La Dialéctica como Ontología de la Experiencia de la Conciencia (L.A):

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 Comentario e Introducción a la Filosofía de G. W.F. Hegel (1807)

Este escrito, con todos los errores que pueda tener, esta dirigida en conmemoración del nacimiento de mi hermano mayor; a él están dirigidas las páginas dedicadas a un autor que quizá el jamás leerá. Es un comentario introductorio a uno de los pesos pesados de la filosofía occidental, sin la cual la filosofía misma no podría ser pensada como construcción del espíritu moderno. Mi hermano al igual que yo, nació bajo las ideas de esa conciencia histórica y, sin embargo, en la medida que participó de esta, le fue negada la posibilidad de leer a Hegel. Mi hermano es por ello, la irracionalidad de la racionalidad real del mundo. Lo falso se encarna en él  como lo verdadero del Ser,  la existencia del No-Ser en el Ser; su historia demuestra que el Todo es lo no verdadero. A partir del amor que pudiese brindar, esta es mi lectura de Hegel para quién es el  verdadero "Hegel" de mi Filosofía: primum vivere, deinde philosophari!



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Ser convidado por mis propias responsabilidades filosóficas a hablar hoy de la Ontología en el pensamiento de G. W. F. Hegel, es un grato regalo que me brinda la profesión que he elegido para mí vida, no sin antes aludir el propio  camino  de desesperación que esta acarrea. Este carácter ambivalente, propio de mecanismo psíquico de defensa (síntoma) que llámanos filosofía, me hace considerar unos de los caminos ya escogidos previamente en mis presentaciones filosóficas: comentar diferentes obras mientras enuncio los elementos introductorios generales – y a veces profundos- de un pensamiento o corriente filosófica.
Quisiera comenzar diciendo que, hoy, más que nunca, no se debe tratar a Hegel “como perro muerto” en el pensamiento filosófico. Sin duda, es esta una afirmación polémica para un filósofo latinoamericano que se considera influenciado por la perspectiva de la liberación. Sin embargo, y, a riesgo de parecer “eurocéntrico”, considero que más allá del denominado mito desarrollista que le subyace a la filosofía hegeliana[i], regresar al idealismo absoluto para un filósofo latinoamericano, significa hoy, ante la creciente tecnificación y burocratización de las universidades, y la instrumentalización del pensamiento, un retorno al pensar abstracto, a la actividad propia del quehacer especulativo: la rigurosidad del concepto en el trabajo crítico del pensar.
Reconocer dentro de las “Tareas científicas del Presente” histórico que vivimos, como espacio de producción espiritual de los  pueblos latinoamericanos, el que la actividad del pensar no debe de alejarse del contenido mismo del pensamiento; significa regresar al pensamiento dialéctico,  y con ello, regresar inevitablemente a Hegel, no sin antes ajustar debidamente cuentas con él, es decir, haciendo honor a su legado mismo. Él nos señala innúmeras veces que su pensamiento es la autoconsciencia de sí del espíritu absoluto, teniendo que señalar nosotros en contra punto, como activos lectores  de su obra,  que él es hoy un patrimonio del espíritu universal que nos sirve para nuestra propia formación como individuos participes de tal experiencia, reivindicando decididamente frente a él, nuestro locus de enunciación latinoamericano. Por ello, todo buen hegeliano de izquierda se posiciona: “con Hegel e inevitablemente contra él” en el más claro cuadro edipico dentro de la historia de la filosofía. Como hegeliano, me consideró de facto derrotado ante la potencialidad de su pensamiento; mientras que como latinoamericano, tengo que reconocer que nuestra realidad histórica supera abismalmente puntos nodales de su gran sistema; eso, porque la verdad del pensamiento filosófico de Hegel es la falsedad de sistema capitalista y el Estado moderno inaugurado con el exterminio de la cultura y pueblos africanos y latinoamericanos dejados al paso del “progreso” y consolidación del espíritu universal occidental. Leer a Hegel, sí, está dentro de las “Tareas científicas del Presente” latinoamericano, siempre y cuando no olvidemos la necesidad de superar, política y culturalmente, la época histórica que su pensamiento viene a coronar.
En Hegel son una unidad dinámica que su la dialéctica, una ontología del ser social como una ontología del pensamiento. Quisiera entonces presentar aquí, brevemente, a Hegel como una ontología del pensamiento; como la descripción del camino del animal meramente sensible hasta el más consumado filósofo, en un tránsito  de la conciencia individual hasta el Saber Absoluto; es decir, como una ontología de la experiencia de la consciencia.


