El avance de la tecnología y de la técnica,
gracias al capitalismo como forma de producción, hemos llegado al punto de
poder desarrollar inteligencia artificial
de tal manera que se relativiza el estatuto único del ser humano de poseer una
mente. A mediados del siglo XX se revitaliza las reflexiones en torno a la idea
de mente al surgir la construcción de
programas computacionales con la capacidad de recibir estímulos (inputs) y
producir una determinada respuesta (outputs) y realizar funciones similares
(idénticas?) a la racionalidad humana. Ahora, si bien este es el contexto
objetivo de posibilidad de surgimiento del modelo
computacional de la mente, el desarrollo de las ciencias sociales en el
siglo XIX y la preponderancia de la teoría comportamental como disolución del
concepto de Mente y del mentalismo como arraigo del misticismo en el
pensamiento, tanto como respuestas al materialismo reduccionista (Teoría de la
identidad Mente-Cuerpo)[1].
Dos cosas fundamentaban esa crítica a las
perspectivas que colocan al cogito y al núcleo de la identidad personal del
“Yo” (el llamado “animismo”, “espiritualismo” y “mentalismo”) que dan origen a
la preponderancia del modelo de la identidad de propiedad entre el cuerpo y la
mente y el modelo del Behaviorismo (tanto en su forma psicológica como lógica)
son:
·
No es
posible conocer una realidad tal como eso que llamamos mente
·
No es
posible una verificación empírica de las proposiciones que tiene como premisa
el concepto de mente
El behavorismo desde la óptica de Skinner, no
es una ciencia del comportamiento humano, sino su filosofía[2]. Desde
la óptica del Behavorismo psicológico, el ser humano es una sustancia material,
un organismo vivo fruto de todo el proceso de evolución de la naturaleza. En
ese sentido, como cualquier especie, comparte predisposiciones hereditarias
genéticamente, que construyen esquemas y formas pre-establecidas en el material
biológico como instrumentos de supervivencia, autoconcervación y adopción al
medio en el que se reproduce su existencia viva[3]. Aunque una persona dese y actué como un
pájaro, nunca tendrá alas para volar. Como dice Skinner al ser la
conducta una de las características de las cosas vivas, el movimiento es parte integrante de su carácter vivo y el actuar de un organismo, aparece para
modificar el medio ambiente externo que lo afecta. Un organismo es viviente porque posee todo un aparato biológico
(cuerpo), que es producto de los avatares de su proceso de selección natural,
que puede ser afectado por el mundo y ejerce una acción sobre este. Todo
organismo tiene así, «reflejos» y «reflejos condicionantes», estando ambos íntimamente
relacionados con el bienestar del organismo.
El behavorismo filosófico o
lógico, como lo define Texeira:
[...] Se procedermos a uma análise rigorosa do emprego da nossa linguagem veremos, no final, que nem faz sentido falar de um problema mente-corpo. Este problema seria uma ilusão que deveria ser dissipada, e esta seria a tarefa que o filósofo da mente teria de empreender através da análise linguística [...][4]
En ese sentido posturas como las de Ryle
cuestiona el problema del “fantasma en la
maquina” heredado de Descartes, considerando que toda formulación de un
estado mental, puede ser reducida a una aptitud comportamental.
De otra parte, la Teoría de la Identidad concibe la identidad entre estados mentales
y estados fisiológicos del cerebro. Postulada por los filósofos australianos U.
T. Place y J. J. C. Smart, y al filósofo alemán H. Feigl, consistió
inicialmente en la aplicación de los avances de las neurociencias a los
problemas tradicionales en filosofía en relación a la interacción entre mente-cerebro;
siendo los estados mentales algo objetivo, como la realidad del agua=H2O[5].
Las críticas a ambas posturas no se hicieron
esperar. A la Tal consideraron reduccionista, pues no permitía considerar la
especificidad de la unidad de la primera persona y aún más de la especificidad
de la realidad mental. Mientas que al modelo Behavorista en sus dos versiones,
cae en una infinidad de imputaciones causales de comportamiento siendo al mismo
tiempo circular, pues al traducir las creencias en términos de comportamientos,
pues se considera de entrada la creencia construida a partir de un
comportamiento anterior.
