Deleuze: La Diferencia capturada en el concepto

Deleuze nos dice que a lo largo de la historia de la filosofía la diferencia ha sido identificada con lo maldito, la falta, el pecado. Ahora bien, ¿es posible encontrar en la historia de la filosofía momentos en los cuales la diferencia no esté capturada en un concepto que la posicione en relación a..., como un segundo momento, en dependencia o como lo negativo? ¿Cómo lograr dar con un concepto de la diferencia por sí misma? Tal es la tarea de Deleuze en Diferencia y Repetición.
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La presente exposición tiene por objeto hacer pública una experiencia de lectura de la obra Diferencia y Repetición del filósofo Gilles Deleuze. Mi modo de exposición se encuadra dentro del ensayo porque considero el más afín al trabajo de lectura realizado. Hay dos registros en la obra de Deleuze: un primero más del tipo docente, presente en la publicación de sus cursos,  y otro en sus publicaciones en solitario o conjunto a Félix Guattari. A Diferencia y Repetición podemos suscribirla como una de las piezas claves del armazón conceptual de la obra del filósofo.  





                                                         La captura de la Diferencia



   Deleuze nos dice que a lo largo de la historia de la filosofía la diferencia ha sido identificada con lo maldito, la falta, el pecado. Ahora bien, ¿es posible encontrar en la historia de la filosofía momentos en los cuales la diferencia no esté capturada en un concepto que la posicione en relación a..., como un segundo momento, en dependencia o como lo negativo? ¿Cómo lograr dar con un concepto de la diferencia por sí misma? Tal es la tarea de Deleuze en Diferencia y Repetición. No intentaré dar una reseña que dé cuenta de la totalidad de la obra mencionada, voy a limitarme a momentos. Comenzaré con ¨el feliz momento griego¨ para concluir con la proposición ontológica: tres momentos históricos de pensar la diferencia. Si bien una filosofía de la diferencia tiene por fin la inversión del platonismo no es Platón en núcleo duro sino Aristóteles. Mientras que Platón nos entrega las claves de la inversión de su propia filosofía en el Sofista, advierto que el problema es otro: el de la selección de la buena copia de los simulacros, la elección correcta de los pretendientes. El fundamento platónico es todavía el mito. Con Aristóteles todo cambia. De los diálogos al sistema. El registro de Aristóteles es otro. Es con Aristóteles que se funda la representación por medio de dos conceptos claves:

  •             Diferencia específica
  •             Diferencia genérica

  Deleuze desmenuza la estructura conceptual de Aristóteles: la diferencia se constituye desde el concepto de contrariedad como oposición, privación y contradicción. Es la lógica, el armazón aristotélico es una coraza lógica. Así, la diferencia queda capturada en el concepto, se confunde la determinación de la diferencia en la identidad de un concepto indeterminado.  La diferencia se dirá de lo idéntico y de la contradicción. Es el primado de la identidad la que define el mundo de la representación. Ahora bien, los elementos de la representación son los que permiten la mediación de la diferencia, es decir la diferencia mediatizada en relación a un concepto que la captura y la dice bajo cuatro aspectos principales:

  •             Identidad
  •             Analogía
  •             Oposición
  •             Semejanza

  
                       Intentaré aclarar estos puntos: el feliz momento griego, Aristóteles.

   La diferencia sometida al cuádruple grillete de la representación es pensada en relación a un concepto primero que la precede. Por ello, toda diferencia que escape a la cuádruple captura de la representación deja de ser posible, deja de ser, al no poder ser pensada, ella misma, se confunde en el no-ser. La diferencia en sí es el mal que debe ser expiado y rescatada por la razón que al hacerla pensable, hace de ella objeto de la representación. A la representación pertenecen las categorías según las cuales el ser se reparte entre los entres conforme a criterios de proporcionalidad sedentarios. Los entes remiten a un ser en relación de correspondencia. De esta manera se presentan los límites de la inscripción de la diferencia en el concepto en general. El límite superior: géneros del ser o categorías. El límite inferior está representado por conceptos de menor alcance: el de especies. Veamos un ejemplo de todo este entramado lógico:

  •             Los animales constituyen una especie de los organismos
  •             Los organismos son el género respecto a los animales

  Género y especie se relacionan entre sí como general y particular. Un género puede tener varias especies. A la característica esencial que permite distinguir una especie de otra en un mismo género  se llama diferencia específica. Una especie puede convertirse en género cuando contiene otro concepto de menor extensión que se convierten en nuevas especies. En la representación la diferencia genérica y la diferencia específica se complementan: la equivocidad de una tiene por correlato la univocidad de la otra, esto es:

  •             Lo que es unívoco es el género en relación con sus especies
  •             Lo que es equívoco es el ser en relación con los géneros mismos

  Estos dos aspectos constituyen la analogía del ser. Es decir, la analogía es lo análogo de la identidad en el juicio. Es decir que desde el concepto establecemos las diferencias análogas porque las diferencias se designan desde un concepto que le es ajeno. Es por ello que la diferencia específica y la diferencia genérica nos entregan un concepto de la diferencia en segunda instancia en relación a un concepto primero. Sintetizando: no entregan un concepto de la diferencia en sí misma. La diferencia aristotélica, como marca Deleuze, es una expresión del feliz momento griego en el cual la diferencia se dice en relación a un concepto.. De lo que se trata es de la subordinación de la diferencia al concepto de identidad.

