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Sobre la relación con las cosas








La relación con las cosas es una relación compleja desde la doxa, la episteme y la techne, puede que hayan personas que no manejen, en cierta medida, estas tres formas del saber desde cualquier arista, entendiendo que, una forma de saber es válida y universal si tiene potencia (actuar, crear, entrar en relaciones, Deleuze). Primero tenemos el azar y luego el destino, entonces, filosofemos (Marco Aurelio). La filosofía para la sociedad se ha transformado en el ente ejecutor para que el hombre haga lo que su destino le manifiesta, como una voz interior absolutamente tenue, vehemente, social e histórica; su destino es la libertad absoluta, pero, si el destino es un mito, la libertad también lo es. Una congruencia aceptable. Mito y libertad se unen ante sus posibilidades, se arrodillan ante su propia potencia, pero, para ser completamente definibles deben también ser capaces de revelarse en contra de la perfección, la potencia del esclavo; las contingencias de la techne, primero imperfectas tornan a perfectas, de perfectas a imperfectas en la episteme, y siempre imperfectas en la doxa. De todos modos, un mundo sin utopías es un mundo condenado de una u otra forma. No es necesario decirlo, la filosofía se abre y se abrirá paso a través de todas las rendijas que se provocan con los errores de los que saben y sus certezas, con el llamado que trastorne en firme la inestabilidad de la realidad, ordenando cósmicamente la ilusión de ser amos eternos. No hay tal cosa, la eternidad es la esclavitud, pero no el noumeno de la eternidad, sino en su fenómeno. Estamos fabricados para tropezar con nosotros, a pesar de la inmensa capacidad del cerebro al nacer, el humano es la mayor de las criaturas fenoménicas, porque es y hace fenómeno, y por eso es esclavo en pleno sentido hegeliano. El hecho es que el lenguaje, como afiman los analíticos, es complejo y en muchas experiencias inservible, lo importante es reconocer que su destino es la devastación, expandir los desiertos, erosionar lo inventado. No resaltaré la inutilidad cómo problemática en sí, si no en la medida en que ésta coarte su propia relación con las cosas, dado que lo útil es una definición demasiado espacio temporal y económica para ser tomada en serio por los siglos de los siglos. Es comúnmente visto que el pensamiento analítico no mira esta posibilidad un ápice fuera de la ciencia, cosa curiosa para una forma de filosofar, como si no se dirigiera a las calles por decisión propia, ni a la política, ni a transformar vidas o revolucionar corazones.
Puede que los artistas sacros nos hayan dejado la total inquietud de pensar que no hay artista que no sea religioso. Después de todo, un hombre sano para los griegos, era aquel capaz de adorar a todos sus dioses. Cada hoja de hierba tiene su ángel inclinándose sobre ella y susurrando: Crece, Crece (Talmud). El espíritu si le hay, es un precursor del arte, el espíritu es, la razón del movimiento esencial, lo que está detrás y en el fondo del movimiento de los ríos, de los vientos, del clima. El espíritu es perfecto e imperfecto a la vez (fenomenología), porque en él radica la lejanía de la perfección utópica humana. Es perfecto en la eternidad noumenica e imperfecto en la finitud fenoménica, en el lenguaje del hombre. Es perfecto en la eternidad porque es la grandeza de las grandezas, los artistas deben conectarse con esta universalidad para poder encontrar la creatividad del universo y sus ramificaciones, las cuales pueden llegar a ser más valiosas que todos los tesoros del mundo. No hay mucho en el futuro ni en el pasado que sea tan valioso como lo que probablemente tengamos en nuestro interior. Encontrar este tesoro creativo es la mayor de las felicidades que jamás se puedan hallar. He ahí el nacimiento de las cosas y las cosas de las cosas en el alma humana, la definición de una lágrima, una guitarra o una sonrisa. Una dialéctica reificadora de lo profundamente personal, con la intención demostrativa de cualquier iniciativa para los optimistas, o con el pesadillesco desvelo de destrozar lo que se lleva dentro para los pesimistas.
