Marx, el hombre y el trabajo enajenado.

El objetivo de este escrito es exponer desde, la obra de Marx, un modelo de alienación dado en el hombre desde su ser genérico como individuo. Y con ello, se quiere proponer que la enajenación no es movida por el hombre, ni por el capitalista, o por los dioses, sino directamente por la sociedad. Así pues, se intentará sostener esta idea, en primer lugar, desde el abordaje del texto en mención, enfocando la atención en el segmento donde presenta la producción universal que realiza el hombre; en segundo lugar, se quiere mostrar la forma como el trabajo enajenado se convierte en la causa de la propiedad privada, para luego, en último lugar, intentar establecer, a modo de ejemplo, los paralelos entre el escrito de Marx, con la realidad de la sociedad actual mencionada en la obra Hermano Hombre, del escritor Soto Aparicio.
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“Karl Marx, teoría marxista de la alineación –Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 - El trabajo enajenado” enviado por

@luisholguin23


El objetivo de este escrito es exponer desde, la obra de Marx, un modelo de alienación dado en el hombre desde su ser genérico como individuo. Y con ello, se quiere proponer que la enajenación no es movida por el hombre, ni por el capitalista, o por los dioses, sino directamente por la sociedad. Así pues, se intentará sostener esta idea, en primer lugar, desde el abordaje del texto en mención, enfocando la atención en el segmento donde presenta la producción universal que realiza el hombre; en segundo lugar, se quiere mostrar la forma como el trabajo enajenado se convierte en la causa de la propiedad privada, para luego, en último lugar, intentar establecer, a modo de ejemplo, los paralelos entre el escrito de Marx, con la realidad de la sociedad actual mencionada en la obra Hermano Hombre, del escritor Soto Aparicio.


La enajenación no es dada por el hombre, sino por la sociedad
Luis Fernando Holguín



Trabajadores enajenados.


Así pues, Marx expresa en su manuscrito que el hombre -específicamente el obrero, o el que integra el proletariado- está enajenado por el capitalismo con tres tipos de alienación: el primer modelo de enajenación se da cuando “la apropiación del objeto se manifiesta hasta tal punto como enajenamiento; porque, cuantos más objetos produce el trabajador, éste tiene menos posibilidades de gozar de ellos y más bajo cae en la dependencia de su producto. Es decir, se convierte el trabajador en un vasallo de su objeto, y por consiguiente, del capital” (Cf Marx. Manuscritos. Pg. 597).

Si “el trabajador pone su vida en un objeto pero su misma vida ya no le pertenece propiamente a él, sino al objeto” (Cf Marx. Manuscritos. Pg. 597), entonces es preciso preguntar ¿a quién le pertenece su vida?

El segundo modelo de alienación en el obrero se da de forma semejante al anterior, cuando el mismo trabajador al estar enajenado de su trabajo, no constituye un medio para su necesidad, sino que, simplemente es un contorno “desvalorizado” para satisfacer necesidades exteriores a él. Para Marx, es una realidad evidente que:

“el trabajo produce maravillas para los ricos, pero produce miseria y desamparo para el trabajador; produce edificios y palacios pero también tugurios para los que trabajan. Produce belleza y comodidad, pero también deformación e invalidez para el obrero y el trabajador.” (Cf Marx. 1982, Pg. 597).

Sin embargo, y con base en lo anterior, ¿es posible asegurar que el tema jurídico actual y las prestaciones sociales que ofrecen la sociedad y el Estado serán suficientes para brindar el apoyo necesario en cuanto requiere el trabajador?

