La noción de mímesis en Aristóteles

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Acción y autonomía estética.

El motivo de la presente reflexión, es realizar un recorrido por la noción de mímesis en la antigüedad y más concretamente en lo que esta significaba para Aristóteles, ya que como señala Marchán Fiz, la mímesis es uno de los principios estéticos definitorios de la misma idea de arte que más se resisten a morir, pues parece rebrotar siempre que se plantea las relaciones entre el arte y la realidad. 


De igual forma el concepto de arte como mímesis, como imitación, es sin duda el más asentado en la historiografía artística desde la prehistoria y desde la tradición estética griega. Si no todos los pensamientos estéticos hallaron de inmediato una expresión verbal y en cambio, fueron expuestos en la obra de arte, en la forma, el color o el sonido, la actitud estética primitiva se resumía para los primeros griegos, (Arístides y su Choreia), en su carácter expresivo, de manera que la mímesis era la expresión de la realidad, su imitación, que después derivó en la representación de la realidad por el arte: teatro, pintura, escultura. Imitación en el sentido del actor, no del copista. La palabra que no aparece en Homero ni en Hesíodo, según los historiadores, pasó de referirse a los misterios de los cultos que realizaban y representaban los sacerdotes en los que intervenían el baile, la música y el canto, según atestigua Platón, a incorporarse a la terminología filosófica designando la reproducción del mundo externo. Si bien parece que Sócrates tuvo algunas reticencias en llamar mímesis al arte de pintar, Platón y Demócrito la utilizaron para denotar la imitación de la naturaleza, aplicable a las artes utilitarias que copiaban la apariencia de las cosas. Platón cambió la concepción de mímesis a mera descripción de las cosas, ya que no aceptaba que el arte imitase la realidad porque la imitación no era el camino apropiado a la verdad, es decir, concibe la mímesis como una participación- pálida- del mundo de las Ideas, en el que la composición de las imágenes por el arte es la encargada de encarnarlas en formas perceptibles. Al final, aceptó una mímesis reproductiva, (artesanal) y otra ilusionista, (fantástica); teoría apoyada por Gorgías: el mejor es el que induce a error al espectador). Pero esta afirmación de la mímesis como imitación de la realidad, más o menos afortunada en cuanto copia del original, queda un poco vacía y no dice nada de las múltiples articulaciones que ha encontrado esta noción en las diferentes teorías estéticas. Aristóteles, con su viraje al mundo físico propone otra teoría para la mímesis atribuyendo a esta la necesidad innata de imitar no ya las Ideas, sino los caracteres, toda la realidad natural y humana, así como las acciones y las pasiones humanas. Sostenía que la imitación artística puede presentar las cosas más o menos bellas de lo que son, como podrían o como deberían ser: “puede y (debe) limitarse a las características de las cosas que son generales, típicas y esenciales. (Poética). De esta forma, el arte imita la realidad, pero no como copia fidedigna, sino en un libre enfoque de la realidad, el artista puede representar la realidad de un modo personal, lo que parece una fusión del concepto ritualista y socrático. Para Aristóteles, la mímesis fue en primer lugar la imitación de las actividades humanas para ampliarla después a la imitación de la naturaleza, pero como libre creación de los elementos de esta a través del conocimiento adquirido por medio del arte. Este arte debe ser entendido como no útil o artesano, en el sentido que la techne tenía en la antigua Grecia y que viene a ser el de técnica aplicada a una ciencia. Arte como conocimiento de lo no estrictamente necesario, es decir como acción y (no necesariamente) acompañado de la producción, aunque hay autores para los que existe una identificación total del arte aristotélico, entre acción y producción. Quizá se trataría más bien de diferenciar que, si en la acción de una técnica como conocimiento se busca siempre una meta o finalidad, en el arte lo que se busca es modificar la realidad mediante la aplicación del conocimiento, es decir se busca la producción:”Las demás producciones se llaman creaciones y son efecto de un arte, o de un poder, o del pensamiento…”.El objetivo del arte está fuera de sí mismo, busca hacer, no un obrar, sino una producción que imita la naturaleza, no las Ideas, sino que representa aquello que la naturaleza no puede hacer. Esta afirmación contenida en la Poética supone un giro respecto a todas las concepciones anteriores de mímesis, pues señala una soberanía, una autonomía en la acción artística. De ser un pálido reflejo del mundo eterno e inmutable, pasa a ser un reflejo del mundo sensorial, (y los sentidos son para Aristóteles una forma de conocimiento), excluye la anamnesis dando lugar a la autonomía que mejora el concepto escueto de imitación, mejorándolo porque la mímesis no es ya imitación restringida a las apariencias sino también imitación de las cosas como pudieran o debieran ser. En este sentido el arte poético es superior a la historia, ya que esta se limita a describir hechos acaecidos, irrepetibles que no se pueden universalizar. Producir, crear, imitar se convierten en complementarios. En la concepción platónica del arte los poetas son unos mentirosos, porque promueven figuras que se muestran como verdaderas que engañan a los sentidos al mostrarse como realidades paralelas de las formas puras, con lo que el problema parece estar en la relación de la mímesis (poética) con lo real. Sin embargo en la concepción aristotélica se elogia a Homero porque enseñó a los demás a contar mentiras como es debido. Aristóteles, en cambio, parece negar la identidad entre la mímesis y el reflejo de una realidad de otro orden en la que su maestro basaba su ontología y su crítica del arte.