I

Entregarse al libre acaecer de lo contingente, reconocer que las cosas no son como se nos aparecen, pero aparecen como lo que son, es la experiencia dialéctica; partir de la consciencia, de aquello concreto que se manifiesta, hasta la elevación del más fino conocimiento del Ser. La unidad entre Pensamiento y Ser, el que  " lo verdadero no se aprehenda y se exprese como sustancia, sino también y en la misma medida como Sujeto"[ii] hace de la dialéctica, tal como se desarrolla en y a través de los contenidos y formas (Figuras) de la experiencia, el tránsito de lo finito a lo infinito, de la existencia a la esencia, del Ente al Ser, hasta el reconocimiento final de su Identidad en el concepto.
Tratando de considerar la obra de Hegel  en su conjunto, podríamos decir que la “Ciencia de la Lógica” expone el tránsito de vuelta de lo infinito a lo finito, de lo más conocido de acuerdo a la perspectiva de la cosa (objeto), hasta lo más conocido por la conciencia, por lo que el lenguaje se hace muy Ontológico. Por otro lado, en la “Fenomenología del Espíritu”  recorre el camino de Ida,  es decir, de lo más conocido por la conciencia hasta lo más desconocido por ella, el objeto-en-Sí, por lo que su lenguaje es fundamentalmente epistemológico. Ahora, la clave del pensar dialectico en Hegel, es la unidad entre Pensamiento y Ser en el espíritu Absoluto, por lo que se podrá desarrollar el camino desde cualquier perspectiva, pues, ambos son solo aspectos dinámicos de la misma unidad (total). Derribar la barrera impuesta entre el Pensamiento y el Ser al afirmar enfáticamente que desde afuera no se puede decir lo que Es En sí, significa retomar el punto de vista especulativo de los griegos, en el que metafísica (Ontología) y epistemología eran una unidad indiferenciada, sin abandonar con ello, la potencialidad de la subjetividad moderna.  
La crítica a la concepción del conocimiento como medio e instrumento, muestra que Hegel se propone superar los límites del pensamiento filosófico moderno, de Descartes, Locke, Hume, y sobre todo de Kant, en tanto mera teoría del conocimiento. De las tres posibles respuestas a la objetividad, la metafísica, el empirismo y la filosofía crítica, es esta última con quien más pretende Hegel polemizar, en tanto figura más acabada del saber filosófico. Inmanuel Kant se había propuesto investigar cómo es posible la experiencia científica, cómo es posible la ciencia en su estructura y validez, terminando en un señalamiento de los límites y esencia del conocimiento objetivo. Para Kant,  el conocimiento es la unificación de la intuición sensible  y  las categorías del entendimiento, pues, un juicio corresponde siempre a una sensación. El giro copernicano es entonces un giro hacia una ontología de la experiencia. Kant sigue la tradición inglesa al considerar que el límite del cogito cartesiano es la experiencia; pero se diferencia al considerar la experiencia como resultado, como conocimiento y no como un punto de partida y su contenido. Para el pensador de Konisgber la experiencia es ya un producto de la actividad cognoscitiva, el resultado de la aplicación de las categorías del entendimiento a las múltiples impresiones sensibles. Es así que los objetos de la experiencia son siempre fenómenos (Phainomeno), una elaboración –imaginaria-  del entendimiento; es una especie de limitación hacia lo que aparece en la conciencia, siendo incapaz esta de llegar a la cosa misma (noumeno), ir más allá de las posibilidades de la experiencia. El conocimiento efectivamente  sería un instrumento, susceptible de comprobación y esquematización, en la aproximación al fantasma de la cosa en sí. El escepticismo de Hegel se pregunta entonces ¿Cómo es posible que un conocimiento considerado como verdadero se queda al margen de lo absoluto?