Siguiendo el texto se observa un tercer modo de alienación presentado por el reconocido filósofo, en el cual describe que esta enajenación se da en el mismo hombre porque éste pasa a ser literalmente un “hombre genérico”, pero ¿cómo sucede eso? Debido a que “la actividad vital del hombre, -que es propia de su conciencia- no se distingue directamente de la actividad de los animales; y eso es precisamente, lo que hace del individuo un ser genérico” (Cf Marx. 1982, Pg. 600). Dicho de otro modo, el hombre es un ser consiente, pero “éso” que lo ha enajenado, invierte la relación haciendo que el hombre transforme su actividad vital, en un medio para su propia existencia, pero obligado a “convertir su propio género en un objeto suyo” (Cf Marx. 1982, Pg. 599). Esto sucede porque, en palabras de Marx, el animal forma una unidad directa con su actividad vital; es decir, es uno solo, mientras que el hombre, se ve obligado a hacer de su actividad vital misma, el objeto de su voluntad y de su conciencia para poder existir. Mientras el animal es libre vitalmente, –a no ser que sea un animal que esté entre una jaula dependiendo del cuidado de una persona- el ser humano pone su propia vida como objeto o medio para su existencia.

De este modo, si la propia actividad que ejerce el hombre no le pertenece a él, sino que es una actividad ajena e impuesta, se hace necesario saber ¿a quién le pertenece entonces? Marx se pregunta si es a los dioses, pero enseguida asegura: “los dioses por sí solos no eran nunca los dueños del trabajo” (Cf Marx. 1982, Pg. 602). Y ¿por qué no eran los dueños del trabajo? Porque los dioses en realidad no poseen nada y menos han llevado al hombre a la enajenación. Los dioses no van a gozar de esa producción elaborada por el hombre, ni a disfrutar de lo que ellos han producido. Por eso, dice Marx que ellos son seres ajenos y da una conclusión desafortunada: “es el hombre mismo que el enajena a otro hombre” Marx. 1982, Pg. 602).

Debido a eso, una consecuencia dada necesariamente del trabajo del hombre enajenado, resulta siendo la propiedad privada” (Marx. 1982, Pg. 603). Y para el autor de los Manuscritos sigue un problema bien serio porque de la relación entre el trabajo enajenado y la propiedad privada, pasa a la emancipación de la sociedad y de la misma propiedad privada, pero en ella va implícita la emancipación humana general, en el sentido en que, “todo se contiene en la relación entre el obrero y la producción” (Cf Marx. 1982, Pg. 604).

Al hacer énfasis nuevamente en la enajenación del hombre como “hombre genérico” se puede determinar que esta última resulta a ser lo que constituye la causa o el resultado de los otros dos modos de alienación mencionados anteriormente; y no es fácil salir de ellos, “porque si el hombre se enfrenta sí mismo, tiene que enfrentarse necesariamente a otro hombre” (Cf Marx. 1982, Pg. 601) y no todo termina ahí, sino que ese otro hombre debe enfrentarse a un capitalista con propiedad privada, pero más aún, a una colectividad indiferente y ahí está el problema, porque como afirma Soto Aparicio:

[…] “desafortunadamente el hombre creó un monstruo sin alma llamado sociedad. Y a ella solo le importan fichas, cifras y números, pero no el individuo. Esa cosa amorfa y enorme designada como metrópoli o masa, se ha transformado en la dueña y señora de los destinos humanos, siendo totalmente inhumana. La ley, creada por el hombre para ordenar al mundo se ha convertido en un caos” (Soto. 2013, pg. 154).

No cabe duda, el hombre como sociedad, necesita ser nuevamente persona y no un escarabajo feroz como el de Kafka .

Si “el trabajo enajenado convierte la vida genérica del hombre en medio para su existencia física” (Cf Marx. 1982, Pg. 604), ahora la “sociedad de consumo” ha dictado una serie de normas enajenando al hombre, y por ello son de cumplimiento obligatorio. El escritor Soto Acota que esta sociedad del consumismo:

[…] “programa la vida de la persona, le señala como debe ir vestido, que programas de cine o televisión son los adecuados, como debe vivir, y mientras tanto el hombre sigue soportando como un blanco que renueva constantemente sus heridas, la balacera permanente que lo llena de necesidades imposibles de satisfacer. (Soto, 2013, pg. 260).

