Filosofía contemporánea..

La filosofía moderna se esfuerza en hacerse entender. Y en realidad la filosofía es para todos o no es filosofía útil. La filosofía para especialistas está al alcance de cualquiera y tristemente es útil para casi nadie. En cambio hay una filosofía moderna que se inventa en palabras comunes, como sabemos en nuestros días ya las universidades de filosofía han dejado de ser el bastón teórico de los estados, han pasado de crear el contenido y el uso del sistema, a pensar, a quedar en formadora de historiadores de las ideas (filósofos licenciados) o a lo más, de artistas ensayistas más o menos creativos.
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Filosofia moderna

La filosofía contemporánea se esfuerza en hacerse entender. 

Y en realidad la filosofía es para todos o no es filosofía útil. La filosofía para especialistas está al alcance de cualquiera y tristemente no es útil para casi nadie. En cambio hay una filosofía contemporánea que se inventa en palabras comunes, ya que como sabemos, en nuestros días ya las universidades de filosofía han dejado de ser el bastón teórico de los estados, han pasado de crear el contenido y el uso del sistema, a sólo pensar, a quedar en formadora de historiadores de las ideas (filósofos licenciados) o a lo más, de artistas ensayistas más o menos creativos. 



En cambio, saliendose del círculo de centralidad la filosofía para profanos es cosa de grandes autores (Ortega y Gasset, Deleuze, Spinoza, Onfray... ). El filósofo, el filósofo creador, traspasa las fronteras de los especialistas. Ortega  y Gasset sigue siendo en España el espejo del filósofo, en Francia lo son Deleuze y Foucault, pero, ¿dónde reside el secreto de estos escritores que aún siguen seduciendo y persuadiendo a millones de lectores? . ¿Serán sus circunstancias expresivas - como decía Ortega  - las que conforman y vertebran su filosofía? . Y es que muchas veces estos autores se van por las ramas, en otra manera de ver el árbol teórico, enfocándose sobre todas las cosas en el individuo y sus individualidades.

Son Deleuze y Ortega de los que se pierden con un ejemplo, tratan de dar una demostración torciendo una metáfora, en el instante en que citan un determinado incidente para justificar una idea, en el momento que narran, en fin, el pensamiento, es en el cual encontramos al "gran" filósofo. En medio de la confianza y el rigor, siguiendo una invención por necesidad e, indagando voluntariamente en la agudeza manifiesta, en la metafísica de la diferencia que es la forma del pensamiento natural. Mientras uno imparte una charla, una clase, o escribe un artículo publicitario, surge la agudeza. La idea. La forma de expresión, la jerga de la creación, lo común ya no es un medio de comunicación si no se desgarra dentro de sí, como una bulería, como los flamencos agarran la guitarra, no para hacer sistema sino para pegar pellizcos, los filósofos no crean una mediación para pensar, sino que destrozan lo sistemático en pro de un pensamiento natural. En Filosofía, el idioma singular, original y dicharachero de Ortega y Deleuze no es medio sino fin. La creatividad literaria determina su filosofía.



    




Específicamente el fundamento de Ortega, su método de los giros o circunnavegaciones, no es diferente que una mera racionalización de su personal manera de idear escribiendo, o escribir ideando -decía su discípula Maria Zambrano, con los naturales vaivenes de la palabra, decir para desdecirse en todo su natural pensar, tiene Ortega las digresiones propias de un pensar exuberante repleto de asociaciones y ocurrencias. Pero, en todo caso puede no ser una particularidad personal, pudiera tratarse de una forma esencial a la filosofía misma, capaz de aprenderse por el estudiante al modo de una constitución teórica en espiral o radiada, sin centro, sin base, cardinalmente distinta a una forma central o sistemática de pensamiento, por ejemplo, diferente de la constitución longitudinal o vertebrada de la matemática u otra ciencia ya sistematizada. La filosofía de hoy de estos dos autores es una creatividad artística, una forma singular de imaginar escribiendo, de imaginar ideas en palabras y escribir ideando, es la potencia de la filosofía de Ortega, y de la de Deleuze. El primero, en 1914, afirmó en las Meditaciones del Quijote: "solo escribo ensayo, no filosofía, que es ciencia, son simplemente unos ensayos. Y el ensayo es la ciencia, menos la prueba explícita.” Deleuze en cambio realizó una tesis formulando el "desorden" como virtud, para él la filosofía es la materia que encuentra la diferencia a través de la repetición, la filosofía es un arma del pensamiento que se vale de una lógica musical, de enamoramientos entre palabras, de afectos entre individuos. Para ambos la filosofía esta unida al arte y al artista, y no es ciencia completa sino siempre principio. Para estos autores la fecundación científica de la filosofía es antigua, de los Hegels, Marxs y Heideggers, en cambio el modernismo de Ortega y Deleuze tiene que ver con la capacidad de aprehender la idea por el lector, es arte de lo frecuente, de lo capaz de aprehenderse y volverse visible para el lector.

Esta filosofía que no demuestra es diferente, sale a pecho descubierto para conquistar lo real. A vivir. A escribir. No tiene prueba alguna para que aceptemos su formulación acerca de que el ensayo es la filosofía carente prueba, o que la repetición del enunciado implica su diferencia y un constantemente amaestramiento creativo. Es objetable, por consiguiente, su alegación. Ya bien, tenemos una vía y solo una para admitir esta proposición: seguir leyendo. Será el lector el que juzgue si la autoridad literaria es suficiente para adueñarse de su concepto . Allí está el toque, diría Cervantes, del gran articulista. Es imposible meditar, meditar bien, carente de inventiva. Exento de humanidad o, mejor dicho, exento de conciencia crítica por el lector, que tiene la facultad máxima para dar o quitar la razón a la aserción, sin él la filosofía desaparece. He allí uno de los grandes inventos de los filósofos modernistas, que la filosofía siempre estará por crear. La filosofía, la genuina filosofía, es la que se dirige a un lector que tiene la última palabra para seguir leyéndolo o no. Por este camino, la filosofía está a salvo, en medio de otras razones, porque los lectores siguen leyendo libros de filosofía.
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