El carácter exotérico de la filosofía trascendental que manifiesta que al entendimiento no les permitido quedarse con las ilusiones que le aporta su propia naturaleza dialéctica, ha servido para justificar, desde el lado científico, la renuncia al pensar especulativo[iii]. En la dialéctica, la filosofía ha dejado de ser amor al saber, para ser el saber en sí mismo; por ello, radicalmente enuncia Hegel que no se puede tomar prestado ningún método subordinado como el de la matemática como guía del pensar especulativo. La verdad de los objetos matemáticos existe fuera de ellos, en el sujeto de conocimiento, siendo más entidades externas in-esenciales[iv].Como dice el propio Hegel en el Prólogo a  la FE: “[…] el movimiento de la demostración matemática no forma parte de lo que es el objeto, sino que es una operación exterior a la cosa […]”[v]. De esta manera, el Ser, la cosa misma, no se presenta como es, sino como alterado al transitar por medio de expresión que no es la cosa misma como se presentaba en su esencialidad[vi]. El conocimiento considerado como medio, separa y diferencia  la conciencia de lo absoluto, mientras que considerado como instrumento, pretendería apoderarse y mirar lo incondicionado, no lo incondicionado absoluto en sí mismo. Así, declara Hegel que en Kant, la Razón (Vernunf) está limitada a un dominio interno del espíritu y no tiene ningún poder sobre «las cosas en sí», siendo realmente entendimiento y no Razón[vii].
Lo anterior se deduce de la premisa hegeliana de que “Solamente lo absoluto es verdadero o solamente lo verdadero es absoluto”[viii],  esto es, de la identidad entre sujeto y objeto, que demuestra que Verdad es tanto una forma de existencia como de conocimiento. Ahora bien, como dice Theodor W. Adorno: “la dialéctica, en un sentido eminente,  es la filosofía kanteana llevada a su autocomprensión, a su autoconsciencia”[ix]. Lo que hace Hegel  es transmutar el  «a priori» kanteano en una historia de la formación de la consciencia para cada individuo y para cada época, haciendo de la historia el  nuevo «a priori», es decir, que las condiciones de posibilidad del conocimiento se convierten en realidad histórica que posibilita. Hegel al igual que Kant, considera a la experiencia como constitutiva del conocimiento, pero el sujeto constitutivo de toda experiencia, el sujeto trascendental en Kant, es producto del conjunto de experiencia que es en serie, la historia del Espíritu humano, enunciando la necesidad inmanente del tránsito de una figura a otra,  la  "historización del Trascendental" (Aunegua).
En ese sentido, es la experiencia la que hace posible otras experiencias; la nueva experiencia se hace sobre la base de la anterior que había ido configurando al sujeto en general, al cual el sujeto individual se va plegando en su propia formación (Bildung), construyéndose toda una escalera que permite al particular elevarse al universal. La Experiencia queda como lo constitutivo del Sujeto, como la posibilidad de su correspondencia con el objeto dentro de la conciencia, como aquel conjunto de condiciones de posibilidad de su apertura (Relación) al mundo. Del mismo modo, el objeto solo adquiere posibilidad de aparición en su relación con el sujeto, como aquello que su mismidad obliga a reflejar como la no-identidad que permite su identidad.

