Actúo, luego existo.

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Actúo, luego existo.
Nada más lejos de mi intención que enmendar la plana al maestro Descartes. Este escrito representa una reflexión que, a partir de su apotegma universal, explora, desde un punto de vista personal y eminentemente práctico, sus dos principales componentes: el pensamiento y la existencia.

Siempre me he definido, porque así lo siento, como un racionalista. Por ello, la famosa frase de René Descartes "pienso, luego existo" ha representado para mí un claro (quizá, el principal) referente. Tengo que decir también que este hecho es de lo más vulgar. Hasta donde llega mi limitado conocimiento filosófico, Descartes y esta frase se consideran como el Big Bang del racionalismo, incluyendo el pensamiento y método científico. Por lo tanto, dada también mi simpatía por la Ciencia, resulta obvio que comulgo con el famoso apotegma.

Pero esta simpatía o afinidad que despierta en mí, no la exime de la aplicación de su propia medicina racionalista. Es más, yo diría que, por precursora, es la frase que más se lo merece. Presupongo que no voy a ser el primero que le dedique atención, por lo que deseo pedir comprensión y benevolencia a expertos y eruditos por la impresión que les puedan causar mis reflexiones de aficionado, las cuales, les puedo asegurar, son auténticas, reflejan mi pensamiento y, en cierto modo, son norte de mi existencia.

Empezaré el análisis con un enfoque meramente cuantitativo. En la versión castellana (al igual que en latín) , la frase consta de tres palabras: "Pienso, luego existo". Es un alarde de concreción. Pocas ideas tan fundamentales pueden expresarse con más concreción. Esto es debido a la omisión del sujeto. Si nos atenemos al original en francés "Je pense, donc je suis", además del sujeto redundante aparecen ya las primeras causas de reflexión: la afirmación del "yo" más allá del simple significado gramatical y la acepción que se le da al término "suis". No se negará que, sin entrar en profundas disquisiciones lingüísticas, aparece una duda razonable sobre si se refiere a la Esencia o a la Existencia. Es decir, en traducción literal podríamos tener dos: "Yo pienso, luego yo SOY" y "Yo pienso, luego yo EXISTO". Aunque, nada más lejos de mi intención que seguir por este camino. Pienso que todo lo que existe és. Es decir, toda Existencia tiene su Esencia, lo que no tengo claro es el caso contrario, incluyendo una hipotética Esencia sin Existencia. Pero ahí lo dejo. Continuemos con la versión estándar.

Sigamos pues con el Pensamiento, el primer concepto. Mi reflexión lo asocia a pensamiento consciente, es decir, a la Conciencia. Definamos el término (Wittgenstein es otro de mis favoritos): "4. f. Actividad mental a la que solo puede tener acceso el propio sujeto." (Diccionario R.A.E.). Evidentemente utilizo esta acepción por ser con la que me siento más identificado. Me gusta el empleo del término "actividad" (ya empezamos a justificar el título del escrito), el cual siempre considero como parte de un proceso. Y, como consecuencia de esta definición, queda plenamente justificado el "yo" como "el propio sujeto": el único que puede tener acceso consciente a sus procesos mentales.

Veamos ahora mi reflexión sobre la Existencia, segundo concepto del apotegma. En mi opinión, nuestra existencia queda evidenciada por los efectos causados por nuestras acciones. Por lo tanto, según esta apreciación, “quien no hace nada, no existe”. De hecho, para hablar con propiedad (en filosofía, los términos todo o nada, así como las afirmaciones o negaciones absolutas no se sostienen) deberíamos matizar: “en el improbable supuesto de que existiese alguien que no ejecutase ninguna acción, nadie se apercibiría de su existencia”. Dada la obviedad de nuestra existencia (en mi caso, como mínimo manifestada por la escritura de este artículo, el cual espero que lea alguien) resulta indudable que estamos constantemente ejecutando actividades, cuyos efectos sobre nuestro entorno y sobre nuestra persona son los que dan sentido al Yo. Esta conclusión es la que me lleva a afirmar: "Actúo, luego existo". Si yo, como sujeto consciente, no percibo efecto alguno del entorno, no existo. Esto es perfectamente comprensible. La conciencia, el ser consciente, siempre se debe referir a algo. No es posible ser consciente de nada. En este caso, no es posible la existencia.

Terminaré haciendo referencia a los efectos de la inacción, del no actuar. El pensamiento consciente es el que está en el origen del proceso, tal y como sentencia Descartes. Y "pensar antes de actuar" es la forma usual (y recomendada) de proceder. Es el proceso correcto de toma de decisiones. Y todo proceso tiene un resultado, que, en nuestro caso, puede ser actuar o no actuar. Por lo tanto, considero la inacción consciente una forma de acción. Y, al percibir sus efectos, si los percibo, también percibiré la evidencia de mi existencia. A pesar de no haber actuado, el entorno sabrá de mí, y viceversa.

Resumiendo de nuevo: "Actúo, luego existo". ¿Quién desearía ser un ente solo pensante? Yo no, desde luego. Y no creo que a nadie le importase demasiado.
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