Después del fin del arte

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Después del fin del arte

En los anteriores post expuse qué lugar ocupa el arte en el sistema hegeliano y como, al ser considerado parte del pasado, da pie a que algunos intérpretes hayan dictaminado su muerte. Ahora corresponde ver qué ocurre con el arte después de la defunción.


La concepción histórica desde la que Hegel analiza el arte será aceptada por un sector amplio como el de los historiadores del arte. Si el arte es una cuestión histórica, corresponde a ellos estudiarlo. Sin embargo, tras el desarrollo del historicismo y el auge de la hermenéutica los problemas acerca de qué manera podemos comprender y juzgar obras de otras épocas se multiplicará.

Las pretensiones explicativas de Hegel intentaron abordar toda la realidad. Por ello, todos los autores que le sucedieron se tuvieron que enfrentar de una u otra manera a su pensamiento, tanto para afirmarlo o negarlo. Su repercusión es indudable en autores que van desde Kierkegaard a Gadamer, o desde Marx a Arthur Danto pasando por Heidegger. Como éste último será el objeto del siguiente capítulo mencionaré sólo las dos lecturas predominantes que hoy en día se dan acerca de la estética hegeliana.

Por una parte, Gadamer considera que la estética de Hegel suscita interés puesto que representa “hasta el momento la única verdadera solución, capaz de pensar ambas cosas como unidad, y convierte así el arte entero en objeto de <<rememoración>> e <<interiorización>>”[1]. Sin embargo, Gadamer, como gran continuador de Heidegger considera que, a pesar de todo lo dicho, la estética hegeliana adolecería de fuerza debido a la negación de que en la obra de arte particular pueda darse una manifestación de la verdad [2].

Por otra parte se destaca de manera especial Arthur Danto, el cual ha conseguido revitalizar la tesis de la muerte del arte desde un aspecto diferente al de Gadamer. La tesis de este autor norteamericano es que el “fin del arte” se inscribe dentro del final de los grandes relatos o narraciones que caracterizan a la época posthistorica actual. De tal manera que la manera en que se abordaba teóricamente, es decir, la teoría del arte moderna colapsó al verse incapaz de dar cuenta obras como las de Cajas de Brillo de Warhol donde la representación es exacta a lo representado.

Por esta razón lo que cabe ahora es preguntarse, desde el propio arte, qué es el arte. A este respecto afirma: Solamente cuando se volvió claro que cualquier cosa podía ser una obra de arte se pudo pensar filosóficamente sobre el arte. Pero ¿qué pasa con el arte mismo? ¿Qué  pasa con el arte después del fin del arte, donde con <<arte después del fin del arte>> significa <<luego el ascenso a la propia reflexión filosófica>>? Donde una obra de arte puede consistir en cualquier objeto legitimado como arte surge la pregunta: <<¿Por qué soy una obra de arte?>>[3]. La cuestión crucial aquí es que mientras que hasta ahora una teoría había sustituido a otra para dar explicación del arte, no hay (ni quizá puede haberla por contradicción que supondría) una teoría “postmoderna”.

Estos dos ejemplos no son más que una muestra de cómo se plantea hoy el problema de la muerte del arte. Sin embargo, caben otros enfoques. Estoy pensando en la defensa de Heidegger que considera el arte un lugar privilegiado en el que se desvela la verdad (ver El origen de la obra de arte). O, por ejemplo, Fernando Inciarte, que investiga el carácter reflexivo del arte, dialoga con la hermenéutica y abre una posibilidad de romper de los presupuestos historicistas y, por ende, salir de la tesis de la muerte del arte. 



[1] Gadamer, H. G., Verdad y método I, Salamanca, Sígueme, 1999, p. 667.
[2] “¿Qué se expresa en la experiencia de lo bello y del arte? El encuentro con lo particular y con la manifestación de lo verdadero sólo tiene lugar en la particularización, en la cual se produce ese carácter distintivo que el arte tiene para nosotros, y que hace que no pueda superarse nunca. (…) La esencia de lo simbólico consista en que no está referido a un fin con un dignificado que haya de alcanzarse intelectualmente, sino que detenta en sí su significado”. Gadamer, H. G., La actualidad de lo bello, Barcelona, Paidós, 1996, p. 95.
[3] Danto, A., Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia. 1997, p. 36
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