Hay que recordar que arte y poesía son sinónimos en el mundo griego. Aristóteles parece restringir la noción de mímesis a la de praxis, es decir, la imitación que produce el arte no se refiere a cualquier cosa, sino a las acciones de los hombres. No hay una reducción de la mímesis como conducta imitativa de la naturaleza, el mundo sensible no aparece como copia de las ideas porque la producción lo es siempre de cosas singulares y esta praxis como objeto del arte o hacer poético, no se reduce a la mera conducta imitativa sino a una acción previamente deliberada entre las diferentes opciones a escoger para conseguir el propósito que persigue. Hay entonces, una acción y una elección, es decir, una autonomía. Esta se muestra, por ejemplo, en la creatividad que los pintores efectúan al pintar a los hombres: “Polignoto los pinta mejores, Pausón peores, Dionisio iguales. Es evidente que cada una de las mencionadas artes imitativas comprenderá estas diferencias y se hará diferente al imitar de tal manera diferentes objetos.”Es decir hay un doble sentido en el hacer artístico, por un lado desde el punto de vista poético o de la construcción de la obra (poiésis) y desde el punto de vista estético o de la recepción de la obra por parte del espectador. Pero para no caer en la trampa engañosa de la sofística alejada de lo real, Aristóteles afirma la condición necesaria de que los sucesos se ajusten a lo posible, a lo real, para así ligarlos a la filosofía y al conocimiento verdadero. Esta necesidad implica que los sucesos deben poseer una trama coherente y lógica, con lo que parece que el poeta o artista aplica su conocimiento a la elaboración de un mito que se define como una trama de acciones en una estructura coherente, que de otra manera sería informe o improbable. De la estructura de la trama depende la belleza y la verdad de la obra, es decir de la proporción de las partes y su unión, y de la mediación que permite reconocer la trama formal de la obra y seguirla. La creación artística aparece como un proceso imitativo de algo que es externo a la obra, la praxis humana. Paradoja que se observa en la tragedia, pues lleva adelante una imitación de la conducta humana transformándola, elevándola, o en la música, la más expresiva de las artes para Aristóteles pues imita estados morales y las imitaciones provocan sentimientos afines en los oyentes. La importancia de la Ética a Eudemo para la estética de Aristóteles ha sido recogida en Historia de seis ideas. Según Tartarkiewicz, la experiencia estética había sido expuesta por Aristóteles de forma completa o decisiva en sus obras éticas. Oculta en ellas, aún sin citarla como experiencia estética se describe exactamente lo que entendemos como tal. Aún cuando es parte de una teoría más compleja se resaltan varios puntos:
Experiencia de un placer tan intenso que deriva de observar o escuchar una obra; llega a producir la suspensión de la voluntad, puede llegar a ser un placer excesivo pero que a diferencia de otros placeres que cuando son excesivos se convierten en repugnantes, nadie encuentra repúgnate un exceso en la experiencia estética; esta experiencia es característica del hombre y sólo de él, las otras criaturas experimentan otro tipo de placeres y eso que sus sentidos son más agudos, con lo que la agudeza de los sentidos no explican por sí solos la experiencia estética y por lo tanto este tipo de placer se origina en las mismas sensaciones. Se disfruta de las cosas por sí mismas o por las cosas que se asocian a ellas. Como señaló el Aquinate el placer humano no sólo es biológico como en los animales sino que se da en los objetos sensibles; si bien nuestro conocimiento de la belleza se origina en la concentración de nuestros sentidos, estos no parecen marcar el fin de la experiencia sino su principio, lo que marca el camino para alcanzar el conocimiento que da la obra de arte. La mímesis se convierte para Aristóteles en una re-presentación, re-creación de la praxis de las acciones humanas que se presentas como posibilidades futuras. La mímesis aparece como un concepto procedimental, inicial, que no excluye nada, el objeto es siempre conocer, conocer la universalidad desde la novedad que introduce el mito, lo que supone una apertura. El mito regula en su trama la posibilidad y su verosimilitud, (verdad poética), regula la valoración ética de sus actores pero centrado en sus propias acciones.