II
“La Fenomenología del Espíritu” terminada a finales de 1806, no es solamente la introducción y el punto culminante del sistema, sino que lo es en la medida que se conforma como un Bildungroman, una novela para la propia formación de la conciencia, un relato de aventura y esclarecimiento del propio Espíritu en sus manifestaciones; por ello, Ciencia de la Experiencia de la consciencia, ya que muestra que la propia vida (el ser) se quiere comprender a través de la conciencia Racional del ser humano.
La realidad (Realität) del ente, es inmediata aparición, el espíritu que se encarna en el libre acaecer de las cosas contingentes del mundo; su realidad efectiva (Wirklinkait) es sólo en el concepto, aquello que lleva en sí su poder de efectuación de devenir como real.  Hegel no saca de un pistoletazo el Ser, ni se aventura a una introspección meramente digestiva. El camino de la dialectica pretende la unificación de  las diferencias, su reconciliación en la esfera del espíritu en su concepto. La verdad está en el concreto-pensado, solo después que hemos encarado la actividad de la reflexión con entera firmeza y compromiso con la cosa (Sache); así, el movimiento de la consciencia deja de ser un “para sí”  y pasa a configurarse como un “para nosotros”,  una realidad plenamente pensada en la que son unidad esencia y existencia. Dialéctica es el pensamiento que reflexiona sobre la realidad a la vez que reflexiona sobre el pensamiento mismo. O más hegelianamente hablando: en la consciencia filosófica se presenta el Saber absoluto como la certeza del mundo y de sí misma. La Esencia del mundo es sustancia-sujeto que es pensamiento: el Espíritu Absoluto[x].  Como nos dice:

“[…] El resultado es lo mismo que el comienzo simplemente porque el comienzo es el fin; o, en otras palabras, lo real es lo mismo que su concepto simplemente porque lo inmediato, en cuanto fin, lleva en sí el sí mismo o la realidad pura […]”[xi]

El que sólo lo Espiritual (Geist) sea lo real efectivo (Wilklinkeit), no significa con ello que Hegel sea un vulgar idealista, atrapado en la mera subjetividad y las formas trascendentales del entendimiento. La filosofía inicia con la negación de la filosofía, con el pensamiento común, indicando con ello la necesidad del pensamiento para derrumbar todos los presupuestos. Dialéctica es la conciencia consecuente de la no identidad[xii]; por ello, pensamiento de lo concreto. La consciencia no puede abandonar su tendencia de irse más allá de sus propios límites; por el contrario, tomándose a sí misma como pauta, experimenta dentro de sí sus limitaciones, se eleva, al recorrer sus múltiples determinaciones, a lo universal como una pérdida de sí misma que deja como resultado determinado el concepto como realidad eminente. En lenguaje de la “lógica”:

[] El inicio no es la pura nada, sino una nada de la que debe salir algo; ya está, al mismo tiempo, contenido dentro de él (el inicio) el ser. El inicio contiene por tanto a ambos, ser y nada; es la unidad de ser y nada: o es no ser que al mismo tiempo es ser, y ser que al mismo tiempo es no ser […][xiii]

El saber acerca de lo no objetivable por completo (noumeno), manifiesta la necesidad de la reflexividad, ya que condición indispensable del saber objetivo es que se den conjuntamente de lo que significa existir (consciencia sobre el yo y el objeto) y lo que significa el ser en general (la realidad total). No hay ninguna validad en afirmar una distinción entre realidad y conocimiento, pues ambas, son la misma cosa, ya que en el Espíritu, lo real es conocido y lo conocido real[xiv].
Lo concreto como unidad sintética, no significa que lo esencial sea que lo ente puro en su inmediatez determine el inicio de la especulación filosófica, sino que el todo sea un circulo dentro de un movimiento auto referenciado y autopoietico, en donde precisamente lo primero es también lo último, siempre considerando que la “armonía oculta es superior a la manifiesta”[xv]. Para Hegel los hechos inmediatos de lo ente que aparece a la conciencia común, parecen ser un índice positivo de la verdad, siendo en realidad la negación de esta (la verdad); en ese sentido, es que se hace patente la importancia de la crítica en el trabajo del concepto, pues la verdad se establece por medio de la destrucción de dato empírico inmediato y sin embargo, comienza con él[xvi].
El sí mismo del ente, es algunas veces, ser-en-sí (Ansichsein) y otras ser-para-sí (Fürsichsein) ,manifestando con ello, la necesidad de la mediación, que hace patente este sí-mismo del ente en cada uno de sus momentos de manifestación, en lo diferenciado de sus distintos modos de “aparecer”[xvii]. La experiencia que hace entonces la conciencia de ese sí-mismo del ente, es la estructura fundamental del ser y del pensar.
Siendo así, la estructura de la “F.E”, es la esquematización del movimiento ascendente en formación de la consciencia filosófica como esquema necesario, teniendo como momentos y figuras de su constitución la gradación entre: 