Uno de los errores de la mala fama de "querer interpretar el mundo", es pensar que así no se puede cambiar nada, estando inmersos en un mundo moldeable por las palabras; el mundo es moldeable por la pintura, con la música, con la observación misma. No sabemos qué repercusiones traerá la observación de la observación, un poco más de episteme, un poco más de doxa y de techne. Desde este punto de vista, atendiendo a que no podemos capturar el noumeno, que las verdades para la mente humana son relativas, y que no hay hechos, sólo interpretaciones, no queda más que formar nuestra vida a través de lo que podemos llamar revelación. La vida se nos revela, formando a ese individuo que poco a poco vamos creando de lo que se nos va quitando, se nos revela porque pareciera ir en nuestra contra, formando también el ambiente creativo y todas las formas de felicidad y tristeza que, según el budismo, no son más que un engaño, el mito mismo, el azar y el destino. Lo que sea, hechos o acciones, vuelven a su centro, a la naturaleza, se mezclan con ella, ella las absorbe porque lo es todo. No hay que temer de la inactividad si esta conlleva una apertura para la construcción de uno mismo, reveladora, auténtica, profunda. No es necesario presionar la mente en este sentido, el conocimiento se hace en la soledad, con la soledad, es este estado el que provoca un quiebre entre el humano y su propuesta, otra revelación llega, muy probablemente dolorosa, que enfrenta lo conocido con un infierno insondable, es este infierno la muerte segunda, quiebra el alma para que brote, dado que el conocimiento no es descubrir simplemente, es aceptar, es hacer y no hacer al mismo tiempo.
De pequeño aprendí cosas que a nadie más le importaban, las cosas del alma las descubrí no haciendo, las cosas de Phisis las descubrí experimentando. Evidentemente no desde la noción científica, que con su rigor llegó un poco más tarde atiborrando como en los Gulags cualquier falsa esperanza. Con profesionales sabiendo lo que hacen, demostrando, interactuando con el noble salvaje que alguna vez fuimos. En este texto no, la fantasía de la soledad alimentó las fantasías individuales, sus ficciones, en ocasiones mezcladas para enseñarnos, profesionales y salvajes incluidos, que no existen los conocimientos puros, que mutan, por esto no se puede acceder a él sin arriesgarse a quebrarse el alma o el cuerpo (Marie Curie). El instinto de juego, el instinto creativo, el instinto sereno es en definitiva hacer, según Carl Jung, interactuar con los objetos que se ama y aprender de ellos, dado que así como se ha filosofado que la conciencia es solamente una, también se puede especular (especulo), que en los primeros años de vida, muy probablemente, todo era un gran e inmenso objeto. Amamos objetos, en la infancia se normaliza, supongo que está en nuestra naturaleza amar sin ser amados... dejamos de creer en ello a medida que crecemos. Perder el control sobre la soledad de las cosas es perder la niñez. Para aprender, se debe fluir con el miedo a estar equivocados, ni ganar ni perder, ser parte.
No llores, no te eches en los brazos de la indignación. Comprende (Baruch Spinoza). Dejar que la revelación se manifieste, es conocer que existen tantas revelaciones como seres humanos, tantas soluciones como individuos, tantas intuiciones como huellas, no olvidando que la universalidad de la verdad es tan vasta como única, sólo la revelación cambia, como la óptica moviéndose en un espectro desconocido acomodándose a un ojo desconocido. Olvídate de ti mismo (Miller). Se dice que el descubrimiento es un accidente que se encuentra con una mente preparada. Prepara esa mente para los accidentes, la realidad se te revelará, se irá en tu contra, al menos eso parecerá. Se dice, que la mente más preparada para el aprendizaje es la de un niño, recrea esa mente en la interpretación sobre la revelación de la vida, la interpretación es la revelación misma, pero sólo en un instante. El humano tiene la capacidad de destruir cualquier vínculo en un instante. Esta potencia destructora no solamente es física, también es mental. Ni veo la destrucción como del todo negativa, ni la construcción como del todo positiva, ni la física ni la mental; quizás porque al final pareciera encontrarse la nada, la esencia del ser, partera y segadora de mundos, ficciones y universos. Anuncia un proverbio Zen, deja de pensar y de hablar de ello, y no habrá nada que no seas capaz de saber. Porque vivimos un segundo, no hay hechos, sólo interpretaciones. Por ello la verdad no tiene que ver con nuestra vida, sino con algo inevitablemente más grande que nosotros. Es ella excelsa por antonomasia, puede que no haya nada más serio e importante para el hombre que recrearse en ella, en la ética, que no es la estructura de las reglas para el juego, sino de la del juego para las reglas, por tanto la ética no puede ser estructuralista, sino postestructuralista. La ética sirve a la verdad, a los hechos, no a nosotros, ni a las interpretaciones.
