Algunas ideas sobre la amistad.

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Miguel Ángel Latouche


        La amistad es una forma de encuentro mediante la cual revelamos al menos una parte de nosotros a los demás. Supone una relación de equivalencia y de respeto en la cual los amigos se reconocen en su justa medida y se validan al punto de que deciden compartir una parte de su vida. En el término de la amistad con otro somos iguales que el otro y nos debemos el respeto asociado a esa condición. Un amigo es alguien que nos tiene confianza, a quien estamos dispuestos a abrirle la puerta de nuestra casa, que no intenta aprovecharse de nuestra buena fe y que respeta ciertos límites a sabiendas de que nosotros haremos otro tanto. La amistad se siente y se demuestra, no requiere de una reiteración, ni necesita ser enunciada expresamente. Decía Borges que la amistad no necesita permanencia y creo que estaba en lo correcto, los amigos no necesitan verse a diario, ni siquiera necesitan verse con frecuencia, basta que entre estos exista un sentimiento de lealtad y solidaridad que se ponga de manifiesto cuando sea necesario. Lo que tampoco justiifica la ausencia permanente, claro.

Siempre valoré la amistad que te acompaña en las malas horas, la que pregunta por ti, la que hace acto de presencia de vez en cuando. Hay amigos que nunca están o que dejan de hacerlo; en esos casos la amistad se convierte en un recuerdo. Todos quienes han hecho presencia en nuestra vida siguen siendo importantes, seguramente algo de ellos ha quedado en nosotros y nos han proporcionado algún aprendizaje que debamos validar en términos de lo que se construyó con una base común. Así, la vida está cargada de grandes y pequeños recuerdos y experiencias a partir de las cuales definimos quienes somos, lo que solo es posible en un sentido acumulativo.

Para los griegos la amistad tiene una base ética que se fundamenta en la confianza. A fin de cuentas, en el campo de batalla se ponía la propia vida en manos de los hombres que los acompañaban. Famosa era por ejemplo la amistad entre Aquiles y su Primo Ajax, quienes entrenaron juntos bajo la supervisión de Quirón. La amistad supone entonces cierta conexión espiritual, que trasciende la estética del momento, la pura complacencia y la frecuencia del encuentro.  A veces es inevitable que hablemos con alguien con quien nos encontramos a diario, eso no implica necesariamente que nazca un sentimiento de amistad que se fundamente en una valoración moral del otro y de lo que comparte con nosotros. Así, la amistad no se limita al trato o a la buena conversación, sino que supone un encuentro mucho más profundo, capaz de dejar una huella en nuestra alma.

Un amigo es alguien a quien estamos en la disposición de invitar a nuestra casa, con quien compartimos la sal y el vino y a quien en contraprestación le pedimos cierto sentido de discreción.  Los amigos no solo nos sirven de respaldo, sino que, además, tienen el deber de no revelar las cosas que conocen de nosotros porque se las hemos contado. Se trata, pues, de la protección de un espacio privado y excluyente. La amistad requiere entonces de un sentido de responsabilidad y compromiso con el bienestar del otro. No es un amigo quien no se interesa por nuestra suerte, quien no responde a nuestro llamado, quien brilla por su ausencia. Un amigo es alguien que corre a socorrernos cuando lo necesitamos, que está dispuesto a escucharnos, que no se aprovecha de nuestra generosidad. La amistad requiere una cercanía que está basada en el afecto sincero, en la construcción de un espacio común, en la búsqueda de coincidencias.

Es interesante notar que etimológicamente la palabra amistad proviene del latín “amicitia” que significa afecto que se manifiesta de manera desinteresada y pura y que tiene un carácter recíproco. En su Ética a Nicómaco, Aristóteles nos recuerda que la amistad “es lo más necesario para la vida”, sin que eso nos haga pensar que la amistad deba implicar una fe ciega en el otro o la ausencia de conflicto. El mismo Aristóteles decía que era muy amigo de Platón, pero que era más amigo de la verdad, con lo cual nos dice que la amistad no puede estar por encima de nuestras convicciones y valores o que debamos romper las reglas en nombre de la amistad. Lo importante es que, al tratarse de los amigos, las discrepancias pueden resolverse en el marco de una conversación respetuosa y un apretón de manos.

                Creo que en estos tiempo que vivimos en lo que todo está marcado por cierto tono de frivolidad es necesario redefinir las bases éticas de la amistad, la importancia del respeto por el otro y sus opiniones, la necesidad de encuentro y de la sinceridad en nuestras relaciones con los demás, como uno de los fundamentos primarios de una construcción social armoniosa dentro de la cual se respeten las diferencias, se escuchen a toda las voces y se evite la descalificación y el insulto como practicas cotidianas. En ese sentido la amistad es una forma de construir ciudadanía, sobre todo en este mundo vertiginoso y complejo en el que las conversaciones tienden a ser sustituidas por el texto digitalizado que permite mantener el anonimato o sustituir nuestra identidad por alguna otra, sometiendo a las relaciones sociales a un proceso creciente de despersonalización que puede ser peligroso en tanto que supone una mayor soledad o que nos involucremos en un mayor numero de relaciones intrascendentes. Si bien la amistad no requiere una presencia permanente si requiere una cierta presencia que ponga de manifiesto el compromiso moral de las partes de develar su identidad y dejar entrar al otro a un espacio que, aunque se construye de manera privada tiene un efecto sobre lo público.

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