Cuento. Sapo y la tragédia de los cuatro huevos.

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Ninguna persona conoce esta historia, o seguramente no mucha, esta historia trágica. Pero yo si, y os la pienso contar con pelos y señales:

Sapo deseaba los pantalones de color azul celeste con cremallera de color, o (mejor dicho), pantalón y cremallera de color formaban un conjunto del que Sapo quería formar parte. Sapo ahorró durante dos meses y compro esos maravillosos pantalones. Luego corrió a casa en saltos de dos y tres metros. Tardó cinco veces más en ponérselos que en llegar a casa. Aquellos increibles pantalones, estrechos y ajustados a su pegajosa piel verde quedaron embutidos (muy difícilmente) en su gran y pegajosa cintura.

Fue ese el momento cruel, ese en el que Sapo idealiza su figura unida al pantalón brillante, cuando descubrió que faltaba algo para que el conjunto fuera maravilloso. El sabía bien lo que faltaba; Una esplendida tortilla de dos huevos.

La imagen de la tortilla completaba el fantástico collage constituido en: piel verde y pegajosa de Sapo - pantalón azul con cremallera de color - y tortilla de dos huevos frescos. En un momento pensó que formaba la trinidad más perfecta y divina a la que nunca un sapo pudiera llegar.

Batió, hundió el virtuoso tenedor de izquierda a derecha rápidamente. Entonces una mínima parte de yema salió disparada. Rápido, Sapo agarró un trozo de papel para agachándose limpiar la maldita yema de la pobre baldosa.

Aquí irrumpió la tragedia, trágico y maldito fue el momento en que la presión descuartizó el botón que sostenía unido pantalón y cintura, llevándose consigo, conforme bajaba la irresistible cremallera, dos esplendidos y pegajosos huevos verdes de Sapo. Eran esos que nunca pensó ver separados de su magnífico cuerpo ( ya no tanto).



Sapo no pudo levantarse, mientras: se quemó la tortilla de dos huevos. Se despegaron del cuerpo sus dos huevos verdes, pegajosos. Y el pantalón quedo inservible.

Esta es la razón y no otra de que los sapos no coman huevo. O, ¿alguien vio alguna vez a un sapo comer huevo?, y ¿vieron a algún otro mostrando sus genitales?. Ahora saben ustedes lectores una de las más grandes verdades de la vida de los sapos. A partir de aquí son libres de contarlo allá donde vallan. Pero hágannos el favor de no decir nunca a nadie donde se lo hemos contado.


Cuento de Esteban Higueras Galán para Impresionesvivas.
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