Desde la época del mito que se ha manifestado algo ilustradamente conmovedor: el deseo de libertad, su fuerza, reposa en la consideración psicológica de lo inmensamente libres que podemos llegar a ser aspiracionalimente sin saberlo, quitando y otorgando, interpretando y simbolizando. No es que podamos ser libres desde estas aristas de otorgamiento y sustracción, es que somos libres usándolas. Encontrar la vastedad del camino a la libertad debe ser conmovedor, la angustia de existir y la esperanza se muestran descarnadamente para operar la edición incompleta de una vida inmediata, enfrentada al olvido, desvinculada de una civilización que busca estancarle; apabullante, espeluznante, triste, debe ser este enfrentamiento, patético, locuaz, espectacular, con tintes de derrota, pero con una belleza estética sin igual, tan solitaria como desoladora, pero tan, tan necesaria.
Liberada de connotaciones teológicas, la sentencia «sé razonable« equivale a decir: observa las reglas, sin las cuales no pueden vivir ni el individuo ni el todo, no pienses sólo en cosas del momento. La razón se realiza a sí misma cuando niega su propia condición absoluta -razón con un sentido enfático- y se considera como mero instrumento. […] La teoría debe hoy reflejar y expresar el proceso, la tendencia socialmente condicionada el neopositivismo, hacia la instrumentalización del pensamiento, como asimismo los vanos intentos de salvación (Max Horkheimer). ¿Es una genialidad no poder encontrar una salida? El mundo absorve con sus afanes todos los intentos de autonomía, los transfigura en útiles para tergiversarlos, los confunde vendiéndolos como un sentimiento listo para ser satisfecho. El humano busca ese árbol que le diga lo que significa la vida, el conocimiento, pero entre más encuentra ese árbol más se miente a si mismo, por ello la incultura, la vulgaridad, en posicionamiento con la figura del idiota de Dostoyevski, ilustran la indigencia de un espíritu limosnero; la condición de la cual no se representa la libertad, empero está a un paso de ganarla si dejara, sustrajera o negara. Hay otro idiota que es menos evidente en la literatura rusa, ya que está en todas sus sombras, el que no acepta.
El amor y el vacío se presentan como algo intrigante... en ellos se pueden formar todas las contradicciones. Quizas por esto a lo largo de los siglos, sigan siendo indefinibles. No es que no tengan una definición más o menos aceptada, es que jamás se ha descubierto cuántas son. La libertad y el proceso creativo, traen un dolor por antonomasia, pero también lo demuestran como forma técnica y tecnológica; quien encuentra con pequeños atisbos la figura de la desolación hace arte. El mundo se ordena y obedece desde un mandato que podríamos llamar divino, pero donde cada individuo es un organelo formado para ser confundido en el relato mismo de su seguridad, de la autocomplacencia, la sugestión y el aprovechamiento chamánico de su posición superestructural.
La división obligada de las cosas, material-inmaterial, fisico-metafisico, espiritual-mercantil, proponen una disposición que crea una deuda, dado que no hay una separación que no cree una diferencia. En la esencia, las cosas deben, para el pensamiento humano, permanecer desde otra forma, sobrevivir, alejadas de aquellos que la necesitan pero que no llegan, por la escasa comprensión de esa intimidad sobreviviente. Necesidad humana que escribe un vacío metafísico que es imposible de llenar simplemente con la razón, dado que niega la realidad, y con la sola negación, se hace real. El vacío es real, la devastación, es incomprensible desde la episteme, desde ahí nace la poca fe y la esperanza. Escribir, filosofar, pueden fabricar las dos formas, alejarnos de una cosa "buena", para acercarnos a una cosa "mala", en el hecho mejorarnos, llenos de cicatrices, pero curadas, crudas, como cosidos de nuevo para hacer nuestra alma nuevamente funcional, indigente, inteligente, creativa, por tanto sensible, pesada, quejumbrosa, comestible, cocida; que canta como las sirenas en el océano de la soledad. Porque la debilidad de los marinos no es el canto de pseudohembras, sino su soledad. Libres, porque hay quienes cantan por cantar, con o sin responsabilidad, caracterizandose por una conexión profunda con aquello que carecen.