Para Alessandra
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| Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494), filósofo clave del Renacimiento italiano, cuya obra "Oratio de hominis dignitate" se considera el manifiesto del humanismo. | 
En la aurora del Renacimiento, cuando Europa comenzaba a emanciparse del rígido orden teocéntrico medieval, surgió una voz que expresó con fuerza inédita la confianza en la libertad y en la grandeza del ser humano. Esa voz fue la de Giovanni Pico della Mirandola, filósofo italiano que, en 1486, escribió la célebre Oratio de hominis dignitate, o Discurso sobre la dignidad del hombre, que fue concebida como prólogo para sus Novecientas tesis filosóficas, cabalísticas y teológicas. No obstante, como suele suceder con las obras excepcionales, la Oratio trascendió por mucho el resto de la obra, y terminó por convertirse nada menos que en el manifiesto del espíritu humanista, lo que equivale a decir: en la substanciación metafísica de la libertad creadora de la humanidad y en una de las más altas expresiones de la historia y la conciencia del Renacimiento.
El núcleo del discurso es una imagen poderosa: Dios, al término de la creación, ya ha dispuesto los lugares y naturalezas de todos los seres. A los ángeles les otorga la inteligencia pura; a los animales, el instinto; a los astros, el movimiento eterno. Solo el hombre queda sin naturaleza determinada. Ante el asombro de los coros celestiales, Dios le dirige estas palabras: “No te hemos dado un lugar fijo, ni una forma propia, ni una función particular, Adán, para que tú mismo las escojas y las poseas según tu propio deseo.” En esta escena alegórica se encierra la tesis central de la Oratio de Pico: la dignidad humana consiste en la libertad de autodeterminarse, en la capacidad de modelar el propio ser a partir de la elección racional y moral. Los humanos, a diferencia de los demás seres, no tienen un lugar asignado en la jerarquía cósmica: pueden descender hasta la condición de bestias o pueden elevarse hasta la divinidad. Todo depende del uso que decida hacer de su libertad. De esta apertura infinita depende tanto su miseria como su grandeza.
El hombre es para Pico un microcosmos. Está situado en el centro del universo, y es capaz de reflejar y unificar todas las dimensiones de la realidad. No obstante, su dignidad no proviene de su posición ontológica sino de su actividad sensitiva, de su praxis, de su infinito poder de transformación: haber sido hecho a imagen y semejanza del Creador hace del hombre un creador en, para y de sí mismo. Quizá sea por eso que, en la Oratio, Pico fusione diversas tradiciones histórico-culturales —la teología cristiana, el neoplatonismo, el aristotelismo, la cábala hebrea, etc.— a los efectos de construir una visión integral de la condición humana. Según él, la humanidad ocupa una región intermedia entre lo material y lo espiritual, y su tarea es ascender, a través de las jerarquías del ser, desde la sensibilidad hasta la contemplación de Dios. Este proceso de ascensión no es automático ni está predeterminado: exige el ejercicio activo -de nuevo, la praxis- del entendimiento y la virtud. Así, la libertad se convierte en vocación de perfeccionamiento y la dignidad en compromiso ético y ontológico. Pico expresa una fe absoluta en la posibilidad humana del saber como acción. Frente a la quietud de la visión medieval del hombre como ser caído y dependiente de la gracia, el pensador florentino ve en él una chispa divina, capaz de atreverse de continuo a encender el fuego eterno de la libertad.
Saber, para Pico, no es acumular conocimientos. Es, más bien, participar de la inteligencia divina mediante la purificación del alma. Filosofía y teología no se oponen, en todo caso, convergen en la búsqueda de la superior unidad del saber. La dignidad, en consecuencia, se manifiesta también en el impulso hacia el saber absoluto, hacia la aspiración de integrar todas los ethos históricos en un solo horizonte de verdad. Y, en este sentido, la Oratio no es una simple apología de la autonomía humana. Hay en ella un fondo profundamente teológico: la libertad del hombre es la imagen y participación de la libertad divina. Si el Creador le concede a la humanidad la capacidad de elegir su propio ser, es porque la ha hecho partícipe de su poder creador. De ahí que la dignidad humana tenga un doble sentido: es un don y una tarea, una gracia y una responsabilidad, pues, como afirmara el gran Stan Lee: “todo poder conlleva una gran responsabilidad”.
Es verdad que la naturaleza del hombre es la de ser libre. Pero su libertad implica una exigencia ética y política: la de orientarse hacia lo más alto, hacia la contemplación de la divino. El tono, en clave de exhortación del discurso, subraya, en sentido enfático, la dimensión ética. Pico invita al hombre a no contentarse con la vida inferior y, consecuentemente, a elevarse hacia el saber y la virtud: “No nos conformemos con lo terreno, despreciemos lo que es bajo y aspiremos lo celeste.” La dignidad no es un privilegio natural o adquirido: es un camino que se conquista, un resultado, al decir de Hegel. En tal sentido, la Oratio puede leerse como una pedagogía de la libertad: el hombre digno es aquel que ejerce su libertad para alcanzar la verdad y la bondad, convirtiéndose en semejante a Dios no por naturaleza, sino por esfuerzo. Desde el punto de vista histórico, la obra de Pico marca un punto de inflexión entre la cosmovisión medieval y la moderna. La Edad Media concebía la dignidad en términos jerárquicos: derivaba del lugar que cada ser ocupaba en el orden divino. En Pico se redefine el concepto desde la indeterminación y la creatividad. La humanidad no tiene una esencia fija sino que, más bien, es una potencia abierta. Su dignidad no radica en lo que es, sino en lo que puede de continuo llegar a ser. Esta idea anticipa, en cierto modo, no solo la promulgación del cogito cartesiano, sino de la concepción moderna de la autonomía subjetiva como fundamento de la ética y de la política modernas.
La Oratio sobre la dignidad del hombre comporta la confianza renacentista en la armonía de razón y fe, de naturaleza y espíritu. Al afirmar que todas las formas de conocimiento —la filosofía, la teología, la magia, la cábala— son manifestaciones de una misma verdad divina, Pico eleva la dignidad humana al rango de principio cósmico: la humanidad es la interpretación viviente del universo, el movimiento donde confluyen todas las esencias, el punctum dollens en el que el cosmos se reconoce a sí mismo. En última instancia, la Oratio de hominis dignitate es una metafísica de la libertad, una ontología del ser social. Es la afirmación de que el destino del hombre no está escrito, que su grandeza no proviene de lo que recibe sino de lo que elige ser. Esta concepción no solo define el espíritu del Renacimiento: abre el camino a la modernidad filosófica, desde Kant -quien concibe la dignidad como la autonomía de la razón moral-, hasta Hegel y Marx, quienes la comprenden como la autoconciencia de la libertad. Para Pico, la dignidad es la expresión primera, el fundamento mismo, del ser y del saber: el hombre es digno porque es libre, y es libre porque participa de la libertad creadora del Deus sive Natura..
José Rafael Herrera
@jrherreraucv
 
 
 
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