El modelo
computacional de la mente o también conocido como Funcionalismo filosófico H. Putnam , J. Fodor y David Lewis, pero tal vez el más conocido
sea el matemático ingles Alan Turing. Este último se preguntó directamente por
si las maquinas tienen mente, respondiendo afirmativamente a esta cuestión.
Construye un modelo lógico y experimental por medio del cual es posible
comprobar que una maquina tiene mente conocido como la máquina de Turing. Presupuestos fundamentales es que se considera
la relación entre cuerpo-mente de esta perspectiva como un todo, desde un punto
de vista no operacional – como en el conductismo- ni desde un punto de vista de
la identidad – como desde la teoría de identidad-, sino desde la perspectiva
del concepto de «Función». La mente es una «Función», si bien parte de un soporte material (hodware), lo
fundamental son las relaciones y operaciones que desenvuelve en el cumplimiento
de una «Función». Este es un
particular forma de materialismo que
no es reduccionista, pues reconoce la necesidad del soporte material y, no
por esto considera suficiente para
definir la mente.
Se trata de una posición monista de la materia (un materialismo de única substancia) que
considera la existencia de una realidad que soportada por la materia, posee
propiedades propias. Se recoge de la idea de la evolución el hecho de que la mente es el estado más elevado dentro
del desarrollo de la materia, cumpliendo una función adaptativa[6]. La mente es «Cálculo» de elementos (signos) a partir de unas reglas
preestablecidas. Es por eso que es comparable un programa de computador y una mente
humana.
En este punto se retoma las problemáticas
cartesianas y se da respuesta al problema de los autómatas y del fantasma en la maquina cartesiana. No se
trata de que la mente sea una substancia
pensante, un cogito estructurado
como primera persona “Yo”, sino de que el Pensamiento
se un cálculo impersonal. No se trata de que la
mente sea un “Yo”, sino de que funcione, que siga una determinada lógica y a
partir de estímulos externos (inputs), procese información y responda
(outputs). Se supera la idea de intencionalidad
de lo mental, como efecto de Sujeto
trascendente o substancializado, para hablar de «Función» como la unidad de todas las experiencias de lo mental. Lo
mental es una secuencia de imágenes, como el resultado del cálculo de signos de
nuestro aparato cognitivo.
La Máquina
de Turing, a grandes rasgos es un juego de imitación compuesto de la
siguiente forma:
Tres personas:
(a)
Un
persona-----(b) (Especialista)---(c) (Computador)
Se separan espacialmente (o de tal forma que no
se puedan ver). “b” realiza
preguntas sobre un determinado tema (sobre el que es especialista) tanto a “a” como a “c”,
de tal manera que si “b” no
identifica una distinción entre las respuestas de “a” y de “c” entonces: “c”= “a”, el computador
es una mente. Sí “a” cree que “p” y “c” también cree que “p”, y ambos siguen las
mismas reglas, debe concluirse que ambos son mente. Esa fue la deducción de A.
Turing. En ningún momento se está considerando a la mente como un “Yo” o consciencia, todo lo contrario, pretende
borrar la sombre del “yo”, para dejar la «Actividad pura del
pensamiento».