Y si para Marx, El salario y la propiedad privada son idénticos en el sentido en que “el trabajo mismo remunerado no es más que una consecuencia necesaria de la enajenación del trabajo” (Cf Marx. 1982. Pg. 604), en la actualidad no ha cambiado mucho porque nuestra la sociedad, en el mundo civilizado en el que vivimos acaba con el hombre como persona, lo aliena y lo trasforma en una especie de esclavo moderno. Su trabajo es pagado, es verdad, pero de forma miserable y en la mayoría de los casos sin tener oportunidades, sin beneficios, y sin contar con la menor posibilidad de participar en el desarrollo del país.

“La elevación del salario no es más que una mejor remuneración de esclavos”, dice Marx (Cf Marx. 1982. Pg. 604), y en esta sociedad actual del siglo XXI, es muy común encontrar algunos predicadores del capitalismo que dicen: trabaja que tu “esfuerzo te dignifica, pero no dicen la verdad: continúa trabajando que tu esfuerzo nos enriquece. Defienden y agitan la labor del trabajador porque trabaja para ellos, pero el hombre ya no es el hombre, yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa” escribió García Lorca. El aumento anual en la remuneración salarial, es muy escaso si se tiene en cuenta los niveles de inflación de los países, sin embargo, a la comunidad internacional ni los gobiernos estatales asumen esa problemática con el mínimo interés.

Entonces, ¿a qué se enfrenta el hombre actualmente? La pelea del hombre es cada vez más compleja. Pues, asegura Soto que desde hace siglos el hombre estaba enfrentado a la naturaleza, empezando a dominarla para su provecho. Aunque tenía temores y limitaciones por su contexto, estaba más cerca de sí mismo. “El hombre tenía valor como persona, era digno. Pero la civilización es un proceso dinámico; la tecnología no se puede detener. Por eso hemos llegado a una sociedad tecnificada como la nuestra. Y el exceso de técnica trajo algo que quizá no previó nadie: la deshumanización” (Soto 2013. pg. 171). No es de extrañar que en varios años muchos objetos de nuestro uso necesario sean inteligentes, pero igual, seguimos alienados por un objeto creado por la comunidad científica; y sin embargo, el problema está en que el individuo como tal, prestará más atención a la aplicación o software instalada en ese objeto inteligente que a la persona que está propiamente al lado, y entonces, ¿Cómo detener ese fenómeno?

Para Soto Aparicio, esta “supercivilización”, hace que nos estemos sintiendo reducidos a cosas, y considera que la famosa declaración de los derechos del hombre que precisamente buscó defender al hombre de la sociedad deshumanizada ya no tiene vigencia, así por ejemplo, “dos o tres computadores acabarán produciendo la declaración de los derechos de los objetos”. (Soto, 2013. pg. 224).

¿Se puede concluir el hombre se está dejando matar por los avances de la ciencia? Es acatable el progreso científico que el mismo hombre ha producido pero lo extraño es que el mismo hombre utiliza esos avances para dejarse enajenar y poner por debajo a sus semejantes, acosta de la disminución de la otra persona.

Tal como van las cosas, es posible que las masas devoren definitivamente al individuo y la cibernética gobernará un mundo de autómatas, en palabras de Soto: “es verdad que el hombre solo se afirma a través de su relación con el otro; pero si esa deriva hacia un amontonamiento sin sentido, hacia una multitud sin esencia, ¿no estará en peligro la propia supervivencia?”. (Soto, 2013. pg. 226). y con ello, una pregunta que nos deja Soto es la siguiente: "¿será normal que dentro del engranaje de la comunidad el hombre sea una tuerca previamente colocada en un lugar, pero sin la menor injerencia en la totalidad del sistema?"



Bibliografía


• Marx, Karl. (1982). Escritos de Juventud. Manuscritos económicos y filosóficos de 1844. México. Fondo de Cultura Económica.

• Soto A, Fernando. 2013. Hermano Hombre. Medellín. Ed. Atenea. ISBN: 958-8464-42-8



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