Oprimidos y opresores en el especismo

Los cambios de vida actual producen sentimientos de indiferencia y obligan y oprimen a otros animales. Un esfuerzo por la naturaleza y el mundo animal
Compártelo:

 

Oprimidos y opresores[1]


                Nacemos y vivimos en una sociedad caracterizada por la exclusión y la explotación. Por lo general, nuestras fuerzas y potencialidades se desvanecen al topar con esta realidad artificial, donde imperan el consumo innecesario y la superficialidad. Somos adoctrinados y empujados a colaborar con este sistema, aun cuando queremos escapar de él. Como bien apuntaba Marcuse, no sabemos diferenciar entre las necesidades que son reales y las que no; y esta forma de vida es, por tanto, característica de una sociedad totalitaria, ya que como diría este autor “el sujeto alienado es devorado por su existencia alienada”. Pero, ¿qué pasa cuando somos nosotros quienes oprimimos, cuando somos nosotros quienes privamos de la vida y la libertad a alguien?

                A lo largo de la historia de la humanidad nuestra relación con los animales ha ido degenerando cada vez más. El ser humano ha pasado de pedir disculpas a los espíritus de los animales asesinados para alimentación, a abusar de ellos de la forma más cruel. Experimentación animal, mascotismo, el negocio de la industria cárnica, tráfico de animales, etc., no son más que manifestaciones crueles de lo que se conoce como especismo.

                Creemos que decidimos que comer porque nos han dicho que podemos escoger entre carne o pescado. Y cuando alguien nos plantea que no consume ningún producto de origen animal, pensamos que es “radical”.  Nuestro proceso de enculturación se encuentra sumergido dentro de los límites especistas imperantes en la sociedad, habituados a someter a los animales no humanos nos encontramos con dificultades para salir de esa espiral. Ser dominados y querer dominar, así nos programan. De modo que todo ese sufrimiento no nos importa, nosotros sufrimos y el sufrimiento del resto de animales nos da igual. “Es ley de vida” dirán algunos… no lo es, en la medida que ese sufrimiento depende de tus acciones, de tu consumo y de si te apetece a ti plantearte o no que hay un problema. Tus acciones sí importan, del mismo modo que pueden dañarte o beneficiarte a ti, pueden dañar o beneficiar al resto.

                Es necesario para cualquier cambio social que primero el cambio se dé en la moralidad, del mismo modo que es imprescindible abolir la explotación animal para derrocar el despotismo o el abuso de superioridad. Como se ha señalado en otras ocasiones, la libertad animal y la libertad humana no son excluyentes sino complementarias, formando parte del mismo “todo” y necesitándose la una a la otra. Por ejemplo, si yo no soy libre de decidir qué comer porque me limito a seguir los dictados de la cultura imperante, mi libertad se ve limitada por la obediencia ciega al tiempo que limito la libertad de los animales no humanos que dicha cultura ha considerado comestibles.

                Es importante resaltar que seguir una filosofía vegana es una forma de desobediencia, ya que no nos han educado en el veganismo y decidimos respetar a los animales a partir de una serie de premisas, entre ellas, la de que su vida es igual de importante que la nuestra.

        Si queremos un mundo libre de opresión deberemos predicar con el ejemplo. Ni tú ni yo somos superiores a ellos (los animales no humanos) y, sin embargo, les torturamos en prácticas experimentales, les hacemos vivir hacinados para la industria de la alimentación, les matamos en cacerías y pesca… les torturamos y asesinamos de diferentes maneras llegando, incluso, a no sentir desprecio de nosotros mismos al hacerlo. De hecho, si algo hay que comprender es que nadie es superior a nadie. Solo partiendo de ese punto podremos conseguir una sociedad justa, o mejor aún, una sociedad donde reine la equidad; pues “la equidad es a la justicia lo que la causa es a su efecto”.[2]

Retomemos ahora una idea explicaba en un artículo titulado Sobre la verdad y la desobediencia:

“Todo el mundo afirma tener su verdad, pero, ¿hay alguna que pueda ser válida o universal? ¿hay algo que pueda ser inevitablemente cierto? ¿existe una verdad de la que no se pueda dudar? ¿hay algo que sea cierto independientemente de los ojos que lo miren? Para algunas personas la certeza absoluta estará en algún dios, para otras en cualquier ideología; cualquiera de estas opciones supondría un debate interminable. ¿Qué puede, pues, ser cierto?, ¿será, acaso, la opresión la única realidad de la que podemos tener constancia? […] Si la única verdad de la que podemos tener constancia es la opresión, será mejor acabar con ella y no tener certeza de nada. La opresión se alimenta de la obediencia, y la obediencia de la falta de crítica, ¿será nuestro fin, en una sociedad como la que vivimos, adquirirla? Si “el secreto de la vida es vivir” ¿serán el boicot y la desobediencia la única manera de conseguirlo?”.[3]

            De modo que, si hay algo de lo que podemos tener certeza es de que existe la opresión, opresión que se da en dos direcciones: interior y exterior. Interior en tanto controla nuestro ser más íntimo y exterior en cuanto limita nuestra capacidad de actuar. Por otra parte, esa opresión es hacia nosotros y del nosotros al otro, bien sean animales humanos (que se encuentran jerarquizados en la sociedad actual) o no humanos (estando esto últimos, en dicha sociedad, siempre doblegados a los caprichos del ser humano).

