Poder ciudadano.

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Poder ciudadano en la edad contemporánea. Foucault.

El pensamiento contemporáneo ha crecido de manera considerable en los últimos años debido a diversos factores que han originado que la producción intelectual entre a un vertiginoso ritmo que demanda, como toda reflexión, una crítica y una reconstrucción de las situaciones en las que el conocimiento se construye. Es pertinente establecer las condiciones de la articulación del sentido porque es ahí donde Michel Foucault presenta propuestas interesantes.

Han transcurrido treinta y un años de la muerte de Foucault y aún un buen número de intelectuales sigue esforzándose por comprender su pensamiento y las implicaciones1 de éste en el contexto de las estructuras del pensamiento actual. Seguramente, por la complejidad de sus cuestionamientos, al esfuerzo de comprensión de su obra habrán de sumarse las futuras generaciones.

El poder y sus implicaciones sociales, políticas, culturales, antropológicas e históricas; la configuración de un conocimiento verdadero de las cosas; el lenguaje y su relación con la realidad, son sólo algunos de los temas que merecen investigarse para comprender su pensamiento.

La genealogía, uno de los ejes de investigación de Foucault, es un concepto que ha cobrado importancia a partir del uso que le da Nietzsche en su Filosofía y de la interpretación que formula Foucault. En 1970, este autor hace un análisis con comentarios al respecto: Nietzsche, la genealogía, la historia; en esta obra describe el concepto nietzscheano de genealogía, el sentido de la historia, y el problema de la verdad. La genealogía guarda una estrecha relación con la posibilidad de establecer un conocimiento valedero acerca de las cosas, con el origen de la verdad, y la configuración de una época en un espacio y un tiempo determinados.


Entender la genealogía de Foucault significa identificar una nueva propuesta que intenta acercarse, conocer e interpretar los acontecimientos históricos, así como reconocer las bases de una crítica a la racionalidad, a la posibilidad de un conocimiento absoluto.

La genealogía se opone a la búsqueda del origen, ya que "buscar tal [...] es tratar de encontrar lo que ya existía".2 La historia no es una descripción lineal que guarda su propio sentido al ser descrita; más bien es algo que, al ser analizada, permite ver que en lugar de una esencia existen puñados de acontecimientos antes ocultos. La historia no es más que una serie de sucesos fortuitos que no guardan ningún telosdirector. De ahí que deba entenderse como algo azaroso, ya que los códigos y principios que caracterizan a una época siempre proceden de "accidentes, mínimas desviaciones, errores, malos cálculos".3 El objetivo de la genealogía es determinar qué tipos de relaciones pueden ser establecidas entre las distintas formas de clasificación social, pero se trata de hacerlo sin recurrir a ningún esquema mayor, sin ninguna teoría última de causalidad. Así pues, el estudio de la historia no es el de su desarrollo progresivo, sino el de sus diversos campos de constitución y validez.

La historia únicamente puede explicarse tomando en cuenta los minúsculos sucesos que ocurren en una época y no sólo desde los grandes discursos, batallas o personajes. De ahí que para Foucault no exista un principio orientador ni una verdad absoluta con base en las cuales pueda pensarse la totalidad de lo que nos rodea, ya que detrás de toda pretensión de verdad siempre existen formas y transformaciones de la voluntad de saber. La verdad no es más que un artificio empeñado en definir las cosas "como son";4 sin embargo, el genealogista descubre que detrás de toda pretensión última del conocimiento, el descubrimiento de la verdad, se encuentran ocultos modos y actos de perversión, como el instinto, la pasión, la crueldad y la injusticia de los que definen las cosas "como son". La historia no es más que fragmentos, pequeños sucesos condicionados única y exclusivamente por la voluntad de saber.

La genealogía se encarga de estudiar el dominio de la historia al analizar minuciosamente los documentos y los discursos que legitiman los valores de una época. Aquí radica la relación entre saber ­producción de discursos que definen y delimitan el sentido de las cosas en una época determinada­ y poder ­mecanismos, estrategias y prácticas sociales que posibilitan nuevas formas de control social­. La producción de aquello que se dice verdadero en una época sólo puede entenderse si atendemos a la historia vista de modo genealógico; esto es, haciendo un análisis detallado de los discursos de una época e identificando los "bajos fondos"5 de todo discurso. La historia para Foucault no es más que ese gran carnaval del tiempo6 y la genealogía se encarga de mostrarlo; manifiesta laparodia que está detrás de los acontecimientos y desnuda todo tipo de mecanismos y estrategias que se encuentran en toda pretensión de verdad.

La preocupación última de Foucault en este texto es "la verdad" y el problema esencial en discusión es "cómo se conoce y qué es lo que se conoce". Podemos definir el conocimiento ­sin alejarnos de la concepción que él tiene de éste­ como un procedimiento que hace posible la descripción de un objeto. Sin embargo, dicha descripción no puede ser arbitraria; más bien, pretende determinar lo que es aquél. En otras palabras, la función última del conocimiento es hablar sobre lo que se predica como verdadero de un objeto.

