Capitalismo de cooperación

Los críticos del capitalismo centran sus argumentos en la idea de que el capitalismo, al promover la competencia, alienta la lucha sin cuartel entre los individuos, las empresas y los estados con el fin de obtener las máximas ganancias; pero esta es sólo la visión más oscura del capitalismo.
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Capitalismo y cooperación.

La competencia también es cooperación

Los críticos del capitalismo centran sus argumentos en la idea de que el capitalismo, al promover la competencia, alienta la lucha sin cuartel entre los individuos, las empresas y los estados con el fin de obtener las máximas ganancias; pero esta es sólo la visión más oscura del capitalismo.


Los críticos del capitalismo centran sus argumentos en la idea de que el capitalismo, al promover la competencia, alienta la lucha sin cuartel entre los individuos, las empresas y los estados con el fin de obtener las máximas ganancias. La competencia, señalan, opera como la fuerza que impulsa a los productores a elevar la productividad y producir más rápido, lo que estimula el desplazamiento de los más pequeños en favor de los más grandes. El Gran Capital se queda así con todo el mercado, monopolizándolo y sujetándolo al capricho de sus deseos.

Pero la competencia no termina aquí. Los monopolios, aseguran, empiezan entonces a luchar unos contra otros en una guerra sin fin. Las trasnacionales y los estados imperialistas se juegan todo en el tablero del mundo, se reparten territorios, ponen y quitan gobiernos, echan los dados para ver quién se queda con los recursos de este o aquél país. El movimiento de sus fichas no toma en cuenta desde luego el bienestar del trabajador ni de la población; es la ganancia por la ganancia misma lo que importa; llegar a ser el más poderoso, el más grande, el más rico.

Marx y Engels ya hablaban de este escenario en el siglo XIX, la época de la revolución industrial en la que efectivamente el empresario y los estados tenían la mira puesta en la productividad y en la utilidad. Desde la perspectiva decimonónica, alguien debía pagar por el desarrollo y éste debía ser el obrero. El obrero no necesitaba disfrutar de descanso porque sería perjudicial para el país, la sociedad, el orden público y, como consecuencia, también para el mismo trabajador. La frase que justificaba estas ideas era la siguiente: Al aumentar la miseria, aumenta la prosperidad.

Las críticas al capitalismo contribuyeron a la aplicación de leyes y normas a favor de los trabajadores, los sindicatos adquirieron mayor fuerza y representación y el sistema se fue ajustando a un modo de producción que tomara en cuenta los derechos del obrero. Pero la competencia no se detuvo con estas medidas, continuó y de hecho con más ímpetu. La primera guerra mundial es consecuencia de ello.

Tienen razón los críticos en señalar que el sistema capitalista se sostiene en la competencia y que la competencia no regulada puede conducir a una rapaz búsqueda de ganancias en detrimento del ser humano. Pero se quedan mirando solamente la cara más oscura y perversa del capitalismo. Hoy en día existe otro modo de entender la competencia capitalista, es la visión que se enfoca en la competencia a favor de la cooperación.

En su ensayo Competencia y cooperación, David Boaz sostiene que quienes afirman que los seres humanos están hechos para cooperar y no para competir no comprenden de manera cabal que el mercado es cooperación.(…) El mercado es el conjunto de personas que compiten para cooperar. Por mercado se refiere Boaz al libre intercambio de bienes y servicios, esencia del sistema capitalista.

Este argumento encuentra sus bases en nuestra naturaleza humana. Como lo exponía David Hume, los hombres nos enfrentamos con tres condiciones: 1) el interés propio, 2) nuestra limitada generosidad con los demás y 3) la escasez de recursos. Dado que para satisfacer nuestras necesidades debemos cooperar con otros, pues es imposible que una persona pueda producir todos los bienes y realizar todos los servicios que requiere, es indispensable la existencia del mercado. Y el mercado, cuando opera con libertad pero bajo normas que regulen la propiedad y el intercambio, permite llevar a cabo complejas tareas sociales de cooperación y coordinación. Competimos por vender y obtener riqueza al tiempo que cooperamos para que la sociedad obtenga un beneficio adquiriendo nuestro producto. Ford y Nissan compiten y con ello cooperan a ayudarme a conseguir el vehículo que me funciona. Telmex y ATyT compiten y con ello cooperan a darme un mejor servicio de telefonía e internet.

Como bien dice David Boaz, los seres humanos actuamos bajo interés propio en cualquier sistema político, y son estos sistemas los que canalizan ese interés a una meta determinada. En un libre mercado, las personas indagan las necesidades de otros para cumplir mejor sus necesidades, lo cual pone a trabajar a muchos coordinadamente a fin de desarrollar una carretera o diseñar lámparas para escritorio.

Somos seres eminentemente sociales, y aunque la competencia marque el ritmo del desarrollo del sistema capitalista, pegado a este viene la misión de cooperar. Después de todo, una empresa se compone de socios, empleados, compañeros de trabajo, proveedores y clientes que comparten los buenos y malos resultados de la compañía.
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