Esta es una de esas cosas rarísimas que no pasan nunca. Llego a mis manos un texto escrito por marcianos. Y en él se explicaban las precauciones a tomar, para una inserción segura.
Pero, parecía escrito por un marciano avispado. En primera línea comenzaba un gran eslogan: ¿Harto de que bichos voladores picoteen tu bonita nave?, Utiliza Max frith 3.0, repelente aéreo contra aves terrestres. Y después, seguía así, produciendo más eslóganes pegadizos; “Dar un paseo por la tierra puede ser peligroso” “Tome precauciones”.
Pero ya dejé de leer, tenía prisa, cogí la propaganda. Tenía que llegar al bar y hablar con mi amigo.
Y allí estaba, Roberto, mi amigo, en un mediodía ordinario de la costa del sol, con una cerveza pedida esperándome en una terraza.
Me senté y le enseñé el panfleto; que era fino y con una textura peculiar, no de papel, sino de algo así como “metal orgánico”. El título estaba en Español: “Guía de Supervivencia Marciana para la Tierra”.
La portada era un desastre de colores brillantes, como si un arcoíris hubiera chocado con ella, y en primera línea estaba el gran eslogan: ¿Harto de que bichos voladores picoteen tu bonita nave? Utiliza Max Frith 3.0, repelente aéreo contra aves terrestres. Roberto quedó hipnotizado por el mensaje. Al abrirlo, el texto continuaba con una serie de eslóganes pegadizos y absurdamente prácticos para cualquier marciano que se aventurara en nuestro planeta:
“Dar un paseo por la tierra puede ser peligroso”
“Tome precauciones”
“¡Evite los charcos de agua! Pueden ser trampas de microbios terrestres”
“El sol no es tu amigo. Usa crema solar marciana”
“Las plantas pueden ser curiosas, pero mantén tus tentáculos lejos de ellas”
La guía era una mezcla de humor y seriedad, como si el marciano que la escribió tuviera un profundo conocimiento de la Tierra, pero también un sentido del humor muy marciano. Cada frase estaba diseñada para captar la atención y, a la vez, advertir sobre peligros que ni siquiera habíamos considerado.
Y Roberto, con sus teorías conspiranoicas y su amor por la ciencia ficción, estaba allí, sin dar medio trago. Sus ojos eran platillos volantes.
“¿De dónde sacaste esto?”, preguntó, casi sin aliento.
“Estaba dos cruces antes del mercado de libros de segunda mano, en el suelo, junto a un bordillo de la acera, pero creo que este panfleto no es precisamente viejo. Es… marciano”, respondí, intentando mantener la seriedad.
Roberto lo leyó en silencio, cada eslogan le arrancaba una risa o una expresión de sorpresa. Finalmente, levantó la vista y dijo, “Esto cambia todo. Necesitamos investigar más. ¿Y si hay más marcianos aquí, entre nosotros, preparándose para una invasión… o tal vez solo para unas vacaciones?”
Desde ese día, Roberto dejó de llamarse así, al menos para mí era como un “hombre marciano frustrado”. Se convirtió en su misión personal demostrar la existencia de extraterrestres. Y comenzó a buscar más señales, más pruebas de la presencia marciana en la Tierra.
Desde ese día cada paseo con Roberto por Málaga era una aventura cósmica. Y aunque nunca encontró más textos, la guía marciana se convirtió en su talismán, recordándole que incluso en lo ordinario, lo extraordinario está al acecho.
En cambio, para mí ese panfleto marciano no era un talismán, ese regalo a Roberto me había convertido en un profeta de una religión marciana que ni siquiera conocía, y detestaba ser eso, aunque solo fuera visto así por Roberto; Que una persona íntima tuviera una idea así de mí era infame.
¿Cómo pudo ese panfleto convertir a mi amigo Roberto en "el hombre marciano" y a mí en un profeta patético?.
Ese panfleto y sus consecuencias me enseñaron que hay un riesgo muy grande para la salud, y para la amistad, en cualquier pequeño descubrimiento. Sobre todo si ese descubrimiento altera con tanta violencia la idea de sí mismo que Roberto se tenía.
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