Acá
se hace eco la teoria hobbesiana sobre la representación cognitiva y el
lenguaje [cuestión 1]. Para Hobbes el pensamiento no es sino el nombre que le damos al producto, a la
actividad, resultado de la suma y sustracción de las imágenes
(representaciones) en nuestro aparato cognitivo[7]. Todo es cuerpo en movimiento, no existe un
tal “Yo” o sujeto transcendental, “alma” o nada por el estilo. Lo que sucede es
que los cuerpos externos, estimulan la sensibilidad humana, de tal manera que
esta construye imágenes que le representan el objeto (la realidad) como
si efectivamente este (esta)
existiese:
[…] La causa de la sensación es el cuerpo exterior, o el objeto que presiona el órgano propio de cada sentido, sea de forma inmediata como en el gusto o en el tacto, o sea de forma mediata como en la visión, el oído y el olfato […] la sensación nada más es la ilusión originalmente causada por la presión, esto es, por el movimiento de las cosas exteriores […][8]
Para Hobbes existen dos tipos de
representaciones, las sensibles y las imaginarias, por medio de las cuales
podemos realizar diferenciaciones y comparaciones, siendo la realidad
construida en nuestro cerebro en la medida que somos afectados por el objeto
externo, hasta tal punto que cuando esta imagen es proyectada del interior
hacia el exterior, por reacción de los estimulo nerviosos centrales, tenemos la
ilusión de que lo que se percibe es la cosa
en sí misma y no nuestra representación de esta[9]. Sólo nos sobrevienen representaciones según la disposición y fricción de la substancia percipiente y el objeto percibido, por no decir toda una
amalgama de imágenes, una serie de
fantasmas (phantasms) mentales. Todavía
más, dice Hobbes, creemos tener una representación de que somos una
consciencia, un “Yo”, cuando en realidad somos cuerpos en movimiento con la
función del pensar. Dice el propio Hobbes en De Corpore (16):
[…] así, a partir de la idea completa de hombre, es decir, de cuerpo animado racional, se eliminará la idea de racional y quedará el cuerpo animado. Poco después […] se perderá la idea de animado y quedará solo la de cuerpo y, finalmente, cuando por la distancia ya no se pueda ver, se va de la vista la idea completa […][10]
Sobre la base de esta antropología sobre el
lenguaje, la ley y la verdad Hobbes construye todo su sistema. No se trata acá
de medir los alcances de su teoría. Lo que pretendemos resaltar al “invocar” su
nombre, es que ante la filosofía y el giro hacia el “Cogito” como el núcleo
fundador de la época de la imagen del
mundo, existía ya otro giro, lógico, lingüístico y materialista, que
destronó al “Yo” a partir del modelo de Cálculo
de función, anticipando con ello algunos presupuestos fundamentales de Funcionalismo computacional.
Ahora, sobre esta implicación, la negación del
núcleo personal del “Yo”- de la consciencia-se levantará el propio H. Putnam tratando de desmontar la máquina. Es
difícil establecer como Putnam se adhiere o no al funcionalismo , lo cierto es que realiza una serie de
consideraciones contra argumentativas a la propia teoría que dice seguir, de
tal manera que muchas veces deja en serio jake
la hipótesis del funcionalismo:
Comienza por ejemplo a cuestionar la totalidad
de afirmaciones anteriores:
(1). Un ser humano completo es
una máquina de Turing
(2). Todos los estados mentales
de un ser humano son estados de máquina de Turing[11]
Putnam considera que estaba completamente equivocado
al creer que (1) y (2) eran afirmaciones correctas. No es posible igualar mente a un programa, ya que considera
que las mentes experimentan estados psicológicos como las experiencias
emocionales, sensitivas, aptitudinales, etc., en síntesis «intencionales», que
una maquina no podría experimentar. El Funcionalismo
es un tipo –encubierto- de
reduccionismo fisicalista: la reducción de lo mental a lo funcional. Parece
obvio, pero es interesante considerar, “las
máquinas no poseen consciencia”, en ese sentido es necesario regresar a la
consideración sobre las experiencias subjetivas sobre el “Yo” para considerar
nuevamente la cuestión. Putnam propone
un dualismo de propiedad no de tipo mente-cuerpo sino entre propiedades físicas y propiedades intencionales. Como dice
Mariano Rodriguez:
[…] La intencionalidad, definitivamente, es irreductible a lo físico-computacional. Tampoco podemos decir, en absoluto, que es un mito, pero ni siquiera se puede aceptar la concepción que haría de ella un fenómeno especial irreducible. Y es que de lo que ahora se trata en realidad es de aplicar al problema de lo mental la actitud filosófica general que consiste básicamente en haber abandonado la asunción de que cada fenómeno tiene una naturaleza última y fundamental […][12]
La «Intencionalidad»
contrapuesto a lo «físico-computacional»
es una manera de revitalizar la filosofía de la mente y, recuperar entre sus
problemas lo relativo a la experiencia subjetiva del “Yo”. En ese sentido
aparecen nuevos problemas en lo relacionado ya más con el universo semántico –
en contraposición a la supremacía de lo sintáctico en el modelo computacional
de la mente- el funcionamiento del significado/Sentido,
en la experiencia intersubjetiva del lenguaje.
