Capitalismo y Posmodernidad 2ª Parte

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Segunda Entrada sobre los dichosos Capitalismo  y   Posmodernidad 


Daniel Bell: Las contradicciones culturales del capitalismo.

                Bell analiza en esta obra dos conceptos clave del capitalismo, la economía y su organización, y la cultura que el propio sistema ha generado. Dividida en dos grandes secciones, El doble vínculo de la modernidad y Los dilemas de orden político, sucede en el tiempo a sus obras antes citadas. Si en el Fin de la ideología no supone que hayan terminado todos los conflictos sociales ni que se busquen otros intelectualmente pues surgirán otras nuevas ideologías como fuente de radicalismos y si en el Advenimiento de la sociedad postindustrial advertía que no se podía hablar sólo del criterio tecno-económico a la hora de analizar el capitalismo, aquí analiza los desacuerdos entre la cultura y la economía, buscando las causas más en una noción de cultura particular que en un conflicto ideológico, es decir, más Nietzsche y menos Marx.  Para Bell, la principal fuente de desacuerdo, disyunción la llama, entre el capitalismo y la cultura es la destrucción del principio unificador de ambos. Durante un tiempo la ética protestante acompañó a la burguesía porque al radicalizarse la economía impuso un conservadurismo en moral y gustos culturales. La crítica se dirige al concepto holístico de sociedad como sistema cerrado, a la concepción hegeliano marxista del ciclo histórico del movimiento del hombre para controlar la naturaleza y escapar de las restricciones de la necesidad.  Cabría preguntar si ese es el telos humano actual. Bell no cree que la historia sea dialéctica, el socialismo no ha sucedido al capitalismo, como cabría esperar por sus contradicciones o porque, siguiendo a Nietzsche, el nihilismo a que lleva es la voluntad consciente del hombre de destruir su pasado y controlar su futuro. Es decir la sociedad no integra, separa, con ámbitos que responden a diferentes normas y cambios de ritmo. Su estructura social tiene tres órdenes, el tecno-económico, el político y el cultural, con diferentes principios. La cultura actual moderna, se define por la libertad para engullir cualquier estilo, nada está prohibido, todo debe ser explorado. El ámbito de las formas simbólicas, se desprende de los mitos burgueses con una erosión progresiva, más lenta que los procesos técnicos de los valores clásicos. No es la ideología quien señala el criterio objetivo del conflicto con el capitalismo, pues a diferencia de las economías o tecnologías anticuadas, las ideologías no desaparecen. Estos momentos de conciencia como los llamaba Hegel, son renovables a lo largo de la historia y reformuladas una y otra vez. Es en la esfera de las artes donde se plasma la disyunción de la cultura frente a la sociedad. Marx expuso en la teoría de la sociedad de masas y la alienación, juicios culturales críticos sobre la calidad de vida en una sociedad moderna. Para Bell, el paso de los diferentes estados societarios se asemeja a la teoría de juegos. La sociedad preindustrial es un juego contra la naturaleza, la industrial un juego contra la naturaleza fabricada y la postindustrial un juego entre personas puesto que se centra en los  servicios humanos, profesionales y técnicos. Si el sistema es capitalista, comunista o colectivista burocrático, como gusta de llamarlo, concierne a la administración de la economía y al ethos de la sociedad, es decir, sistemas entrelazados en la acción social. Para Bell, Marx lo entendió como un sistema total de economía y cultura para la producción de mercancías e intercambio y el funcionalismo, Parsons entre ellos, como un sistema valorativo común que legitima y controla. Pero si la economía es el arte de asignar recursos escasos a demandas rivales, para Bell la fantasía del comunismo fue la idea de que con esto se aboliría la economía. 
        La relación entre la estructura socioeconómica de una civilización y su cultura es necesariamente tensa, pues la última es el componente dinámico de la civilización superando incluso a la tecnología, e integrándola al mismo tiempo que legitima el impulso necesario para crear un mercado. Esto significa que sería una leyenda que el modernismo es un espíritu libre en guerra con la burguesía. Recoge la idea de tensión entre cultura y sociedad propuesta por Hanna  Arendt, en la que el individuo se desespera cuando integra en la sociedad de masas todos los extractos ya que no consume cultura: la devalúa y la convierte en mercancía social. Hedonismo como simulación de una ética de consumo. Sin embargo, sea a través de Nietzsche, cambio de valores, o de Marx, cambio en las relaciones de producción, la liberalización contra lo conservador proviene siempre de la cultura. Siguiendo en parte a Habermas, Bell cree que hay un desplazamiento del gobierno de la sociedad, quien lo legítima, desde la economía a la política, es decir del mercado al estado y que es directamente proporcional a la debilitación de vínculos entre la economía y el comportamiento social. El estado absorbe las funciones regulativas del mercado a cambio de asumir responsabilidades, al mercado no se le pueden pedir por ser ente etéreo y escurridizo, porque el modelo a seguir sigue siendo el capitalismo que con el crecimiento necesario para el mantenimiento del sistema, sigue siendo fuente y origen de desigualdades con lo que debe legitimarse para eludir responsabilidades (esto habría que decírselo a algunos de nuestros próceres actuales).  Bell sigue la tesis del marxista J O´Connor, según la cual hay que satisfacer la acumulación de capital privado o política fiscal y la legitimación o crisis igualitaria, inherentes al sistema. Así que no quedaría otra que convertirse en un estado social. Siguiendo a Pareto, la economía del bienestar debe buscar una solución en la cual algunas personas mejoren sin que las otras empeoren. Contradicción básica de un estado que satisface las necesidades básicas pero que por la propia necesidad de consumo inherente al capitalismo degenera a una producción socializada para fines no generalizables, o a pretensiones comunitarias, algo así como el dilema marxista del carácter social de la producción de riqueza frente a las condiciones privadas de su apropiación. 
        Condiciona Bell toda su obra a las parejas liberalismo-capitalismo y liberalismo-sociedad burguesa. La reafirmación del liberalismo como conocedor de sus límites, y por ello garante de un contrato social explica también su aserto sobre la cultura: que no podría reflejar la sociedad al ser tan especializada y no hallar símbolos comunes para relacionar experiencias, es decir todo es moda por lo que la cultura debe fundirse con la religión, con las creencias. Si Dios ha muerto, los vínculos sociales se han roto y la sociedad está muerta. Se podría decir que Bell expone las contradicciones políticas como diferentes de las culturales, pues derivan del hecho de que la sociedad liberal originalmente fue establecida en su ethos, sus leyes y recompensas para promover fines individuales y ahora es una economía interdependiente que debe estimular metas colectivas. No está mal para quien ve en la derrota una virtud: el conocimiento del pasado,  de las necesidades básicas prioritarias, de los límites de los recursos y un acuerdo de equidad lleven a una sociedad que promueva una situación donde las personas lleguen a ser iguales, de modo que puedan ser tratadas de igual manera. De esta forma atestigua su declaración en First love early sorrows, según la cual siempre se consideró un socialista en economía respecto a las necesidades básicas, y un conservador tradicionalista en la cultura. A esto hay gente que le llama liberalismo social y se queda tan pancha.

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