A.    Conciencia  (cap. I al III)
B.     Autocosciencia ( cap. IV)
C.     Razón (cap. V)
D.    Espíritu (cap. VI-VIII)

La primera figura,  inicia el desarrollo de la dialéctica del espíritu subjetivo, teniendo como momentos de su devenir: la certeza sensible, la percepción y el entendimiento, siendo su mayor característica el considerarse arrojada completamente hacia la cosa externa, para diferenciarse y darse forma en lo otro como reflejo de sí misma.  La certeza sensible nos enuncia lo que “es”, el “esto” del aquí y el ahora, el singular que sabe lo singular. Pero con ello ya se ha enunciado el universal en general o simplicidad mediada. La esencia es el puro intuir, la relación que permanece igual a sí misma: la determinación del Yo y el no-yo. En su objeto inicial se afirma el yo como lo real existente, como el primer momento intelectivo; luego, como momento negativo, se afirma la conciencia como lo real existente; para terminar afirmando que la relación entre la conciencia y el mundo como lo verdadero real existente. Pero esta certeza sensible de lo concreto inmediato del ente, es la abstracción vacía del ser, por lo que su realidad está dada en su propio perecimiento (Aufeben) en la necesidad del tránsito a otra figura más desarrollada.
La percepción, manifiesta el penetrar de la conciencia en el interior mismo de las “cosas”; pues, es ella en su actividad, quien mantiene unidas y separadas diferentes propiedades que permanecen en el sí-mismo del ente. La coseidad de la percepción, manifiesta una armonía contradictoria, entre la unidad y la multiplicidad. Se trata de considerar una exterioridad desdoblada en el que aparecen como universales el Yo, como ser para sí mismo y ser para otro, y el Objeto, como ser para otro y ser para sí coseidad. Esta unidad de dos lados que es la percepción, manifiesta el movimiento de lo inconstante y lo indeterminado esencial manifiesto en la presencia cósica del ente. La percepción contradictoria de la cosa, hace de la conciencia, conciencia percipiente, un desdoblarse que relaciona exterioridad e interioridad. Pero la percepción toma las cosas en la lógica de su verdad inmediata, por lo que incurre en la ilusión al permanecer presa de la lógica del sentido común frente a las cosas. Sin embargo, la no verdad de la percepción, determina la verdad de objeto que permanece igual a sí mismo. La conciencia se hace entonces consiente de lo que percibe y de su actividad de percepción, rectificándose a sí misma a poner límites a su percepción, para encaminarse al reino del entendimiento, que toma como objeto el universal incondicionado en cuanto forma.
El entendimiento, es la fuerza que mantiene unidas  las diferencias en el interior del sí mismo de la cosa. La pregunta es por la autonomía del Ente con relación al pensamiento. Hegel responde diciendo que la forma de la objetividad, proviene del sujeto, siendo este quien pone en el ente, la cualidad de ser entitativo, coseidad.  El mundo Supra sensible de las esencias incondicionadas es alcanzado gracias a que en la percepción la cosa ya había devenido objeto de la consciencia y con ello, concepto primitivo, como percepción de algo externo. En el entendimiento refleja ese concepto en sí, sabiendo que el contenido tenido en la percepción- y más antes en la certeza sensible-, es constituido por la actividad del entendimiento, disolviéndose en su propia unidad.  Lo que Hegel está queriéndonos decir, es que no es posible un conocimiento sin mediación del yo y, con él, del lenguaje, aclarando rotundamente que de esto no se debe seguir que la realidad no existe en sí misma o este fuera de nuestro alcance. Lo real está más allá de la consciencia, aunque el concepto sea el único medio de su conocimiento. No se trata de ser alcanzados por una revelación divina, de una intuición que llega, sin más, al Saber Absoluto; por el contrario,  es por medio del entendimiento y su trabajo conceptual. La conciencia es la concreción del universal abstracto, la vida hecha concepto.
Los tres capítulos dedicados a la figura de la Conciencia, constituyen las etapas de la formación del concepto (Begriff), siendo este, como ya dijimos, el momento verdadero en tanto sujeto[xviii]:
[…] Sujeto es por tanto, la substancia verdadera, el ser o la inmediatez que no tiene la mediación fuera de sí, sino que es esta mediación misma […][xix]
Conocemos el mundo objetivo porque este es la pura contradicción de nuestra existencia, por lo que me da los elementos del concomimiento del yo y del mundo. El sujeto es puro devenir, siendo la dialéctica la propia vida de ese sujeto, en el desdoblamiento del sí mismo, su aparición y su posterior negación, para reconciliarlos en un sujeto abstracto en-sí y para-sí. Hegel mantiene la realidad del mundo sensible inmediato de lo concreto, pero en su superación abstracta, como espíritu absoluto o idea pura. El sujeto es el absoluto. El absoluto como verdad es el sistema. La ciencia es solo en la forma del sistema. Así, en la ciencia, el sujeto absoluto (Dios) se piensa a sí mismo.
Pero al saber absoluto no le basta con la conciencia; no es solo saber del ente, de lo otro, sino sobre todo, saber de sí mismo: Autoconsciencia, Razón y Espíritu, para entrar propiamente en el reino de lo incondicionado que es la verdad.  Detengámonos acá, en el punto en el que entramos ya en el reino propio de la moralidad, el transitar de la dialéctica del espíritu subjetivo y entramos en la dialéctica del espíritu objetivo, dejando a un lado la ontología del pensamiento, para pasar a la ontología del ser social.



