Vico y la filosofía de la historia: La ciencia nueva y el historicismo

Análisis de la 'Ciencia Nueva' de Giambattista Vico, oposición al cartesianismo y fundación del historicismo filosófico con su 'corso e ricorso'.
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Vico y la historia

“Verum et factum reciprocatur seu convertuntur”

G.B. Vico

Los Principios de Ciencia Nueva, o En torno a la naturaleza común de las naciones, de Giambattista Vico, fueron publicados por primera vez en 1725 y sucesivamente corregidos y aumentados en 1730 y 1744. Se trata de una de las piedras angulares para el surgimiento y fundamentación de la filosofía de la historia moderna y contemporánea. En ella, su autor expone los principios de una nueva ciencia, una ciencia de lo humano y, más específicamente, de una ciencia que permite dar razón de la “historia ideal eterna”, de las leyes universales que rigen el devenir de las naciones y, a la vez, el desarrollo de la conciencia humana. En abierta contraposición al cartesianismo de su tiempo, que despreciaba la historia y pretendía fundar todo conocimiento posible sobre la “claridad y distinción” de la razón matemática, Vico formula un principio radicalmente opuesto: Verum ipsum factum: la verdad es idéntica a lo hecho, un principio que devendrá la concepción original del historicismo filosófico sobre la historia como creación del espíritu humano.

Ilustración del filósofo Giambattista Vico explicando su teoría del 'corso e ricorso', los ciclos de la historia que fundamentan el historicismo filosófico.
Giambattista Vico, autor de la "Ciencia Nueva", revolucionó la filosofía al proponer que solo podemos conocer aquello que hemos creado: la historia.


Y, en efecto, la Ciencia Nueva se sustenta sobre el principio del Verum ipsum factum, cabe decir, sobre la idea de que sólo se puede conocer efectivamente lo que se hace, aquello que ha sido producido, creado, hecho por la humanidad. Dios conoce el mundo de la naturaleza porque lo ha creado. Los hombres, en cambio, conocen el mundo de la historia, porque ella es la obra de sus propias acciones. Por eso mismo, la verdadera ciencia de lo humano es la ciencia de la historia, la ciencia de los hechos sociales, jurídicos, lingüísticos y políticos, mediante los cuales la humanidad se construye y constituye a sí misma. Por eso mismo, el derecho viquiano no parte del derecho natural, sino del “derecho de gentes”.

Antes que Kant, Vico se propone realizar (Wirklichkeit) el “giro copernicano”, es decir, la reivindicación del valor del mundo de la historia, más allá de los inevitables nexos existentes con la naturaleza. Y así, mientras las filosofías racionalistas o empiristas intentan precisar las leyes universales y necesarias del orden físico y las extienden mecánicamente a la sociedad, Vico sugiere encontrarlas en el orden civil. El saber histórico, en consecuencia, no se limita a “echar el cuento”, a la crónica o a la mera descripción de hechos particulares, sino que aspira descubrir “la naturaleza común”, el en y para del desarrollo del ser de las naciones y de su conciencia social. La historia, para Vico, no es una simple cronología, sino una concepción de la vida, una auténtica, verdadera filosofía de la historia.

El segundo principio fundamental de la filosofía viquiana es el del “corso e ricorso de las cosas humanas”, que es el movimiento que caracteriza el tránsito continuo de la historia de la humanidad. Vico sostiene que las sociedades no evolucionan ni en una línea recta ni en un círculo cerrado -en un 'eterno retorno'-, sino que atraviesan ciclos paralelos pero no sincrónicos, en los que determinadas instancias pueden manifestarse de un modo análogo, pero nunca idéntico. Cada ciclo histórico comprende tres grandes edades: la Edad de los dioses, la Edad de los héroes y la Edad de los hombres. En la Edad de los dioses, el espíritu humano se encuentra dominado por la imaginación y el temor religioso. Los hombres primitivos (bar-bar), incapaces de pensamiento abstracto, conciben los fenómenos naturales como manifestaciones divinas y se comunican mediante símbolos, mitos y ritos. Surge así la primera sabiduría de los pueblos: una sabiduría poética, que encuentra su expresión en la religión y en el mito y la fábula. 

