Karl Marx y la crítica como razón histórica

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Karl Marx y la crítica como razón histórica por @jrherreraucv

No son pocos los profesionales y técnicos –bien formados en sus respectivas áreas laborales– que, al referirse a las normas por las que se rige una determinada corporación o institución, e incluso una determinada ideología política y su correspondiente acción partidista, invocan, con tono solemne, la expresión “la filosofía de la empresa”, como si, en realidad, existiera semejante ligereza. Hay otros, en cambio, que al hacer mención de una determinada filosofía se refieren, más bien, a los “temas y problemas” que pudiesen derivarse de la misma, cabe decir, que confunden esa filosofía con la interpretación de la historia, de la sociología, de la economía, de la política o de la antropología que se deriva de su centro nervioso, de su fulcro o fundamento conceptual, confundiendo las partes con el todo y el todo con sus partes. En fin, hay otros que, al considerar que una de esas partes resulta ser de relevante importancia para dicha filosofía, deciden que, en realidad, no es una filosofía sino que es, más bien, un discurso esencialmente dedicado a esa parte –por ejemplo, a la economía–, por lo cual ese discurso debería ser acogido en algún asilo filosófico que le sirviera de sustento, con el objetivo de poder crecer bajo el cobijo de una gran doctrina.


Marx critica.
Durante los últimos tiempos, Karl Marx ha sido considerado no como una víctima de las incontables ligerezas y prepotencias del entendimiento abstracto –en su afán por reducir lo pensante a lo pensado, lo vivo a lo muerto, sustituyendo la verdad por la certeza y el pensamiento por el método– sino, más bien, como un victimario: como el responsable directo –o indirecto– de la conformación del bloque de las autocracias más inhumanas, criminales, hambreadoras, atroces, que, en un determinado momento de la historia relativamente reciente, llegaron a adueñarse de la mitad del mundo y amenazaron, no sin terror, con apropiarse de la otra mitad, en nombre del así llamado socialismo y comunismo internacionales, términos que, desde la parte oriental del mundo, ocultaban el propósito de reabrir las oscuras puertas de la tenebrosa selva del ricorso de la esclavitud a nivel mundial. Y cabe agregar: con el plácer de los muchos profesionales y técnicos que, asistidos por el entendimiento abstracto, hoy se aferran al alambique de los “temas y problemas”, mientras ocultan sus falencias y desprecian prejuiciosamente lo que no conocen y, quizá, no sean lo suficientemente capaces de conocer.

Decía Hegel en alguna parte que, por desgracia, la filosofía es el único de los saberes del que todo el mundo se cree en capacidad de dar cuenta. A nadie se le ocurriría discutir acerca de “temas y problemas” propios de la física cuántica con el investigador de rigor, ni de patologías autoinmunes con el médico especialista, ni de números irracionales con el dedicado profesor de matemática. Sólo para la filosofía no se necesitaría poseer una preparación y formación especiales, más allá de la improvisación de opiniones y representaciones traídas del más pedestre sentido común. Por eso mismo, para quienes estimulan la labor favorita del entendimiento reflexivo –la separación de pensamiento y realidad– conviene más el Prozac que Marx, con lo cual toman los ensueños de sus abstracciones por algo verdadero y lo hinchan de su “deber ser”, que, además, predican en el ámbito político. Se subestima la filosofía de Marx porque se subestima a la filosofía en general.

La de Marx, en realidad, no es una filosofía política, ni una filosofía económica y social. Ni es una filosofía de la historia, si por historia se entiende la erudición de datos, el contar anécdotas del pasado o aprenderse fechas de memoria. Un museo de cera, sin el más mínimo aliento vida. Como tampoco hace referencia ni a unas “leyes” ni a una “metodología” que se le aplica a la historia para que esta se comporte de acuerdo con los dictámenes de aquella. Por supuesto, no es una ciencia, en el sentido que en estos tiempos se le ha dado a esa expresión. Ni es una “filosofía científica” ni es una “ciencia filosófica”. La filosofía de Marx es, en sustancia, una ontología del ser y de la conciencia de su tiempo. De hecho, toda auténtica filosofía es su tiempo aprehendido con el pensamiento, o como dice Marx, es “la lógica específica del objeto específico”. Pero precisamente por eso, como toda ontología tiene el oficio de diluir lo cosificado, de restablecer el flujo de los ríos de la historia ahí donde los castores del entendimiento lo han represado, como la ontología es actio mentis continua, la de Marx no puede no ser una filosofía necesariamente crítica e histórica. Crítica, en el estricto significado dado a esta expresión por Kant, cabe decir, como el develamiento profundo, íntimo, de los fenómenos. Histórica, en el sentido abiertamente hegeliano, reconocido muchas veces por el propio Marx, ya desde su tesis doctoral sobre la Diferencia de las filosofías de Demócrito y Epicuro. Porque la mirada retrospectiva, la reconstrucción del pasado, se traduce en la experiencia de la propia autoconsciencia, en la mejor comprensión del presente y de lo real y, por eso mismo, en su necesaria superación. La experiencia es, de hecho, la primera conciencia del contenido de la filosofía, por lo cual el contenido de la filosofía no es otro que la realidad de un determinado tiempo histórico.

La crítica como razón histórica recorre toda la obra de Marx, desde la ya citada Diferencia, la Crítica de la filosofía hegeliana del Derecho Público, la “Crítica de la crítica-crítica”, la “crítica de la novísima filosofía alemana en las personas de sus representantes y del socialismo alemán en sus diferentes profetas”, la crítica de la economía política y la crítica de las diversas representaciones, de corte natural –es decir, no histórico– del socialismo. Si hay un término –un “hilo conductor”– que une todo el pensamiento de Marx es, precisamente, el de la crítica como la razón dialéctica e histórica de su tiempo. Los creyentes en dogmas desgastados y los materialistas pre-críticos, tanto como los propiciadores de regímenes tiránicos y totalitarios o los enemigos de la propiedad privada, podrán alegar lo que quieran. Marx no sólo los hubiese enfrentado con su Kritik, sino que muy probablemente se mofaría de ellos.

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