Para Foucault la verdad es tan sólo un artificio. La definición última de las cosas procede del azar, de los fortuitos acontecimientos que emergen de las relaciones de poder. De ahí que la historia no puede explicarse según una verdad absoluta; la historia no posee un sentido único ni exclusivo, es fragmentada y discontinua. En consecuencia, la genealogía propone un "uso paródico y destructor de la realidad, un uso disociativo y destructor de la identidad y un uso sacrificatorio y destructor de verdad".7 En apariencia, y de acuerdo con la definición descrita, la genealogía de Foucault invalida todo tipo de posibilidad de construir un modo de conocer la totalidad de los hechos que nos rodean y nos subsume en una especie de relativismo atroz, en una incertidumbre gnoseológica.

El problema de la genealogía tiene sentido al tratar de analizar si la de Foucault trae consigo una propuesta epistemológica o no. ¿Es posible construir un modo de conocer a partir de la genealogía, de lo fragmentado y lo discontinuo, de la imposibilidad de lo universal? A pesar de que Foucault afirma que la realidad es una multiplicidad disparatada de hechos, él mismo nos dice que la mirada del genealogista permite "seguir todas las huellas del veneno y encontrar el mejor antídoto".8 Pareciera que para Foucault la verdad no está atrapada en una prisión de sentidos dominantes, sino que existe una potencialidad para desafiar e invertir las formas de definición. O bien, mientras a él se le ha llamado un historiador de la discontinuidad, en uno de sus artículos afirma que "nadie es más continuista que yo: reconocer una discontinuidad no es nada más que registrar un problema que precisa ser resuelto".9El sentido de la genealogía no es sólo mostrar el escenario donde emergen las batallas ni el lugar donde proceden las discontinuidades, los errores, los malos cálculos.

Queda claro que Foucault se preocupó por las discontinuidades en el pensamiento y el impacto que estas rupturas han tenido en la delimitación de la verdad; sin embargo, esto no supone que él haya sacrificado toda posibilidad de conocimiento en nombre de la genealogía.

Ante el interrogante de cómo conocemos y qué es lo que conocemos, Foucault nos propone analizar con minuciosidad aquellos discursos que intentan darle respuesta; así, la genealogía descubre todo lo que está detrás de la verdad, de la definición de las cosas: accidentes, discontinuidad, dominación. Pero la contestación a la cuestión planteada no nos la da aquí Foucault, pues la genealogía es tan sólo el análisis preliminar que permite desnudar lo que está detrás de toda pretensión de verdad. Sin embargo, después de la genealogía, ¿es posible aun para Foucault el conocimiento? Y si es así, ¿cómo habremos de "encontrar el mejor antídoto", cómo ser un "continuista reconociendo la discontinuidad"?

Una vez que la historia se libera de la metafísica, que ha logrado desembarazarse de un absoluto, será el instrumento privilegiado de la genealogía. Después de haberse enunciado que la verdad no es más que un artificio, que toda producción de conocimiento sólo es posible a través del espacio intermedio entre el saber y el poder ¿qué le queda al genealogista?

El sentido de esta última pregunta podríamos ubicarlo en un problema filosófico contemporáneo: "la crisis de la modernidad". Los posmodernos afirman que ya no es posible un saber fundante ni una racionalidad que nos permita identificar la totalidad de los hechos. Para los posmodernos sólo se puede hablar de una multiplicidad de singularidades; por ello, el reencuentro con nuestro pasado es imposible, ya que identificarnos con él sólo es condición de lo mismo; significa encontrarnos con estructuras de poder que limitan el comportamiento de los sujetos, sus ideas y sus representaciones. La posmodernidad cuestiona los valores modernos que se fundan en la razón, el progreso con base en el desarrollo científico y tecnológico, los grandes discursos heroicos, las utopías, e incluso la noción de realidad. He aquí la importancia de cuestionarnos ¿qué le queda al genealogista?, lo cual equivale a ¿qué hay después de la muerte de "la razón"? Con esta pregunta quizá habremos de encontrar las bases de la crisis de la modernidad, "de la racionalidad" y continuar con la búsqueda de la salida del laberinto en el que la posmodernidad colocó al pensamiento occidental.

Notas

1 Michel Foucault murió en 1984 a causa de sida.

2 Michel Foucault, Nietzsche, la genealogía, la historia, Valencia, Pre-textos, 1997, p. 17.

3 Ibid., pp. 27-28.

4 Esto es, intentar descubrir la esencia de las cosas.

5 Esta última frase hace alusión a algunos párrafos en los que Foucault describe la búsqueda del genealogista como satisfactoria al encontrar lo que está debajo de todo discurso, el fondo oculto de toda verdad siempre será empantanado y pútrido; de ahí que al genealogista "nada le da asco: o más bien, le da placer lo que debería revolverle el estómago".Ibid., p. 56.

6 Ibid., p. 64.

7 Ibid., p. 63.

8 Ibid., p. 54.

9 Foucault, "Debate con los historiadores", en El discurso del poder, México, Siglo XXI, 1970, p. 5.

http://www.cge.udg.mx/revistaudg/rug28/foucault.html
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