Las meditaciones de Marco Aurelio .epub

Las meditaciones de Marco Aurelio no eran otra cosa más que un género de “cuadernos de ejercicios”, el legado de un ejercicio inocente proseguido que este principiante de filósofo mantuvo consigo mismo durante rebosantes años.
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Meditaciones de Marco Aurelio

Meditaciones de Marco Aurelio .EPUB

Las meditaciones de Marco Aurelio no eran otra cosa más que un género de “cuadernos de ejercicios”, el legado de un ejercicio inocente proseguido que este principiante de filósofo mantuvo consigo mismo durante rebosantes años.



Se concibe el aplomo como una lección teórica que solo acuerda cuestiones abstractas de ninguna importancia con nuestro día a día, o la filosofía como una ciencia que nadie sabe correctamente cuál es su verdadera ventaja. Para Marco Aurelio, y para los antiguos griegos y romanos estóicos, la filosofía era un saber que implica igualmente un fuerte cortejo personal: el filósofo era el que procede en varios años de práctica filosófica. La circunspección era sobre todo un modo de fortaleza que implicaba una “conversión” profunda y que influía en la vída práctica del filósofo, desde los más trascendentales –como la ocupación, el matrimonio­– inclusive los más nimios­ –la fase de cubrir, de hacer referencia o de comer–, y todas las horas de terminación; desde que uno se levantaba por la aurora inclusive hasta el instante de hospedarse. El ejercicio filosófico estóico en la Antigüedad consistía en una lista de “ejercicios espirituales” que había que profesar en una y otra ocasión para ceder al autocontrol y la esperanza. Los entrenamientos eran de profusos individuos y abarcaban tanto los aspectos cognitivos emocionales. La energía era un género de “medicina del alma” o de terapéutica que servía para restablecer las “enfermedades del espíritu".









Los Romanos estóicos veían al filósofo tanto como un doctor paterno cuyas dones podían aliviar a ricos y feraces del sufrimiento virtuoso. Practicaban el conformismo no como una red de ficción elitista, sino como un arte delicado cuyo término era la disputa contra la pena humana. Centraban, por tanto, su atención en cuestiones de trascendencia cotidiana y forzosa para el ser fraterno: el temor a la muerte, el culto y la sexualidad, la ferocidad y la acorralamiento. Un arte de poner en evidencia cómo debilitar la injusticia y como avisar al predicador a prestarse a la naturaleza mundana y cesar del exceso que sufre.

Conforme a Marco Aurelio, para ser filósofo en la Antigüedad no era insuperable soltar una bufonada filosófica sin impugnar una orden filosófica – a diferencia de lo que sucederá seguidamente en la era moderna–, sino que bastaba con alistar a los inicios de una de las seis historias filosóficas actuales –platónicos, aristotélicos, imperturbables, epicureos, cínicos y escépticos– y bregar por estar en coherencia con estas doctrinas. Por eso Marco Aurelio fue considerado en su época como filósofo. De hecho, las Meditaciones no es un manual en sentido disciplinado, sino que de acuerdo más con los diseños personales de Marco Aurelio, le tomó los últimos diez años de su vída escribir las meditaciones, mientras guerreaba por diversas comarcas del Imperio. Estas cualidades personales que el emperador escribió en griego (puesto que el griego era la lengua de la formación y de la firmeza, a pesar de los vigores imponentes de Cicerón y Séneca para que el latín se convirtiese aún en lengua filosófica), tenían el objeto de recordarle las apotegmas fundamentes del aguante -especialmente los de Epícteto, al que referencia continuamente - de ayudarle a aplicarlas en su vída diaria. Los hypomnemata (puesto que ése era el extremo griego por el que se conocían este tipo de escritos) no estaban encaminados a ser publicados siquiera leídos por otras personas, y no eran otra cosa más que un género de “cuadernos de ejercicios”, el legado de un ejercicio inocente proseguido que este principiante de filósofo mantuvo consigo mismo durante rebosantes años. De ahí su atributo unilateral, aforístico, que se desprende del volumen.









Los filósofos como Séneca, Epícteto o Marco Aurelio, en contra de lo que se nos enseñado, no eran personalidades mustias, pesimistas y deprimentes, sino grandes conocedores del sentimentalismo humano que utilizaban unas estructuras pudientes (que entonces se consideraban filosóficas empero que suelen llamarse psicológicas) para arreglar los portes más negativos de la vivacidad cotidiana –la ansiedad, la frustración o los celos, etc.– y encaminarse así a una historia más plena y satisfactoria. Así que se puede descubrir el último vademécum de autoyuda que más se esté vendiendo hoy o disfrutar con un culto de la reflexión que de ningún modo pasará de moda.

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