Así habló Zaratustra. Del amor al prójimo

Nietzsche nos desafía a reconsiderar el "amor al prójimo". ¿Es una virtud o un escape? Descubre por qué Zaratustra prefiere el amor a lo lejano.
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Nietzsche y el Amor al Prójimo: ¿Una Fuga de Ti Mismo?

En la moral occidental, pocos mandatos tienen la fuerza y la aparente incuestionabilidad del “ama a tu prójimo”. Aparece como el pilar de la convivencia, el cimiento de la virtud y el faro que guía la conducta altruista. Pero, ¿y si esta máxima, tan venerada y repetida, ocultara una trampa? ¿Y si, bajo su manto de bondad desinteresada, se escondiera una profunda cobardía, un miedo atroz a la soledad y a la confrontación con nuestro propio vacío? Friedrich Nietzsche, se atreve a realizar esta incisión en el corazón de nuestra ética a través de su profeta, Zaratustra. En uno de los pasajes más provocadores de Así habló Zaratustra, titulado “Del amor al prójimo”, el filósofo alemán no solo cuestiona este precepto, sino que lo invierte, lo dinamita y nos propone una alternativa mucho más ardua y, a su juicio, elevada: el amor al lejano.

Esta lectura y comentario se adentra en la crítica nietzscheana para desentrañar por qué Zaratustra nos aconseja huir del prójimo. Llamamos “amor” o “altruismo” y no es más que un “mal amor a nosotros mismos”, una estrategia para escapar del difícil trabajo de construirnos, de amarnos y de soportarnos en nuestra propia y radical soledad. Acompáñanos en este viaje filosófico que nos invita a dejar de apretujarnos alrededor de los demás para, en cambio, atrevernos a crear, desde nosotros mismos, al amigo y, con él, un presentimiento del superhombre.

Ilustración filosófica de un hombre en una montaña contemplando una figura luminosa en el cosmos, representando el amor al lejano de Nietzsche.
"El futuro y lo lejano sean para ti la causa de tu hoy: en tu amigo debes amar al superhombre como causa de ti." - Friedrich Nietzsche.


El Peligro de Apretujarse: La Huida de Uno Mismo


    Zaratustra inicia su discurso con una imagen poderosa y casi física: “Vosotros os apretujáis alrededor del prójimo y tenéis hermosas palabras para expresar ese vuestro apretujaros”. Esta metáfora del “apretujarse”, de búsqueda de calor humano, de seguridad en la masa, de disolución en el colectivo. Es el comportamiento instintivo de quien teme al frío del espacio abierto, a la intemperie de la individualidad. Nietzsche nos dice que hemos aprendido a adornar esta necesidad con un lenguaje virtuoso. Lo llamamos comunidad, solidaridad, empatía, amor al prójimo. Pero él penetra este velo y diagnostica su verdadera naturaleza: “vuestro amor al prójimo es vuestro mal amor a vosotros mismos”.

    ¿Qué significa tener un “mal amor” a uno mismo? Significa no soportarse. Significa sentir un desasosiego tan profundo en la propia compañía que la única salida parece ser la fuga. Y el refugio más cercano, más accesible, es siempre el otro, el prójimo. Huimos hacia él para no tener que enfrentarnos a nuestras propias carencias, a nuestras contradicciones, a la tarea hercúlea de dar forma y sentido a nuestra existencia. En la interacción social, en el servicio al otro, encontramos una distracción perfecta. El “yo” se diluye en el “tú”, y esta evasión, nos dice Nietzsche, es la que hemos santificado y llamado “virtud” o “desinterés”.

    Cuando huis hacia el prójimo huís de vosotros mismos, y quisierais hacer de eso una virtud: pero yo penetro vuestro «desinterés».

    Esta idea es radicalmente moderna. Pensemos en la hiperconexión de nuestra era digital. Las redes sociales son el epítome de este “apretujarse” contemporáneo. Buscamos la validación constante del “prójimo” digital a través de likes, comentarios y compartidos. Huimos del silencio de nuestra propia mente sumergiéndonos en el ruido incesante de las vidas ajenas. Este comportamiento, a menudo disfrazado de sociabilidad, ¿no es acaso una manifestación de ese miedo a estar con nosotros mismos que Nietzsche denunciaba? Nos volcamos en los demás porque no sabemos qué hacer con nuestro propio ser.

