba que era preferible ser un Sócrates insatisfecho que un tonto satisfecho. 


Regresar a los valores


A medida que comenzó el siglo XX, comenzaron a surgir críticas hacia el hedonismo y se volvió a popularizar la filosofía aristotélica. En adición, actualmente se fomenta la promoción de la felicidad como una meta política.

Se considera que Gertrude Elizabeth Margaret Anscombe fue una figura clave en el resurgimiento de la ética de las virtudes aristotélicas en la era moderna. El ensayo Filosofía moral moderna, que se publicó en 1958, despertó de nuevo el interés en la ética de las virtudes dentro de la academia occidental, y después de eso la filosofía aristotélica se hizo más popular en los años posteriores. Se censuró la perspectiva hedonista de la felicidad de Jeremy Bentham y John Stuart Mill como una concepción demasiado simplista e irreparable de la felicidad.

Uno de los críticos más destacados del hedonismo del siglo XX fue, quizás, Robert Nozick. En su libro "Anarquía, Estado y Utopía" publicado en 1974, propuso el experimento mental llamado la "Máquina de experiencias". Nozick nos presenta la oportunidad de conectarnos a una máquina durante nuestra vida, la cual nos brindará una serie de experiencias inmensamente placenteras. Todas las experiencias que la persona que se adentre en las máquinas experimente se sentirán como si fueran reales. La mayoría de las personas se negaron a ser conectadas a la máquina ya que estuvieron de acuerdo con Nozick en que es mucho más valioso vivir en la realidad que tener una vida placentera e irreal.

En el experimento mental propuesto por Nozick, se nos plantea la posibilidad de conectarnos a una máquina de manera permanente, lo cual resultará en una serie de experiencias extremadamente placenteras. ¡Eso es sorprendente!

Władysław Tatarkiewicz presentó una nueva idea de felicidad que se fundamenta en la plena satisfacción con la vida. En su obra Análisis de la felicidad, argumentó que en tiempos antiguos, los filósofos vinculaban la felicidad con la adquisición de algún bien supremo específico, como la riqueza, atributos o virtudes. Sostenía que la felicidad de una persona radica en estar contento con su vida en general. El autor observó que cualquier tipo de felicidad lleva a la satisfacción, pero no todas las formas de satisfacción conducen a la felicidad. No se puede alcanzar la felicidad a través de la satisfacción parcial. Para ser feliz, es necesario encontrar una plena satisfacción en nuestra propia vida. Además, Tatarkiewicz hizo hincapié en la importancia de estar satisfecho tanto con las expectativas pasadas como con las futuras de nuestra propia vida, así como también con la forma en que vivimos en el presente.


La búsqueda de la felicidad como objetivo político


En los últimos años del siglo XX, comenzó a surgir la promoción de la felicidad como objetivo político. Se implementaron diferentes indicadores para evaluar el nivel de felicidad de los habitantes de una nación. Un ejemplo de esos índices es el Índice de Felicidad Nacional Bruta. En 1976, el rey de Bután en ese momento, Jigme Singye Wangchuck, introdujo el concepto de "felicidad nacional bruta". El FNB es una perspectiva de desarrollo que busca encontrar un equilibrio entre los valores materiales y no materiales, basándose en la creencia de que la felicidad es el objetivo final de las personas. Es uno de los enfoques más comúnmente utilizados para intentar definir la idea de felicidad.

En 1976, el rey de Bután creó el concepto de "felicidad nacional bruta". Argumentó que el bienestar nacional de un país es de mayor importancia que su producción económica interna. 

En el año 2011, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución llamada "Felicidad: hacia una concepción integral del desarrollo" y exhortó a todos los países miembros a evaluar el nivel de felicidad de su población y utilizar esta información para mejorar las políticas públicas.

Aunque el gobierno de una nación no vea la promoción de la felicidad como una obligación moral, sí busca obtener el respaldo de la población y maximizar la felicidad de sus ciudadanos. Asimismo, la influencia del gobierno en los aspectos institucionales y sociales, los cuales son fundamentales para asegurar el bienestar de la población, ha llevado a que el papel del gobierno sea crucial en la promoción de la felicidad.

A lo largo del tiempo, la comprensión filosófica de la felicidad ha experimentado modificaciones. En todos los períodos históricos, tanto los eventos que ocurren dentro del mundo filosófico como los que ocurren fuera de él han influido en la forma en que se define la felicidad. Si una persona vive de acuerdo con su moral, sería feliz siendo virtuosa. Por otro lado, una persona codiciosa encuentra su felicidad en acumular fortuna. Por último, aquellos que se dedican a la devoción a Dios, como los monjes o las monjas, encuentran su felicidad al estar completamente inmersos en esta práctica. La búsqueda de la felicidad puede variar tanto entre individuos que lo que hace feliz a alguien puede hacer miserable a otra persona. Por lo tanto, no se puede aplicar una única medida de felicidad para todos. No obstante, es innegable y ampliamente consensuado que la felicidad sigue siendo el objetivo último de todas las acciones humanas, y que todos la persiguen de manera unánime.


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