En el mito aristotélico que nutre su idea de mímesis, la voluntad humana existe, no es pura sujeción a los designios de los dioses; comprender el proceso de mímesis artística es un acontecimiento generador de placer, tal y como quiso Ricoeur, un placer no sólo relacionado con lo agradable, sino con el saber, el conocer y el comprender. En este sentido la tragedia no copia las acciones humanas imitándolas para que sean reconocidas por el espectador, como los eslabones de una intriga, sino restituir el sentido de la acción en un proceso estético y educativo, persigue el re-conocimiento, la instrucción, (paideia), de los ciudadanos, no sólo persigue la purificación de las pasiones o catarsis, sino que en su imitación quiere mostrar los caracteres radicales de los hombres, sus conflictos. El fenómeno estético, la experiencia estética, busca también el reconocimiento de la semejanza, (los humanos aprendemos por imitación), entre el espectador y el héroe de la tragedia, busca sentir las pasiones y los excesos de los héroes y sintiendo sus miedos y su compasión, comprender la moderación, la prudencia. No se consigue una verdad al modo histórico, descriptiva, es decir mostrada, sino una verdad metafórica construida por el relato que se refiere en lo esencial a las acciones humanas y como tal entrelazada entre lo alegórico de la metáfora y las posibilidades que abren las acciones humanas. Aristóteles no creía diferentes al historiador o al poeta porque escribieran en prosa o verso, sino en que el primero cuenta las cosas tal cual sucedieron y el segundo como era natural que sucediesen o puedan suceder. Es preferible que el paradigma supere a la realidad, es mejor lo convincente imposible que lo posible no convincente, y así “es preferible que Zeuxis pintara de esa forma a las personas, aunque se supiera que no existían así”. Lo que caracteriza a la mímesis aristotélica respecto a la platónica es que mientras Platón aplica la mímesis a todas las artes y a todas las cosas en su conjunto, en lo que lo importante es la relación o grados de semejanza entre sí o con las Ideas, en Aristóteles no es la relación de semejanza como mímesis-copia sino como un proceso de construcción que se opone a un carácter pasivo de copia. Hay, como ya he señalado antes, una posición autónoma por parte del espectador, que proviene de este hacer mimético. Ricoeur dijo que no cabe mímesis más que donde hay un hacer. El mythos y la mímesis no son entendidos como estructura sino como operación. Una operación paradójica para Ricoeur pues es “curiosa imitación, la que compone y construye aquello mismo que imita”. Sin embargo, ya comenté que la mímesis aristotélica no consiste tampoco en duplicar la realidad, sino en re-hacerla, re-construirla. La utilización de la metáfora es fundamental para Aristóteles para la construcción del relato, tanto retórico o poético, lo que Adorno eludirá sistemáticamente para centrarse en la fantasía del mythos, pero ambos coinciden en que la forma de conocimiento que el arte promueve es no discursiva, no conceptual. Aquí residiría su fuerza, en la capacidad de instrucción al ciudadano por medio de la catarsis en vez de por la retórica y en la ventaja que Adorno ve al convertirla en la alternativa al pensamiento fetiche que subsume lo particular en lo universal ideológico. Si bien la obra no puede alejarse de aquello que imita, tampoco puede perder su carácter de creación. La relevancia de la acción se observa también en que aparece de dos formas en la concepción aristotélica: como lo que es imitado y como lo que es construido. Hay una relación de esencia entre los elementos y el mhytos, entendido siempre como trama que organiza dichos elementos, como estructura, y no sólo de relación y efecto. Es quizá, aquello que Adorno llamó el residuo de la obra de arte, lo que se resiste a la interpretación. Resultado quizá de la función metafórica, si seguimos a Ricoeur, y del desplazamiento de sentido propio de la metáfora, de forma que la mímesis es interpretada desde la metáfora y la metáfora desde la mímesis, resultado de la elevación de sentido operada por la mímesis mediante la construcción de la trama. La