Érase un hombre con una nariz de oro: Thycho Brahe

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Estoy muy emocionada con este artículo. Reúne varios elementos que nos aseguran pasar un buen rato: hechos reales, obstinación, histrionismo, celos, derroche, una isla gobernada por un déspota, sospechas de envenenamiento y mi querida revolución científica.

Hoy vamos hablar de una de las vidas más fantasiosas y menos convencionales que conozco: hablaremos de Tycho Brahe. Normalmente lo que nos cuentan los estudios formales es que fue el mayor observador del cielo antes de la creación del telescopio. Brahe era un astrónomo tenaz (característica que marca especialmente su trayectoria vital), que creía en la observación diaria del cielo de forma protocolaria y con los instrumentos más precisos posibles. De momento parece el típico obsesivo, perfeccionista y talentoso.

 

Pero como en toda biografía hay salseos y divertimentos y esta vida tiene un inicio del todo sorprendente que quizás apuntaba a lo estrafalario de su devenir. Nació en 1546 en Dinamarca. Fue el primogénito de un noble matrimonio bien posicionado y con bastantes influencias. Pero todo esto de poco le sirvió ante el rapto de  su tío paterno Joergen Brahe, el cual no tenía hijos propios y ante tal imposibilidad robó a su sobrino y se hizo su tutor. Pim, pam, toma Lacasitos. Le proporcionó una formidable educación humanista en latín y  su intención era que estudiara leyes pero no contó con un acontecimiento astronómico que cambió el rumbo de la trayectoria vital de nuestro protagonista. Veréis, con 13 años (yo también lo veo muy joven)  fue enviado a la Uni de Copenhague y durante su estadía, en 1560 se produjo un eclipse de sol. Fue en este preciso instante cuando algo cambió en la mente del brillante joven, y es que el hecho de que el fenómeno se pudiera  prever dejó a Brahe fascinado y se abrió ante él un océano de conocimientos astronómicos en los que sumergirse. Todo esto bajo la indulgente mirada de su tío que veía este cambio como una fase de rebeldía adolescente. Luego para completar sus estudios fue enviado a la Uni de Leipzig, y aunque su tío seguía emperrado en que fuera letrado el sobrino punki se dedicaba a sus observaciones de la bóveda celeste.

 

Estos rifi rafes duraron poco ya que el tío la palmó dejando al astrónomo un buen pellizco. Ahora si que se formaría en las unis que quería y sobre los temas que le interesaban: astronomía, alquimia y medicina. ¡Aquí empieza el verdadero rock and roll!

 

Para muestra un botón: en 1566 tuvo una bronca muy fuerte con otro aristócrata danés que derivó en un duelo, dicen las malas lenguas que fue provocado por las burlas de éste aristócrata sobre una predicción astrológica de Tycho. Se conoce que Brahe previó la muerte del sultán Solimán el Magnífico cuando este ya la había diñado. El resultado del duelo fue la pérdida de la parte superior de la nariz de Brahe. Desde entonces usará una prótesis de oro o plata (algo muy indicado para un amante de la alquimia).

 

En la siguiente década desarrolló su carrera y se labró un nombre, también se casó y tuvo descendencia. En estas ya empezaba a estar un poco insatisfecho con su vida en Copenhague y el rey Federico II para retenerlo le regaló una isla llamada Hven. Al inició fue autoritario de más con los lugareños hasta que el rey le paró los pies. En dicha isla levantaría su observatorio y laboratorio de alquimia llamado Uraniborg (cual nombre de ginoide), en honor a Urania la musa de la astronomía. Vamos, una Bat cueva en todo su esplendor financiada por la realeza.

 

Y aquí es donde se desata el despiporre de sus excentricidades. A parte de su inestimable aportación a la astronomía moderna, también se dedica a dar grandes banquetes ofreciendo como entretenimiento la presencia de Chep. El era su bufón personal y como era costumbre en la época, era una persona de corta estatura. Pero la cosa no acaba aquí, Thyco creía que Chep era clarividente y en las grandes fiestas cuando este hablaba, el anfitrión hacía callar a los presentes para escuchar las revelaciones. Posteriormente como premio Tycho cogía un trozo de comida y se lo daba con la mano como si fuera una mascota. ¡Algo terrible! Otro divertimento que ofrecía era emborrachar a un alce en el interior del castillo, hasta el punto que un día, el animal totalmente ebrio, intentó bajar las escaleras y falleció. ¡Menos mal que su especialidad no fue la ética!

