El Nobel de Física, la Realidad y la Libertad

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El Nobel de Física, la Realidad y la Libertad. Germán Gallego
El Premio Nobel de Física 2012 se ha concedido a Serge Haroche y David J. Wineland por la consecución de un hito que se consideraba inalcanzable: manipular partículas individuales sin que se perdieran sus propiedades cuánticas. Este artículo reflexiona sobre las profundas consecuencias filosóficas, incluso sentimentales, de este trascendental logro: "Si la libertad ya no es aplicable ni a las partículas elementales, ¿qué podemos esperar los objetos macroscópicos, con o sin conciencia?".

En el reciente artículo Ética cuántica, Rampas y Escaleras reflexionaba sobre el potencial impacto de la "nueva" física sobre la Ética y, por elevación, sobre la Filosofía. Este impacto queda evidenciado por las consecuencias del descubrimiento, en el inicio del siglo pasado (de ahí las comillas anteriores), de la "cuantización", hecho que representó la obsolescencia de términos tan trascendentales como "continuo" e "infinito" y la entrada en escena de un micro-límite universal, conceptual y dimensionalmente insalvable, el cual llevó a la incertidumbre al primer plano del discurso científico y filosófico. Por primera vez, la Ciencia rezumaba humildad y sancionaba la imposibilidad de alcanzar la verdad absoluta. Quedaba desmontado el determinismo clásico y la causalidad sufría un fuerte embate por parte del azar, concediéndose además soporte científico al libre albedrío y a la noción misma de "realidad". Toda una revolución del conocimiento.

El concepto de incertidumbre tiene su origen en una característica de las partículas elementales que, extrapolada al ser humano, podría calificarse de "trastorno de personalidad disociativa", ejemplificado por la novela "Dr. Jekyll & Mr. Hyde". El llamado "principio de complementareidad" consiste en que una partícula puede manifestar dos comportamientos: como objeto físico o como una "nube" de probabilidades donde puede encontrarse. Este sorprendente hecho es verificable mediante el famoso experimento de la doble rendija. Esta "nube" de probabilidades corresponde a un estado de movimiento permanente y ondulatorio al que se la ha dado el nombre de "función de onda". Por lo tanto, mientras la partícula no es observada, se encuentra libre, en movimiento y en una posición indeterminada. Cuando se produce una observación (también llamada, medida), "aparece" la partícula (se dice que se colapsa la función de onda) y, consecuentemente, su realidad física. Y el "principio de incertidumbre" establece que no es posible conocer con precisión, y simultáneamente, la posición y velocidad de la partícula, porque la observación la ha "perturbado". En pocas palabras, "donde está ahora no es donde estaba al observarla" ni "como está ahora es como estaba al observarla".

Esta indeterminación plantea, fundamentalmente, dos interpretaciones de la realidad con alcance profundamente filosófico, correspondientes a distintas interpretaciones científicas que, en la práctica, en un alarde de pragmatismo (a todos los efectos prácticos), se obvian en favor de la primera:
  • a) la interpretación epistemológica, la que se apoya en el conocimiento práctico y experimental, en la cual se asume que las partículas "existen" y que en cada momento disponen de características o atributos totalmente definidos, pero que son "perturbados" por la observación y
  •  b) la interpretación ontológica que, más allá de la "existencia", pone el énfasis en la "esencia" y defiende que las partículas no tienen características ni atributos hasta que no se observan. Es decir, la observación "crea" la característica observada y, consecuentemente, la realidad física (resulta interesante resaltar una cierta analogía con la metáfora de la caverna de Platón).
En éstas y otras claves que caracterizan la física cuántica, como la "superposición" y el "entrelazamiento", reside lo que se ha dado en llamar "el encuentro entre la conciencia y la ciencia",  justificado por su fuerte impacto sobre la intuición y el sentido común.

Por lo tanto, nos encontramos con que los objetos cuánticos (esto incluye a todos, porque la mecánica cuántica es de alcance universal), mientras no son observados, se encuentran en total libertad, en constante movimiento dentro de su "nube" ondulatoria y con que esta libertad idílica termina cuando son observados, medidos, estudiados... Y también sabemos que esta observación (y la consecuente pérdida de libertad), les perturba. Pues como a nosotros, supongo.

Y en éstas, se concede el Premio Nobel de Física 2012 a Serge Haroche y David J. Wineland por sus estudios en física cuántica y cito textualmente (los resaltados son míos):

"Trabajando de manera independiente, Wineland y Haroche consiguieron un hito que se consideraba inalcanzable: manipular partículas individuales sin que se perdieran sus propiedades cuánticas. Wineland lo consiguió utilizando fotones para inmovilizar átomos con carga eléctrica (iones) y poder estudiar sus propiedades. Haroche lo consiguió utilizando la estrategia opuesta: utilizó átomos para inmovilizar fotones y estudiar sus propiedades cuánticas. Antes de que Wineland y Haroche presentaran sus avances, no era posible estudiar experimentalmente las propiedades cuánticas de las partículas. Tampoco era posible desarrollar nuevas tecnologías basadas en estas propiedades. Esta limitación se debía a que las partículas individuales pierden sus propiedades cuánticas en cuanto interactúan con su entorno. Por ello, las investigaciones se veían limitadas a trabajos teóricos hasta que Wineland y Haroche lograron capturarlas y estudiarlas una a una".

No soy físico, por lo que ignoro las consecuencias teóricas y prácticas del descubrimiento, pero aquí y ahora quiero reflexionar sobre las profundas consecuencias filosóficas, incluso sentimentales. O sea, no hay libertad que valga. Probablemente, se ha perdido su último reducto. Al átomo lo "inmovilizan" con fotones y al fotón con átomos. Y una vez "capturados" e "inmovilizados" los "manipulan" y los "estudian". ¿A qué les suena ésto? Individualmente. Uno a uno. Pues que pena. La "extrañeza" y la "magia" de la cuántica ha bajado muchos enteros. Diría que ha desaparecido. Se ha vulgarizado.
Termino con esta reflexión:

 "Si la libertad ya no es aplicable ni a las partículas elementales, ¿qué podemos esperar los objetos macroscópicos, con o sin conciencia?"

Y me respondo: Precisamente en esto, en la libertad, ninguna incertidumbre. Lamentablemente, certeza absoluta: no podemos esperar Nada.

Nota: Pido excusas y consideración a los ortodoxos y eruditos por la simple y festiva forma de referirme a cuestiones tan complejas y trascendentales. Considérenlo una licencia literaria.


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