noción de mímesis en Ricoeur implica también una teoría de la verdad, que inicialmente se plantea como verdad metafórica, y se aparta de la concepción de verdad-adecuación propia de la noción de representación. A pesar de que esta metáfora propuesta por Ricoeur participaría de la doble tensión que caracteriza a la imitación, la sumisión a la realidad e invención de la trama. La dificultad estriba en hallar la referencia esencial de experiencia humana expuesta en la obra de arte, en lo que el artista ha querido expresar. Interpretar o llevar al texto a decir algo nuevo, en el sentido metafórico con el que Aristóteles define el lenguaje: trasladar los nombres. La recepción de una obra es lo que Aristóteles denomina estética y su captación de sentido es la (necesidad de) interpretación. Siempre será necesario trascender la inmediatez, salvo quizá en la música, para alcanzar la verdad de la obra a través de un argumento filosófico que cierre el círculo hermenéutico para su comprensión, aunque ya sabemos por Adorno, que esta empresa, aunque necesaria es siempre infructuosa ante una obra que deja un excedente que se resiste. Quizá sea esta sombra la que no permite la re-interpretación, trascienda su mundo y nos deje desacoplados ante ella.
Aristóteles propone una autonomía tanto para el arte como para la experiencia estética del espectador, y si bien se ha considerado la hostilidad platónica a la poesía el reconocimiento de esa autonomía, es Aristóteles quien por primera vez defiende, expone y admite implícitamente esa autonomía sin recurrir en su defensa a soluciones fuera de la razón conceptual y estableciendo además lo que es arte y lo que no lo es, y los rasgos de la experiencia estética. Si en la definición de mímesis clásica la concepción de la obra aparece subordinada al modelo de la naturaleza, en la autonomía aristotélica concebir el arte sólo como dependencia mimética sería una lectura restringida de mímesis, implica una normatividad que introduce parámetros que incluso Kant abolió: la finalidad sin fin del arte especifica una autonomía, su independencia respecto al servicio forzoso a otra esfera cualquiera, moral, religiosa, política, que son señaladas expresamente por Aristóteles en su Poética como pertenecientes al “no arte”.
La tesis de la imitación le permite a Aristóteles incluir la autonomía de la obra de arte en una autonomía mayor, la del pensamiento abstracto. Queda el problema de regular el orden de la obra desde fuera, -aunque según Gadamer, en todo arte, aún en el más extravagante existe uno-,que imposibilita conocer el orden interno de la obra de arte y al mismo tiempo le da su carácter autónomo ya que no hay un orden exterior que lo determine, lo que también implica una autonomía que se apoya en una soberanía del conocimiento. Lukács dijo que si el arte es un reflejo de la realidad, la obra de arte sería ante todo un modo de conocer. Aunque también está la opción de pensar con Baudelaire que el arte como mímesis ha perdido vigencia a medida que se ha concedido primacía a la imaginación y la fantasía o cuando se parte del convencimiento de que en la actividad artística predomina la invención o creación sobre la imitación. O decir, como señaló Engels, naturalismo y realismo, contra el arte de tendencia.

Bibliografía:
Adorno, Teoría Estética. Ed. Akal 2004
Aristóteles, Poética, Metafísica, Ética a Eudemo, Ética a Nicómaco...Ed Alianza,
Barbero, Santiago G, La noción de mímesis en Aristóteles, Ed Ordia Prima Studia, 2004
Gadamer H-G, Verdad y Método I y II, Ed, Sígueme,2010.
Givone, S, Historía de la Estética, ed Tecnos 2009.
Marchán Fiz, S, Teoría Estética, Uned.
Mauro S, La forma paradójica de la mímesis en Aristóteles y Adorno. A parte rei. Nº41. 2005
Martínez Sánchez A, Invención y realidad. La noción de mímesis como imitación creadora en Paul Ricoeur. Dianoia, Nº 57 2006.
Sosa F, Autonomía en la estética de Aristóteles. A parte rei, Nº22.
Spang K, Mímesis, ficción y verosimilitud en la creación literaria. S P U, Navarra, 2005.
Tatarkiewicz, Historia de seis ideas Ed, Tecnos 2001. Hª de la estética antigua. E-Book Google.
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