 

En 1567 ocurre un hito muy importante en la vida de nuestro protagonista: la observación de un cometa que atraviesa las esferas celestes, lo que invalida el modelo de esferas de Ptolomeo. En ese momento ya hay una teoría que lo puede explicar, el modelo copernicano (el sol está en el centro y los planetas giran alrededor, siendo la Tierra un planeta más), pero esta teoría no le convence especialmente por las implicaciones religiosas que conlleva, ya que si el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios, nuestro lugar no puede ser otro que el centro. Con tal egocentrismo costó que el modelo copernicano arraigarse. En esta tesitura Tycho decide crear el moledo tychonico. Es un modelo bisagra entre el ptolemaico y el copernicano. Revolucionario por un lado y conservador por el otro. El tema es que a nivel matemático su propuesta funcionaba bastante bien. Pero realmente su atractivo reside en la no problematización religiosa, por todo ello tendrá la no desdeñable  vigencia de un siglo aproximadamente.

 

Nada es para siempre y en 1597 Christian IV, nuevo rey de Dinamarca, le retira los fondos. Nuestro filósofo abandona Dinamarca buscando más fortuna en otros lares y aterriza en la corte de Rodolfo II, sacro emperador romanoEn 1599 para bien y para mal, conoce a una pobre y joven promesa llamada Kepler (arrodillémonos ante quien creó las leyes del movimiento planetario y quien sentó las bases para las leyes de la gravitación universal de Newton). Tycho lo invitó al castillo para que fuera su asistente y le ayudara matemáticamente a demostrar su teoría, en cambio el otro acude con la idea de pedirle sus anotaciones de las posiciones de los astros y así seguir desarrollando su propia hipótesis cercana a la copernicana. Ya se masca la tragedia, empieza una relación con luces y sombras, en la oscuridad, el mal rollito que se llevan ya que Tycho suelta la info en cuentagotas y cree que Kepler es un ingrato, ya que lo sacó de la pobreza y por otro lado Kepler juzga al maestro de viejo avaro y recalcitrante. En la luz hayamos la creación conjunta del catálogo de las posiciones de la estrellas más preciso conocido hasta el momento, las tablas rudolfinas (Ya que no olvidemos que Rodolfo II es quien financia todo el tinglado).

 

Ya en el capítulo final de esta apasionante vida, veremos que Brahe no decepciona. Los 2 astrónomos acuden en Octubre de 1601 a un gran banquete donde Tycho siente unas grandes ganas de ir al baño, pero él no se retiró al servicio ya que lo consideraba una gran rotura de etiqueta. Al llegar a casa e intentar miccionar y se da cuenta que no puede. 11 días después al gran astrónomo muere de uremia (alta concentración de urea en sangre al no poder hacer pis). Pero también hay teorías más sórdidas y truculentas que cuentan que fue su ayudante quien lo envenenó para poder acceder final y libremente a todos los datos de Tycho. (Actualmente y con autopsia de por medio se sabe que por morbosa que fuera esa explicación es falsa)

 

Por otro lado antes de morir Tycho llama Kepler para decirle que le dará todos sus ansiados datos y todos sus instrumentos si jura defender el modelo tychonico e ir en contra del copernicano, no se sabe del cierto si juró o no pero la realidad es que le dio toda la info y materiales. Afortunadamente Kepler hizo lo que le dio la gana y  entre 1609 y 1619 creó las leyes de movimiento planetario y sugirió la existencia de una misteriosa fuerza que atrae los planetas al sol, la posteriormente conocida gravedad.

 

Hemos tenido ilusión y espectáculo además de veracidad y ciencia, todo ello concentrado en tan solo 54 años de vida. Imaginad que más habría ofrecido al mundo con una vida longeva. Es innegable que Brahe fue un ser humano privilegiado, con una vida extraordinaria rozando la inverosimilitud, de carácter fuerte y mente resplandeciente. ¡Ave Thyco Brahe!


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