    El “Tú” Santificado y el “Yo” Profano

    Para entender la profundidad de esta crítica, Nietzsche nos ofrece una genealogía moral muy concisa: “El tú es más antiguo que el yo; el tú ha sido santificado, pero el yo, todavía no: por eso corre el hombre hacia el prójimo”. Con esto, señala que toda la tradición moral judeocristiana ha puesto el foco en el otro. El valor de un individuo se medía por su capacidad de sacrificio, de entrega al prójimo, a la comunidad, a Dios. El “yo”, por el contrario, era sospechoso: la fuente del egoísmo, del orgullo, del pecado. El amor propio (amor sui) fue sistemáticamente denigrado en favor del amor a Dios (amor Dei) y, por extensión, al prójimo como creación divina.

    Esta santificación del “tú” ha dejado al “yo” en un estado de abandono, sin herramientas para construirse, para valorarse, para amarse de una forma sana y creadora. Por eso, cuando el hombre moderno se encuentra solo, sin la referencia del “tú” que le dé sentido y valor, se siente perdido. Corre hacia el prójimo no por un desbordamiento de amor, sino por una carencia fundamental. Busca en la mirada del otro la aprobación que no puede darse a sí mismo. Invita a un testigo, como dice Zaratustra, para que le diga que es bueno, y solo entonces, a través de ese reflejo, puede llegar a creérselo.

    Invitáis a un testigo cuando queréis hablar bien de vosotros mismos; y una vez que lo habéis seducido a pensar bien de vosotros, también vosotros mismos pensáis bien de vosotros.

    Esta dinámica de seducción y autoengaño es, para Nietzsche, una forma de mentira. No solo mentimos al vecino al presentarle una fachada de virtud, sino que nos mentimos a nosotros mismos al hablar “en contra de lo que no sabemos”, es decir, al afirmar un valor propio que no hemos cultivado ni descubierto, sino que simplemente hemos mendigado de la opinión ajena.

    Más Allá del Prójimo: El Amor al Lejano y al Fantasma

    Frente a este panorama, la propuesta de Zaratustra es una de las más bellas y exigentes de toda la filosofía: “¿Os aconsejo yo el amor al prójimo? ¡Prefiero aconsejaros la huida del prójimo y el amor al lejano!”. Este “lejano” (der Fernste) es un concepto polifacético. No se trata de amar a personas que viven en otros continentes, sino de amar lo que está por venir, lo que aún no es. Es el amor al futuro, al potencial, al ideal que nos arrastra hacia adelante.

    • El Lejano como el Superhombre (Übermensch): En su nivel más alto, el “lejano” es el superhombre, ese estado superior del ser humano que ha superado la moral tradicional y es capaz de crear sus propios valores. Amar al lejano es, entonces, amar esa posibilidad futura de la humanidad y trabajar en el presente para hacerla posible. Es un amor que no busca consuelo, sino superación.
    • El Lejano como nuestro propio potencial: Zaratustra habla de un “fantasma que corre delante de ti, hermano mío, [que] es más bello que tú”. Este fantasma es nuestra mejor versión, nuestro yo idealizado, la obra de arte en que podemos convertirnos. Nietzsche nos pregunta: “¿por qué no le das tu carne y tus huesos?”. Es una llamada a encarnar nuestros ideales, a sacrificar el yo cómodo y presente por el yo magnífico y futuro. Este amor es creativo, no compasivo.
    • El Lejano como el Amigo: El prójimo nos viene dado por la circunstancia, por la vecindad. El amigo, en cambio, es elegido. Para Nietzsche, el verdadero amigo no es un refugio ni un testigo para nuestra vanidad. El amigo es “la fiesta de la tierra y un presentimiento del superhombre”. Es aquel con quien compartimos un anhelo por lo lejano, un compañero de viaje en la ascensión, un igual con un “corazón rebosante” que nos desafía a crecer.

    Este amor al lejano exige, por tanto, un distanciamiento del prójimo. No por odio o desprecio, sino porque la cercanía constante, el “apretujarse”, nos impide escuchar la llamada de nuestro propio fantasma y nos distrae de la tarea de la autocreación. Necesitamos soledad para poder crear, a partir de nosotros mismos, “vuestro amigo y su corazón exuberante”.

    La Soledad Creadora Frente a la Prisión Social

    La conclusión lógica de la crítica de Nietzsche es una revalorización de la soledad. Mientras que para la moral del prójimo la soledad es un estado a evitar, una especie de infierno social, para Zaratustra es una condición necesaria para la grandeza. Nos dice: “Vuestro mal amor a vosotros mismos es lo que os trueca la soledad en prisión”. Solo quien no se soporta a sí mismo vive la soledad como un castigo. Quien está embarcado en el proyecto de su propia superación, en el amor a su “fantasma”, encuentra en la soledad el espacio necesario para trabajar, para esculpirse a sí mismo.