[i] según críticas de E. Dussel en "El Encubrimeinto delo Otro", 2015, p. 101.
[ii] Fenomenología del Espíritu, p. 15
[iii] Ciencia de la Lógica, p. 183.
[iv] Marcuse, H. "Razón y Revolución: Hegel y el Surgimiento de la Teoría Social, p. 101
[v] Fenomenología...p. 29
[vi]   Y si el conocimiento no es un instrumento de nuestra actividad, sino, en cierto modo, un médium pasivo a través del cual llega a nosotros la luz de la verdad, no recibiremos esta tal como es en sí, sino tal y como es a través de este médium y en él" En: Fenomenología... p.51
[vii] Razón y Revolución... p. 101
[viii] Fenomenología... p. 56,
[ix] Adorno, Th. W. "Tres Estudios sobre Hegel" p. 76.
[x] Anaxagoras Fragmento 12.- "Las otras cosas tienen una parte de todo; pero el Nous es infinito, autónomo y no se mezcla con nada; sólo él es sí mismo y por sí mismo, pues, si no fuera por sí mismo y si estuviera mezclado con cualquier otra cosa, participaría de todas las cosas en la medida en que estuviera mezclado con una de ellas. Pues, en todo, hay una parte de todo, como hemos dicho anteriormente. Y lo que estuviera mezclado al Nous le impediría tener poder sobre cada cosa, como lo tiene ahora estando sólo por sí mismo. De todas las cosas es la más ligera y la más pura; posee todo tipo de conocimiento y la fuerza más grande..."
[xi] Fenomenología... p. 16
[xii] Adorno, Th. W. "Dialéctica Negativa", p. 156
[xiii] Ciencia de la Lógica , p. 219
[xiv] Bela Weissmahr
[xv] Heraclito  frag. 54) HIPÓL., IX 9, 5: La armonía invisible vale más que la visible.
[xvi] Razón y Revolución, 32
[xvii] Fink, , p. 23
[xviii] Palmier. 40
[xix] F.E. 24

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