¿Qué es lo que ha muerto, si es que ha muerto algo?

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Hay cosas que no pueden morir aunque intenten hacerlo
Como un reflejo de la moderna filosofía naciente, nuestro contemporáneo Michel Onfray mostró en el Tratado de ateología una idea básica, que hay materias que no pueden morir, no esta en el cuerpo de su disciplina la capacidad de no ser. Siempre hay una necesidad -por individualizada que esta sea. que escapa a la muerte en materias como Filosofía, Arte, Novela, etc.

Decir Dios ha muerto se ha vuelto un acto muy barato en estos tiempos, fue Nietzsche quien primero introdujo esta moda en Así habló Zaratustra para que acto seguido, se recopilasen multitud de paralelismos, la filosofía ha muerto (aplastada por la publicidad), y la novela ha muerto (ahogada por el cine y los espectáculos), y, el arte a muerto (seguramente dirán que suplantado por la prensa rosa). A simple vista parece que la muerte funciona, oiga usted, pero, ¿qué quiso decir Nietzsche con Dios a muerto?, esta claro que arremetía contra el individuo y sus creencias, ¿como es posible que muera Dios sino?, solo el individuo que llama Dios a unas cuantas ideas muertas, y, al mismo tiempo muere con ellas esta matando a Dios (lo que ocurre es que en tiempos de Nietzsche se trataba de una verdadera plaga cristiana en Europa) pero en ningún caso consistía en la muerte de la espiritualidad de forma genérica, al igual que los contemporáneos que proclaman la muerte de la filosofía, quizá se trate de la muerte de las ideas divulgadas en nuestros tiempos, de una extrema vagueza conceptual enmarcada en todas las redes publicitarias, más, eso no quiere decir que la filosofía, las creaciones que ha esta acompañan vallan a morir, igual que no puede morir  la espiritualidad, tampoco puede morir la individualidad filosófica, ni sus espléndidas o futuras creaciones.

Cita de Michel Onfray en tratado de ateología.
¿Dios ha muerto? Está por verse... Tan buena noticia habría producido efectos solares de los que esperamos siempre, aunque en vano, la menor prueba. En lugar de que dicha desaparición haya dejado al descubierto un campo fecundo, más bien percibimos el nihilismo, el culto a lo fútil, la pasión por la nada, el gusto malsano por lo sombrío propio del fin de las civilizaciones, la fascinación por los abismos y los agujeros sin fondo donde perdemos el alma, el cuerpo, la identidad, el ser y el interés por todo. Cuadro siniestro, apocalipsis deprimente...

La muerte de Dios fue un dispositivo ontológico, la falsa grandilocuencia propia del siglo XX que veía la muerte por todas partes: muerte del arte, muerte de la filosofía, muerte de la metafísica, muerte de la novela, muerte de la tonalidad, muerte de la política... ¡Decretemos hoy la muerte de esas muertes ficticias! Esas falsas noticias servían en otras épocas para montar la escenografía de las paradojas antes del cambio de chaqueta metafísica. La muerte de la filosofía autorizaba libros de filosofía; la muerte de la novela generaba novelas; la muerte del arte, obras de arte, etc. La muerte de Dios produjo lo sagrado, lo divino, lo religioso a cual mejor.

 Cita: Tratado de ateología / Michel Onfray, Editorial Argumentos)

Escrito de Esteban Higueras Galán: ¿Qué es lo que ha muerto, si es que ha muerto algo?
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