La repetición y las leyes de la naturaleza

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Se trata, por consiguiente, de oponer la repetición a las leyes de la naturaleza. Kierkegard declara que ni siquiera menciona la repetición en la naturaleza: los ciclos o las estaciones, los intercambios y las igualdades. Más aún: si la repetición atañe a lo más interior de la voluntad, es porque todo cambia al rededor de ella, de acuerdo con la ley de naturaleza. Según la ley de naturaleza, la repetición es imposible. Ese es el motivo por el cual Kierkegard condena, bajo el nombre de repetición estética, todo esfuerzo por obtener la repetición de las leyes de la naturaleza, no solo por el epicúreo, sino aún como el estoico, identificándose con el principio que legisla. Podrá decirse que en Nietzsche la situación no es tan clara. Sin embargo las declaraciones de Nietzsche son formales. Si descubre la repetición en la physis misma, es porque descubre en la physis algo superior al reino de las leyes: una voluntad que se quiere a sí misma a través de todos los cambios, un poder contra la ley, un interior de la tierra que se opone a las leyes de la superficie. Nietzsche opone "su" hipótesis a la hipótesis cíclica. Concibe la repetición en el eterno retorno como ser, pero opone ese ser a toda forma legal, al ser-semejante tanto como al ser-igual. ¿Y cómo es posible que el pensador que más lejos llevó la crítica de la noción de ley pueda reintroducir el eterno retorno como ley de la naturaleza? ¿Cómo el, conocedor de los griegos, estaría autorizado a considerar su propio pensamiento prodigioso y nuevo, si se contentase con formular esta chatura natural, esta generalidad de la naturaleza, bien conocida por los antiguos? En dos oportunidades, Zaratustra corrige las malas interpretaciones del eterno retorno: con ira, contra su demonio ("Espíritu de torpeza ... ¡no simplifiques demasiado las cosas!"); con dulzura, contra sus animales ("¡Oh traviesos, oh machacones.... qué cantinela la vuestra!"). La cantinela es el eterno retorno como ciclo o circulación, como ser-semejante y como ser-igual; en una palabra, como certidumbre animal natural y como ley sensible de la naturaleza misma.

Lectura de Deleuze Gilles en Diferencia y repetición.
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