Hobbes todavía sigue teniendo eco, la amplitud
de su perspectiva lo salvaguarda de las críticas de Putnam, sin embargo no está
del todo a salvo. La dimensión lingüística de la visión hobbesiana articula el
aparato cognitivo y el mundo por medio del nombre
(onoma). El nombre de una cosa es una creación humana arbitraria, por lo
cual no existe una identidad o correspondencia entre el nombre y la cosa; este
último, el nombre, solo significa la materia, es una pura ficción (phainomenon), que puede ser con
referencia o sin referencia a algo, prefigurando una relación primero interna
(de la relación con su propio sentido) y solo con posterioridad, producto de la
actividad cognitiva, se presenta como exterioridad, es decir, con referencia a
un objeto de la realidad[13]. Aún con esta referencia el movimiento del conatus refiere más a un movimiento
mecánico que intencional. No podemos extender acá las implicaciones hobbesianas
en relación a los argumentos de Putnam. Lo cierto es que Hobbes difícilmente
cabría como reduccionista computacional.
El problema de la intencionalidad abre una nueva manera de ver las relaciones entre
cuerpo-Mente y así, nuevas implicaciones con relación al problema del “Yo”. El
funcionalismo pretendía rescatar la filosofía de la mente ante la crítica
Behavorista, pero termino en un reduccionismo cuasi hermano de la teoría de la
identidad. El Propio H. Putnam que fue seguidor y defensor, terminó criticando
sus propias posturas con el afán de desembarazarse de semejantes
afirmaciones.
[1] Cf. Texeira, J. F. (1994). O Que é a Filosofía da Mente. Em: Rev.Filosofía de la Mente.Texto1.
[2] Skinner, Sobre Behaviorismo, 1974.p.7 y
ss.
[3] Skinner, Ciencia
y Conducta Humana. 1971, pp. 60-66.
[4] Cf. Texeira, J. F. (1994). O Que é a Filosofía da Mente. Em: Rev.Filosofía de la Mente.Texto1. p. 8.
[5] Cf. Carlos Beorlegui. Filosofía de
la Mente. Panorama Actual.
[6] «[…] Esta aparentemente paradójica
sofisticación putnamiana del materialismo pasa por reconocer, directamente en
contra del falso materialismo que, como habíamos visto, nuestro autor denomina
“tradicional”, que un atributo psicológico no es lo mismo que un atributo
físico, si bien, en un mundo como este en el que nos ha tocado vivir, este
último realiza el primero, lo “implementa” (“materialmente”). Lo cual permite
una especie de “libertad”, por así decir, frente a la realización física […]»
ver: Rodríguez, Mariano. Desmontando la
máquina: las razones de Putnam contra el funcionalismo. En Rev. LOGOS.
Anales del Seminario de Metafísica. Vol. 39 (2006), pp. 53-76
[7] Cf. Tratado sobre el Cuerpo, 2000, cap. 1.
P.40; Leviatán, 2014, cap. IV, p. 37.
[8] Este artículo se basa en el Leviatán en su versión en portugués Hobbes, T. Leviatán: o materia, Forma e poder
de una República Eclesiástica e
Civil. Editorial Matins Fontes. São Paulo. 2014. p. 17. [Las traducciones al
español son nuestras].
[9] Leivas, Cláudio R. C. A teoría da Representacao Cognitiva de
Hobbes. Rev. Cienicas & Cognicao. Vol. 12. 2007. p. 200
[10] Hobbes, T. (2000.).Tratado sobre el Cuerpo.
Editorial Trotta. España. p. 37.
[11] Rodríguez, Mariano. Desmontando la
máquina: las razones de Putnam contra el funcionalismo. En Rev. LOGOS.
Anales del Seminario de Metafísica. Vol. 39 (2006), pp. 58-59.
[12] Ibíd. p. 62.
[13] Hobbes, T. (2000) Tratado sobre el Cuerpo. Editorial
Trotta. España.
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