El placer en juego en el deporte y la filosofía.

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 La filosofía es la ciencia de los deportistas, un ejercicio placentero y una ocupación aficionada - Ortega y Gasset.

Esta es la primera entrada de una serie de artículos previstos para mediados de septiembre en adelante donde se hablará de deportes y filosofías, concretamente se trata de un anecdotario de deporte y filosofía.

Partiendo de la afirmación de Ortega, incluyo al filósofo dentro de la vocación del deportista, en cuanto a que su eficacia radica solo en cierto sentido a la capacidad creativa acostumbrada a un modo de expresión marcadamente conceptual. El filósofo busca el concepto y nos describe las rutas para su encuentro, y a la vez, el filósofo no hace otra cosa que buscar las mismas rutas mientras describe un concepto. Por esto que se torna necesario describir en primer lugar la ocupación aficionada y juguetona del filósofo mientras trabaja, que necesita -quizá- para su solución de la pregunta Spinoziana: ¿Qué puede un cuerpo?.

En primer lugar, tanto en deporte como en filosofía es necesario para su disfrute de un cierto alivio existencial y actitud autorrealizadora, por lo que el individuo -sin llegar a la perfección- necesita encontrarse en un estado de suficiencia , alegría, alta autoestima y goce, cosa que le capacita para practicar el juego, es decir, para utilizar -si cabe- todos sus recursos solo por la obtención placentera del momento.

El filosofo que hace filosofía no pierde de vista que esta inmerso en un juego, consciente de la existencia de unas normas y su cumplimiento, y que al igual que en cualquier deporte las reglas dependen del sistema y organización de la especialidad que ejercita. Un ejemplo: El historiador que se sirve de la filosofía para explicar la utilización de un concepto pasado, se centra explícitamente en enunciar los estímulos descriptivos que permitan diferenciar los acontecimientos, como en el amor romántico de la época victoriana, y no se involucra en la forma de otros conceptos matemáticos o de ocupación médica, ya que no le es necesario. Así en deportes ocurre algo similar -y demasiado obvio- apuesto a que ningún jugador de fútbol confundirá las reglas de su deporte con las de cualquier otro, pues estaría fuera de las reglas del juego.

En otros casos el deportista estará seguro de que hace deporte en un sentido general, que pudiera ser una modalidad al aire libre como correr, andar, subir una gran cuesta o saltar una valla. Aquí el individuo no esta inmerso en ningún sistema, pudiendo expresarse libremente. Como el filósofo que gusta de meditar cinco minutos en cada cosa, o sale en busca de aforismos.

Y en los dos casos, ya se encuentre en un ejercicio libre de reglas o en algún otro juego especifico, tanto el filósofo como el deportista temen el periodo de preparación -la famosa pretemporada. Hay un momento en la puesta a punto en el que no se tienen las capacidades corporales necesarias para realizar lo mínimo, la capacidad de esfuerzo, de soportar largas carreras y mantener -al mismo tiempo- un estado intensivo óptimo, que permita rectificar ante cualquier cambio en el juego, hace que el individuo caiga frustado y con ganas de abandonar. Pero este tiempo que en deportes consta de solo unos meses, en filosofía se alarga unos cuantos años. Hablo de la capacidad de esfuerzo, no conceptual, es decir, la capacidad de mantener una velocidad e intensidad alta en el ejercicio del deporte y la filosofía, dejando a un lado la mejor utilidad en cuestiones metodológicas o variaciones corporales y teóricas que contribuyen a la organización de un sistema. Digamos de un futbolista que sin conocer aún su desempeño ni posición en el terreno de juego se dedica a correr, realizar flexiones, triceps, saltar vallas, responder a un pitido con una carrera de máxima intensidad, etc. O del filósofo que lee una y otra vez sus notas sobre la historia de los filósofos, sobre sus acontecimientos, la vida que llevo y la necesidad de sus creaciones, también cuando mantiene recta su lectura sin caer en el "snobismo", esforzandose conscientemente en la comprensión de un texto.

Como conclusión, y salvagurdando las diferencias cualitativas, filosofía y deporte en lo que se refiere a intensidad y capacidad de disfrute: una y la misma cosa. En las cantitades de esfurzo, en los increntos de capacidad, placeres y beneficios, la filosofía y el deporte funcionan como administradores naturales de goce, ahora en las cualidades, allí, en las reglas y diferenciación se encuentran las diferencias. Por eso ahí que crear el sistema donde jugar.
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