El segundo ciclo es el de la Edad de los héroes, que representa una etapa intermedia entre los dioses y los hombres: los pueblos se organizan en aristocracias guerreras y establecen jerarquías fundadas en la fuerza y el honor. El lenguaje se vuelve heroico, la poesía épica sustituye al mito, y el derecho asume una forma desigual: privilegios para los nobles, sujeción para los plebeyos. Es el mundo descrito por Homero o por Virgilio en la Ilíada y la Eneida, el ciclo de los linajes fundadores y de los códigos del honor.

Finalmente, el tercer ciclo, es el de la Edad de los hombres, el cual inaugura el reino de la razón y de la igualdad civil. Los pueblos crean instituciones políticas estables, leyes racionales y sistemas de justicia universal. La poesía cede su lugar a la filosofía y la prosa, y la sociedad se organiza en torno al derecho civil y la deliberación pública. Y sin embargo, cuando la racionalidad se separa de la virtud y degenera en egoísmo, la sociedad entra -immerwieder- en crisis orgánica y retorna al caos, iniciando un nuevo ciclo de la historia. Es el momento del ricorso, o de un nuevo retorno -aunque no idéntico- a la Edad de los dioses.

Pero Vico no interpreta este movimiento cíclico como un simple mecanismo automático, sino como la manifestación de una “providencia divina” que rige la historia, y que es, en realidad, un antecedente de la hegeliana “Astucia de la Razón”. La providencia viquiana no es una exterioridad milagrosa, ni una suerte de predeterminada sustancia ab extra, sino la actividad inmanente propiamente dicha, que se manifiesta a través de las pasiones, las costumbres y las instituciones humanas. La humanidad, movida por intereses particulares, termina cumpliendo fines que trascienden su intención. Así, el orden de las naciones se desarrolla según una necesidad providencial, aunque cada pueblo conserve su libertad. La historia, en consecuencia, no es un conjunto de hechos fortuitos, sino el despliegue de un orden racional y ético-político inmanente a la actividad sensitiva humana.

Quizá uno de los aspectos más originales de la Ciencia Nueva sea la importancia que concede al lenguaje y a la poesía como fuentes del conocimiento histórico. Vico considera que el primer modo de pensar del género humano fue poético, dado que los hombres primitivos, incapaces de abstracción, expresaron sus experiencias mediante imágenes y metáforas. De allí que el mito y la poesía sean las primeras formas del pensamiento, y no simples ficciones. La filología y la hermenéutica se convierten, así, en un instrumento esencial para la filosofía de la historia, pues contribuyen con el proceso de reconstrucción de la génesis y estructura de las instituciones humanas. Del mismo modo, Vico concede gran importancia al desarrollo de la ciencia jurídica. De hecho, cada edad histórica corresponde a una forma particular de justicia: el derecho divino en la Edad de los dioses, el derecho heroico en la Edad de los héroes, y el derecho humano en la Edad de los hombres. Este progresivo paso del derecho sagrado al civil confirma la afirmación de que la verdad se construye haciéndola, en medio del indetenible proceso de la concreción del Espíritu del mundo.

La Ciencia Nueva es la asombrosa confirmación de la presencia efectiva de “la unidad de la unidad y de la no-unidad” en y para el género humano, porque, aunque cada nación posea su propia historia, todas recorren un mismo itinerario de desarrollo, incluso el de períodos distintos dentro de un mismo contexto histórico. Como resultado, las leyes que gobiernan el corso y ricorso de los pueblos confirman su condición universal, porque brotan de una mismo conjunto de relaciones sociales. La diversidad de culturas, de lenguas y religiones es la manifestación de un fondo común: la capacidad del hombre para crear su mundo, su lenguaje, su derecho y su historia.

Vico es el fundador de una nueva concepción de la vida: el historicismo filosófico. Al sorprender la verdad como fattura humana —y no natural—, abre el camino para una comprensión de la cultura como resultado de la actividad colectiva. La historia es el espejo en el que la humanidad se reconoce a sí misma, en medio del vértigo de sus ciclos ascendentes y descendentes, guiado por la providencia de la razón, capaz de convertir el error, la violencia y las pasiones en instrumentos de un orden ético-político superior. El autor de la Ciencia Nueva nos enseña que conocer la historia es, en última instancia, conocernos a nosotros mismos como autores de la humanidad.

José Rafael Herrera

@jrherreraucv

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