Microrrelato: Alejandra, la incertidumbre de volverla a ver.

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¿Volvería a ver a Alejandra? Tantas veces la tuve a mi lado. Muchas veces bastaba venir aquí, y asomarme para verla. Ahí, sentada en la escalera, donde nos conocimos, pero no ha llegado. Creo que no vendrá, o no se aparecerá. Sólo una vez nos hemos citado, mas no ha sido una la vez que nos hemos visto. ¿Cómo es posible eso? No lo sé, y la posible respuesta no quisiera saberla. Prefiero seguir la idea que tenemos Ale y yo acerca de nuestras reuniones: pensar en uno. Por ejemplo, ella (me ha dicho), piensa en mis palabras. Piensa en mi voz. Piensa en lo que siente cuando está a mi lado. Y por extrañas circunstancias: le llamo. Siempre le llamo en los momentos que más me necesita (me lo ha confesado). “Como si el viento te hubiese traído”, me dice cuando nos encontramos hablando por teléfono o nos encontramos en un pasillo, una escalera, una calle, una puerta, un árbol, un cuarto.

En mi caso, yo pienso en ella, en su mirada y su sonrisa. Por curiosidades de la vida, aparece su rostro frente al mío, como si la hubiese invocado. Aparece en las situaciones menos extrañas y pensadas. Como la vez que la encontré debajo del puente. Alejandra arrojaba piedras al agua. Yo no nunca había ido a ese lugar, pero ese día (no sé por qué) decidí ir ahí, y ella estaba presente, en el mismo lugar, en el mismo instante. Pero esta vez no está. Ha fallado a nuestra reunión, aunque no era una cita formal. Nunca hay citas formales. Hoy las escaleras están vacías.

¿Cómo hemos llegado a crear un cariño tan grande? Nadie nos presentó (como suele pasar con muchas parejas). Sólo un día apareció, ¿o yo aparecí? Alejandra bajaba mientras yo ascendía esas escaleras. Los dos quedamos parados uno enfrente del otro, nos quedamos callados, y reímos. ¿Cómo surgió la plática? No lo recuerdo, pero desde ese día ha crecido nuestro querer. Ha llegado a mí sin saberlo.
No he sabido de ella en tres días. La última vez que estuvimos juntos fue en un abrazo, a una cuadra de su casa, para que su padre no nos vea. Como he dejado claro, un encuentro ocasional era lo menos ocasional en nuestras vidas. Nuestras vidas son como una contradicción, porque caminábamos sin buscarnos, pero sabíamos que caminábamos para encontrarnos. Eso es lo que en verdad nos fascina a los dos, nuestra espontaneidad de encuentros. La última vez me dijo que tenía un poco de fiebre. Pero me advirtió que no me preocupara, que siempre está bien y nos volveríamos a ver. Aun así me preocupa el bienestar de Alejandra. Será mejor que le llame.

Escrito de Luis Roberto Calderón García en Impresionesvivas. 
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