                       La proposición ontológica: tres momentos de la univocidad del ser

  La proposición ontológica dice así: ¨el ser es unívoco¨. Que el ser se diga en un único y mismo sentido de todas sus diferencias individuantes es la clave de la proposición ontológica. Esto quiere decir que el ser se dice y expresa en un único y mismo sentido para todas esas diferencias individuantes. Las diferencias individuantes son modos del ser pero esas modalidades no son las mismas. Escribe Deleuze: ¨El ser se dice en un único y mismo sentido de todo aquello de lo cual se dice, pero aquello de lo cual se dice difiere: se dice de la diferencia misma¨ Si los modos difieren entre sí quiere decir que hay en la proposición ontológica jerarquías y distribución  entre esas modalidades pero a diferencia de la metafísica tradicional, en la que los seres se miden en relación a un principio y por lo tanto la jerarquía se expresa por diferencias ontológicas en relación a ese principio; es la jerarquía ontológica. En la proposición ontológica la jerarquía se considera desde grados de potencia. Porque el ser está presente en todos los entes pero entre los distintos entes se establecen diferencias porque los modos son equívocos para un ser unívoco. En la historia de la filosofía hubo tres momentos en las que se elaboró un modelo según la proposición ontológica. 


  El primero de ellos corresponde a Duns Escoto, quien piensa al ser unívoco y neutro. El ser es neutro y unívoco vinculado con modos individuantes que modifican a éste ser unívoco sin modificar su esencia en tanto ser y principio. El segundo momento está marcado por Spinoza. Que hace del ser un objeto de afirmación pura. En Spinoza el ser deja de ser neutro porque se confunde con la sustancia, se distribuye desde la sustancia de los atributos a sus modos. Los modos expresan la sustancia con sus respectivos atributos. Sin embargo lo que falta  a Spinoza es hacer girar la sustancia alrededor de los modos nos indica Deleuze. Es decir, que la univocidad se exprese como repetición en el eterno retorno. El tercer momento corresponde al del eterno retorno. El ser es el eterno retorno. Es decir que el ser es devenir. Aquí se conjugan la diferencia y la repetición. La diferencia es el ser en la repetición como el retorno de lo diferente. La repetición en este momento consiste en pensar lo mismo pero desde lo diferente. Deleuze habla de la prueba de aquello que se somete al eterno retorno. El eterno retorno es la univocidad del ser.  Cito: ¨En el eterno retorno, el ser unívoco no está solamente pensado y aun afirmado, sino efectivamente realizado. El ser se dice en un único y mismo sentido, pero este sentido es el del eterno retorno, como retorno o repetición de aquello de lo cual se dice. La rueda del eterno retorno es a la vez producción  de la repetición a partir de la diferencia y selección de la diferencia a partir de la repetición¨


  Me limité en Diferencia y Repetición a dos momentos: el feliz momento griego en Aristóteles y a la proposición ontológica con sus tres momentos en la historia de la filosofía presentes en Duns Escoto, Spinoza y el eterno retorno de Nietzsche. Tomé estos aspectos porque creo que lo que está en juego no sólo son aspectos teóricos, sino que los mismos tienen su correlato más allá del ámbito de la filosofía. Para ser más claro, considero que si Deleuze desmenuza el armazón lógico conceptual de Aristóteles es porque el mismo no es sólo un órganon, un instrumento de conocimiento. Sino un aparato conceptual que funda todo un sistema de captura y exclusión de la diferencia. Sin embargo también vemos tres intentos de pensar la diferencia en sí misma en la historia de la filosofía por medio de Duns Escoto, Spinoza y el eterno retorno en Nietzsche pero por algún motivo que desconozco, el que impera afuera de mis apuntes y mis lecturas de Deleuze es el excluyente. Como expresé al comenzar mi escrito, el objetivo aquí fue compartir una experiencia personal de lectura. Las lecturas tienen algo que escapa a la simple comprensión, no siempre es posible poner en palabras una experiencia pero sí, y a no dudarlo, la experiencia nos sitúa en otro plano. Un plano que va más allá de la simple aprehensión de conceptos para su posterior repetición memorística. Un plano de experiencia nos sitúa en otro ámbito: de encuentros con otros lectores aficionados a la filosofía por ejemplo. De relaciones breves y charlas fugaces. Porque no sólo hay búsqueda, también existen los encuentros. El azar existe. 
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