    La sociedad, ese conjunto de prójimos, a menudo actúa como una fuerza niveladora que castiga la excepcionalidad. Zaratustra lo expresa con una crueldad matemática: “y en cuanto os juntáis cinco, siempre tiene que morir un sexto”. El sexto, el que es diferente, el que no encaja en el “apretujarse”, es sacrificado en el altar de la conformidad. Por eso, el camino hacia el lejano es necesariamente un camino solitario, aunque pueda ser compartido con unos pocos amigos elegidos.

    En definitiva, el mensaje de Zaratustra no es una invitación al egoísmo entendido vulgarmente como el desprecio por los demás. Es algo mucho más profundo: es una llamada a cambiar el objeto y la naturaleza de nuestro amor. En lugar de un amor reactivo, que nace de la carencia y la fuga de uno mismo, nos propone un amor activo y creador, que nace de la abundancia de un yo fuerte y bien amado. Un amor que no se dirige a la comodidad del prójimo cercano, sino a la exigencia del ideal lejano. Es amar al superhombre como la causa y el propósito de nuestro hoy. Porque solo amando y persiguiendo algo más grande que nosotros mismos, podemos, paradójicamente, llegar a ser quienes realmente somos.

    Hermanos míos, yo no os aconsejo el amor al prójimo: yo os aconsejo el amor al lejano.
    Esta lectura se encuentra en el libro Así habló Zaratustra de Friedrich Nietzsche:


    Del amor al prójimo

    Vosotros os apretujáis alrededor del prójimo y tenéis hermosas palabras para expresar ese vuestro apretujaros. Pero yo os digo: vuestro amor al prójimo es vuestro mal amor a vosotros mismos.
    Cuando huis hacia el prójimo huís de vosotros mismos, y quisierais hacer de eso una virtud: pero yo penetro vuestro «desinterés».

    El tú es más antiguo que el yo; el tú ha sido santificado, pero el yo, todavía no: por eso corre el hombre hacia el pró­jimo.

    ¿Os aconsejo yo el amor al prójimo? ¡Prefiero aconsejaros la huida del prójimo y el amor al lejano!
    Más elevado que el amor al prójimo es el amor al lejano y al venidero; más elevado que el amor a los hombres es el amor a las cosas y a los fantasmas.

    Ese fantasma que corre delante de ti, hermano mío, es más bello que tú; ¿por qué no le das tu carne y tus huesos ? Pero tú tienes miedo y corres hacia tu prójimo.
    No conseguís soportaros a vosotros mismos y no os amáis bastante: por eso queréis seducir al prójimo a que ame, y do­raros a vosotros con su error.

    Yo quisiera que no soportaseis a ninguna clase de prójimo ni a sus vecinos; así tendríais que crear, sacándolo de vosotros mismos, vuestro amigo y su corazón exuberante.

    Invitáis a un testigo cuando queréis hablar bien de vosotros mismos; y una vez que lo habéis seducido a pensar bien de vo­sotros, también vosotros mismos pensáis bien de vosotros.

    No miente tan sólo aquel que habla en contra de lo que sabe, sino ante todo aquel que habla en contra de lo que no sabe. Y así es como vosotros habláis de vosotros en sociedad, y, al mentiros a vosotros, mentís al vecino.

    Así habla el necio: «el trato con hombres estropea el carác­ter, especialmente si no se tiene ninguno».
    El uno va al prójimo porque se busca a sí mismo, y el otro, porque quisiera perderse. Vuestro mal amor a vosotros mis­mos es lo que os trueca la soledad en prisión.

    Los más lejanos son los que pagan vuestro amor al próji­mo; y en cuanto os juntáis cinco, siempre tiene que morir un sexto.

    Yo no amo tampoco vuestras fiestas: demasiados come­diantes he encontrado siempre en ellas, y también los espec­tadores se comportaban a menudo como comediantes.

    Yo no os enseño el prójimo, sino el amigo. Sea el amigo para vosotros la fiesta de la tierra y un presentimiento del su­perhombre.

    Yo os enseño el amigo y su corazón rebosante. Pero hay que saber ser una esponja si se quiere ser amado por corazones re­bosantes.

    Yo os enseño el amigo en el que el mundo se encuentra ya acabado, como una copa del bien, - el amigo creador, que siempre tiene un mundo acabado que regalar.

    Y así como el mundo se desplegó para él, así volverá a ple­gársele en anillos, como el devenir del bien por el mal, como el devenir de las finalidades surgiendo del azar.

    El futuro y lo lejano sean para ti la causa de tu hoy: en tu amigo debes amar al superhombre como causa de ti.
     
    Hermanos míos, yo no os aconsejo el amor al prójimo: yo os aconsejo el amor al lejano.


    Así habló Zaratustra.

    Lectura de Así habló Zaratustra de Friedrich Nietzsche.
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