                En su frase “pienso, luego existo”, Descartes exaltaba la certeza del yo que piensa: “[…] el “yo pienso” manifiesta: no aceptar como verdadero nada que no se haya presentado como evidente ante el atento examen de la razón”.[4] Descartes buscaba encontrar un método adecuado, aquí también se pretende, pero en este caso, al ser la certeza la existencia de la opresión, el método deberá ser el boicot y la desobediencia, alejados de dogmas religiosos y/o culturales y en búsqueda de la Libertad real. Veamos que pensaba Descartes acerca de la cobardía (diré que la cobardía nos la han “inyectado” como mecanismo de control, a través del miedo impiden que se produzcan cambios y/o avances que derrocarían el poder establecido):

                “Pero ordinariamente es muy perjudicial, porque desvía a la voluntad de las acciones útiles. Y como proviene sólo de que no se tiene suficiente esperanza o deseo, no hay más que aumentar en sí mismo estas pasiones para corregirla”.[5]

                Cierto es que nos falta esperanza y que nos falta deseo. Deseo porque estamos “distraídos” con la creación de falsas necesidades impuestas por el poder, y esperanza porque vemos como está organizado el mundo que nos rodea y no parece que haya posibilidad de que un cambio surja.

Reflexionemos en torno al “pienso, luego boicoteo”: que pensemos (como sujetos insertos en la sociedad del sufrimiento) equivale a decir que nos damos cuenta de la opresión a la que estamos sometidos, que nos damos cuenta de que no podemos realizarnos, de que no somos quienes somos, o que no somos quien podríamos llegar a ser en una sociedad natural. Pero pensar no se limita a sentir el malestar del subordinado, pensar equivale también a darse cuenta de que, igual que yo estoy oprimida, puedo estar (consciente, o inconscientemente) oprimiendo a alguien más. Pongamos de nuevo el ejemplo de la alimentación, imaginemos que no me he dado cuenta de que la vida de todos los animales vale lo mismo, por herencias culturales y/o educacionales, pero me entero de en la cría intensiva de gallinas para huevos, los pollitos macho son triturados al nacer[6], y las hembras explotadas porque ya “no valen” para el fin establecido, serán asesinadas.

                Después de pensar en esta realidad que se oculta a los consumidores, puedo decidir desobedecer al sistema establecido, boicoteando a la industria del huevo. Y no solo eso, puedo ir más allá e investigar cómo nos estamos relacionando con los animales no humanos en cuanto les tenemos sometidos, hacinados y explotados para que nos alimentemos con productos de origen animal. Puedo pecar, no obstante, y caer en la trampa del bienestarismo pero, si he investigado bien, comprobaré que no necesito consumir esos productos para llevar una alimentación saludable. Además, el bienestarismo no suprime la esclavitud, ni la cosificación de los animales, ni impide su asesinato, así como tampoco permite que los animales puedan ser quien son.

Una consecuencia directa de que yo piense, de que yo investigue las diferentes esferas del poder, es que de ese pensamiento surgirá mi desobediencia, surgirá el boicot a las distintas formas de explotación y esclavitud a las que estamos sometidos y sometiendo. El hecho de que yo no desobedezca muestra mi sumisión ante el sistema establecido, ya que, formando parte de una sociedad del sufrimiento, no hay otra alternativa para que esta se disuelva que no sea la búsqueda de la finalización de la opresión. Si yo no desobedezco, no pienso; y si yo pienso, boicoteo. Si las diferentes opresiones se manifiestan, no es únicamente porque el poder las imponga, es porque colaboramos con ellas.

 



[1] Imagen de Pixabay https://pixabay.com/es/photos/polluelo-pájaro-pollitos-de-pollo-2965846/ [02/09/2021]

[2] Diderot. Escritos políticos. Madrid. Centro de estudios constitucionales. 1989. Página 20.

[3] Sobre la verdad y la desobediencia https://www.microfilosofia.com/2020/11/sobre-la-verdad-y-la-desobediencia.html [28/04/2021]

[4] Descartes. La duda como punto de partida de la reflexión. España. RBA. 2015. Páginas 7-9

[5] Descartes, René. Discurso del método. Tratado de las pasiones del alma. Barcelona. Editorial Planeta. 1984. Página 184.

[6] Véase más, por ejemplo, aquí https://igualdadanimal.org/actua/pollitos-triturados


Compártelo:

Publica un comentario: