Michel Onfray un cínico moderno.

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La lectura que apenas vais a leer muestra una de las principales armas de Michel Onfray: filósofo, cínico y hedonista de nuestro tiempo, que se comporta con mutismo cuando sirve el placer por la vía del gusto, esta es su formula: ofrecer comidas elaboradas por grandes chefs a sus alumnos, para que, sin discurso alguno, aprendan a disfrutar y a desarrollar el gusto.
Lectura de Onfray en Retrato de los filósofos llamados perros.

Lo real cínico es moderno porque es monista y atómico, cuando lo real aristotélico es teológico, dualista y -aunque se diga lo contrario- espiritualista. Donde la lógica se subordina a los intereses metafísicos, Antístenes reivindica una falsa ingenuidad y admite que puede ver perfectamente a los hombres pero no a la humanidad, tal como podría haber confesado no ver la divinidad pero sí contentarse con mónadas locas que van cada una por su lado. Se podría terminar hablando de un sistema cínico si se pusiera en perspectiva su nominalismo, su materialismo: así se comprenderían sus opciones solipsistas e individualistas. Sólo existen fragmentos perdidos en un mundo a la deriva. El gallo despojado de su plumaje, sus penas y demás faneros, altanero sobre sus garrones, lo demostró un día.

Así como se niega a atribuir un valor objetivo a los conceptos, Antístenes se niega a admitir la validez del principio de contradicción. No cree que uno pueda convencer de un razonamiento opuesto al suyo a un individuo que profesa una opinión descabellada. "Sería un error contradecir a un contradictor para reducirlo al silencio: antes bien, conviene ilustrarlo. Pues uno no cura a un maníaco haciéndose el loco ante él." Desde una perspectiva solipsista, hay que admitir que el crédito del lenguaje se reduce al mínimo: hablar equivale a agravar la incomunicación. Mientras los filósofos clásicos se dedican con devoción a la lingüística para emplear de la mejor manera las palabras, la retórica o la demostración, los cínicos prefieren otras vías pues "es propio del ignorante hablar mucho y, para quien así obra, no saber poner freno a su parloteo".

Las soluciones son limitadas: o bien se llega a la conclusión, como Wittgenstein, de que "sobre aquello de lo que no se puede hablar, debe callarse"" -con lo cual uno se condena al mutismo y el silencio perpetuo-, o bien se opta por buscar nuevas fórmulas que, a veces, compensan la impotencia del lenguaje mediante gestos que aunque se realicen en silencio lo superan ampliamente. Por cierto, los cínicos no optaron por la solución del mudo...

Lectura de Michel Onfray un cínico moderno. 
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